El químico y profesor universitario de Ciencias de la Educación José Montejo está convencido de que solo adaptando los contenidos académicos a los años del alumno se puede transmitir conocimiento en edades tempranas. "Hay que intentar ponerse en el lugar de los niños", dice. Ayer, el auditorio del Conservatorio de Música de Luarca se convirtió en el escenario perfecto para comprobar si con muñecos se puede enseñar ciencia y también moral.

Los títeres científicos que creó José Montejo con la ayuda de Itziar Ahedo y Alfonso Fernández desembarcaron ayer en un lugar cercano a la casa donde pasó parte de su infancia el Premio Nobel de Medicina de Luarca Severo Ochoa. Precisamente el teatro de la Universidad de Oviedo llevó un títere especial para esta sesión: el prestigioso bioquímico luarqués. "Al final, los niños se llevan a casa conceptos como ADN y también nombres de mujeres y hombres científicos", dice Itziar Ahedo.

Durante la sesión se pudieron ver cinco rostros: Marie Curie, Albert Einstein, Isaac Newton, Rosalind Elsie Franklin y Severo Ochoa. Además, también hubo lección moral. Y es que dicen José Montejo e Itziar Ahedo que la ciencia es ciencia "porque en ella trabajaron hombres y mujeres y no solo fue campo de hombres, aunque ellos sí tuvieron más visibilidad durante siglos". Por ello, ayer en Luarca se cambio "un poco" la historia. El guión hizo meritoria de un Premio Nobel a la química inglesa Rosalind Franklin. En la realidad, ella nunca estuvo nominada a este reconocido galardón, pero sus descubrimientos fueron decisivos para continuar investigando sobre el ADN. Más tarde, y gracias a sus avances, otros científicos, todos hombres, sí fueron reconocidos.

"Tratamos de llevar a otro tiempo a los alumnos y hacemos que los científicos hablen de sus descubrimientos en un lenguaje más coloquial. Además, les juntamos, es decir, los reunimos a través de una máquina del tiempo, y todos tienen la oportunidad de hablar de sus descubrimientos", relata Itziar Ahedo.

En la sala, escolares de todas las edades siguieron con más momentos de atención que de distracción a los títeres. Todos aplaudieron y todos hicieron la ola cuando tocó entregar el Premio Nobel a Franklin.

Detrás de los títeres estaban los actores del grupo de teatro de la Universidad. Alfredo González hizo de Severo Ochoa. "Es especial", dijo mientras se hacía una foto con su personaje, vestido, como se recuerda por las múltiples foto que circulan de él, con la bata blanca del laboratorio.

En este trabajo por acercar la ciencia a los más pequeños incluso hay canción. Al finalizar el acto, todos cambiaron letra de la canción infantil "Hola, don Pepito; hola, don José". Aquellas familias que deseen estimular los estudios científicos pueden entonar:

-¿Usted en qué trabaja?

-Científico yo soy.

-¿Es un trabajo chulo?

-Mola mogollón.

-¿Qué es lo que haces?

-Hago investigación.

-¿Eso para qué sirve?

-¡Para un mundo mejor!

-Adiós, don Pepito.

-Adiós, don José.

El guión que se representó ayer en Luarca está inspirado en el libro "Einstein y la máquina 'cuenta' ciencia".