Como a muchos jóvenes de la época, la Guerra Civil arrastró al grandalés Manuel Casariego Naveiras a la batalla. Contaba con apenas 18 años cuando fue llamado a filas, en 1937, y su paso por el frente le dejó escuelas en un oído. Tras regresar a su tierra natal, y tras varios intentos empresariales, fundó una panadería familiar que sigue a pleno funcionamiento. Esta semana, Casariego ha llegado al siglo de vida. El que es el vecino más longevo del concejo lo celebró ayer rodeado de su familia. "Es muy presumido, y le gusta hacer deporte: pedalea cada día media hora de reloj en su bicicleta estática", destacan sus allegados.

El centenario grandalés vino al mundo en la localidad de Valdedo, a unos cuatro kilómetros de la capital del concejo. En su juventud, le tocó luchar en el bando franquista en Teruel, y más tarde en África. De vuelta en Grandas, se casó con María Luz Mesa Cancio, la que sería su mujer hasta que falleció hace seis años y con la que tuvo cinco hijos: Alfonso, Manolo, Ricardo, Marieli y Suso.

Explican sus hijos que Manuel se desempeñó "en lo que pudo" durante aquellos duros años de la posguerra: en el mundo forestal, con los pinos, en una granja de gallinas y regentando un bar, en los años en los que la construcción de la presa de Salime multiplicó el movimiento en el municipio. Pero aquello terminó, y Casariego decidió emprender en una panadería que lleva su apellido, que también dio sustento a su mujer y a tres de sus hijos, y que hoy sigue en manos de sus descendientes, ya en la tercera generación.

El jueves, Manuel Casariego, nacido en 1918, llegó a la centena de velas, satisfecho con una familia que se compone de seis nietos y nueve bisnietos. Su salud es envidiable: "Es capaz de leer sin gafas, de maravilla, y desde bien joven ni fuma ni bebe", apunta su hijo Manolo, con el que vive en la capital grandalesa. Relata un día en su vida: "Se levanta, se ducha y se prepara bien, le gusta ir arreglado. Después, desayuna fuerte y sale a la terraza. También da paseos, y todos los días hace media hora de bicicleta estática". Hasta hace poco, además, atendía un pequeño huerto en el que disfrutaba de la labor.

La familia se reunió ayer en Grandas de Salime para celebrar un aniversario tan especial. Más de una veintena de descendientes llegados desde Oviedo, Coruña, Santiago de Compostela y Barcelona, arroparon a Casariego, que se confesó "muy contento" de poder vivir este momento, y sin perder el sentido del humor. "Me siento muy bien, pero estando sentado mucho mejor, porque a veces me fallan las piernas", señala. "Mientras uno no se ponga peor, seguiremos bien", bromea.

Casariego Naveiras recuerda cuando "en Grandas había mucha más gente, se celebraban muchas ferias, y había movimiento". Ahora se vive "más tranquilo", y en paz. "La paz es lo mejor que puede haber", subraya. Su longevidad parece proceder, en primer lugar, de su herencia genética: la mayor parte de sus doce hermanos y hermanas superaron los noventa años de vida. Pero ninguno había llegado, hasta ahora, al siglo. La receta, dice Manuel, pasa por "dormir y comer bien". Al menos a él le ha dado buen resultado.