Anda mi pueblo sumido en su atonía de la rutina otoñal y las conversaciones de ascensor, tienda o chigre comienzan por lo más notorio: este tiempo loco, loco, con su inesperada calorina, como si no hubieran venido otros otoños calientes «sensu estricto». Y la cosa se achaca al calentamiento, que, como el ciclo económico a la baja, nos dicen que es global. Menos mal que los de la Unión de Comerciantes no se arredran y andan que no paran, venga iniciativa tras iniciativa. Se meten los comerciantes, precisamente ahora, en una de elecciones, ya que la buena de Ana Menéndez, la actual presidenta, se va antes de terminar su estatutario segundo mandato, para permitir que quien la suceda tenga tiempo para pilotar la representación de este importante gremio en las venideras elecciones para la Cámara de Comercio.

A este buen sentido de Menéndez no se le ve correspondencia con la actitud del actual colega cameral, tan contestado, y ya mucho se temen sus múltiples detractores que existen indicios razonables de que ande por los malos pasos del intento de reelección, al habérsele sorprendido percutiendo sonoro tambor con una especie de «trick or treat» por delante. Un truco o trato muy propio de la época de Halloween, pero sin fuegos artificiales que valgan: el trato consistiría en recabar los apoyos para salir reelegido a cambio de retirarse a mitad de mandato; el truco, claro, estribaría en olvidarse de la segunda premisa llegado el momento, de lo cual precisamente recelan quienes conocen el recorrido de este travieso Guy Fawkes local. Esperemos que la salmodia no nos levante demasiado dolorcillo de cabeza ni se añada a los propios de los atribulados ediles del gobierno municipal.

Una de las archisabidas peculiaridades de mi pueblo consiste en que, a pesar de su talla social, poblacional o económica en la provincia, no es su capital administrativa, al igual que acaece con Vigo, Cartagena o Jerez. Ello provoca en este tipo de localidades que el correspondiente Ayuntamiento tenga un peso en su provincia casi tan grande como el de Madrid en la suya, y no digamos ya dentro de su propia marca, de tal modo que, en cuanto algo sucede o algún mecanismo da muestras de disfunción, todos miremos a una y en primer lugar a ver qué aire se respira al respecto por las consistoriales. Lo curioso es que, en ocasiones, parece que no se respira ninguno.

Si se cumplen las previsiones constructivas, dentro de algo más de un año, aproximadamente, entrará en funcionamiento la nueva y provisional estación de ferrocarril. Esperemos que a ésta, a diferencia de lo ocurrido con las dos existentes ahora, se las arreglen para que justo delante funcione de verdad una parada de taxis y consigan que el pueblo tenga un servicio público tan propio de un equipamiento urbano como lo es una estación de tren. Y cuando hayamos resuelto lo sencillo, como diría mi inteligente vecino de arriba, hablaremos de otros lópeces, otros tambores y otros golpes de cámara.