El edificio hundido entre las calles de los Moros y de León, multiplicado por mil o por un millón, podría aproximarnos a la devastación de Puerto Príncipe, tras el terremoto de Haití. No obstante, ni un solo gemido ha salido de la estructura podrida del inmueble gijonés, ahora ruina silenciosa.

Pero las imágenes fotográficas del espanto de Haití que hemos visto en los periódicos, aun siendo mudas, transmiten el estruendo de los gemidos y del llanto. Antes de escribir esta columna hemos pasado con rapidez las páginas de la prensa. Con verlas en un periódico, el primero leído en el día, ya basta. Con una sola dosis es suficiente. Paseas al lado del mar y crees entender que la Naturaleza es armonía. Millones de personas así lo perciben, pero cada poco el planeta se estira o se contrae y 50.000 víctimas son aplastadas.

Un tertuliano radiofónico decía ayer que tendría que haber un antes y un después tras el terremoto de Haití. Este hombre era un optimista. El único antes y después de un terremoto consiste en que las naciones más avanzadas reconstruyen sus poblaciones con edificios más elásticos que resistan mejor el siguiente envite. Compárense las cifras de japoneses o de estadounidenses fallecidos en sus respectivas fallas con el número víctimas del maremoto de Indonesia o el terremoto de Sichuán.

Haití, que ya era un Estado fallido antes de que inventara este término, se asienta sobre una de esas fronteras entre placas tectónicas que tan limpiamente nos dibujan en los medios de comunicación después de cada temblor; pero una economía de subsistencia y pillaje no da para que estrellas internacionales de la arquitectura y de la ingeniería conciban ciudades más resistentes en los lugares olvidados.

Volviendo a la reflexión del antedicho tertuliano, ya el terremoto de Lisboa de 1755 previno a los pensadores occidentales -que entonces sacaban lustre a la razón- de que el optimismo era un sinsentido. De hecho, que el planeta ajuste sus placas tiene explicación, pero no sentido. El Universo no es consciente de que lo habitan seres inteligentes y preocupados.