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Catedrático emérito de la Universidad Jean Jaurès de Toulouse

Clarín y la cuestión catalana

La posición del autor de "La Regenta" sobre el problema catalán a finales del siglo XIX

El escritor (autor de "La Regenta"), periodista y catedrático asturiano Leopoldo Alas, Clarín, que ejerció como tal en el último cuarto del siglo XIX, propugnaba un equilibrio entre centralismo y regionalismo.

Para él la unidad nacional es un principio moral que dimana de la idea superior de Nación y que no tiene nada que ver con la centralización administrativa "inventada por el cesarismo, el despotismo y la reacción". Las ramificaciones administrativas del Estado son necesarias, pero sólo para mantener relaciones de coordinación y subordinación. Así pues, no puede hablarse, en el caso de Clarín, de jacobinismo cerrado, pero puede comprenderse también que nuestro autor no comparta las concepciones federalistas de Pi y Margall, a quien, sin embargo, defiende contra los ataques de sus muchos enemigos, posibilistas o reaccionarios, y cuya personalidad intelectual y moral le merece respeto y admiración. En 1893 hace chacota del constante ideal federalista de Pi: "El señor Pi y Margall quería hace treinta años (?) que España se descuartizara para que cada miembro pensara después si le convenía o no volver a juntarse con los compañeros o entregarse a la vida del protozoario. (?) Pues bien, el señor Pi, en 1892, sigue pensando lo mismo de la necesidad de hacernos añicos".

Pero Clarín comparte con Pi y Margall el principio de autonomía regional. En 1880, en el "Prólogo" a "La lucha por el derecho", formula lo que es su doctrina permanente, a saber, la necesidad de encontrar un equilibrio entre las varias autonomías y el poder central, pues "si predomina la autonomía regional o municipal, la nación se disuelve y el individuo no padece menos, es tiranizado por un tirano local" y "si la autonomía nacional es la que ante todo se procura con menoscabo de los círculos interiores, hay absorción, hay centralismo".

Por eso, cuando en la última década del siglo se agudiza el problema del regionalismo, sobre todo por la fuerza que toman las reivindicaciones catalanas, Clarín denuncia en la prensa ese "fanatismo de campanario", ese "espíritu de clan, de tribu", de los que trabajan pro domo sua (?) para ser cabeza de ratón". El problema, en realidad, es más grave de lo que parece, porque lo que está en juego es el equilibrio mismo de la nación que, para nuestro autor, es sagrado patrimonio moral y espiritual.

A los que pierden la conciencia de sus responsabilidades dirige severas y repetidas advertencias: "¡Ojo, y ojo, y ojo! El espíritu de reivindicación política, intelectual, literaria, etc. de la región, de la provincia, es justo y provechoso cuando se encierra en los límites que no dañan a otros intereses superiores. Pero tiene grandes peligros entregado al egoísmo (?) de los fanáticos y exclusivistas". Para Clarín, ese regionalismo, que significa "el salto atrás de la civilización, la vuelta al feudalismo", es "una manifestación del egoísmo que por interés inmediato o por miopía inconsciente tiende a reducir la fuerza de la unidad nacional".

A pesar de las buenas relaciones que siempre tuvo con los intelectuales catalanes y de la admiración varias veces confesada por la literatura catalana, se abre, a partir de 1896, una aguda polémica con notabilidades, como Prat de la Riba, sobre la peliaguda cuestión de la lengua catalana, declarada como única lengua oficial en la tercera de las Bases de Manresa. Clarín no lo puede aceptar y argumenta: "? el catalán es lengua, porque se cultiva con esmero y amor y eficacia? pero las leyes de la realidad política conspiran contra su longevidad, contra su extensión geográfica? y contra su morfología, relativamente original (¡Si se fueran a ver los castellanismos de los modernos catalanistas!...)".

Cuando aparecen asomos de separatismo, el tono se hace violento, pues "no hay vilipendio bastante para el separatismo". El separatismo "es un crimen de leso patriotismo" que no tiene disculpa, pero tal vez una explicación; para Clarín los separatistas catalanes no se reconocen en esa España reaccionaria que se empeña en que la España de ayer sea la España de siempre. Los separatistas, parece decir, son unos extraviados que confunden la madre común con esa España nea que tiene la culpa de todos los males: "España -escribe en 1898- se pierde por reaccionaria". Es de subrayar que Clarín no enfoca el problema según la perspectiva de los intereses económicos, que, para él, están supeditados a las ideas; tiene una concepción de la nación y de la sociedad que podemos llamar, en cierto modo, esencialista y, en todo caso, idealista (idealismo en el primer sentido de la palabra: idea como principio superior del ser y del conocer).

Para nuestro autor, el Estado y la sociedad son un conjunto orgánico en el que las partes están jerárquica y solidariamente vinculadas al todo, pero no según un puro sistema mecánico, como afirman ciertos positivistas; lo que da vida al conjunto es un principio espiritual, "esencia de la vida política", que une la esencia de las partes con el todo y la esencia del todo con las partes. La Nación es esa misma esencia, o sea, según la concepción de Renan, la Nación "es una gran solidaridad construida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se está dispuesto a hacer". Para Clarín, como para Renan, la Nación es un alma; pero, nótese bien, un alma con historia.

Es fácil reconocer en esta concepción del Estado, de la Nación y de la sociedad, el organicismo armónico, idealista, de origen krausista, que es el fundamento del ideal social de Leopoldo Alas. A partir de ese ideal se mide la distancia entre lo que es la realidad social y lo que debería ser. La conciencia de esa distancia puede llevar al desaliento, pero nunca al desengaño y a la abulia. Clarín no renuncia nunca; siempre opone a las adversidades colectivas la fuerza de convicciones que dimanan de las grandes "Ideas-madres": Nación, progreso humano, cristianismo.

(Tomado del artículo "Leopoldo Alas, Clarín: Regionalismo, Nación, Europeísmo". Ínsula, 654, noviembre 2001)

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