EDITORIAL

Un año ferroviario histórico convertido en una burla

¿Cómo salvamos Feve y la convertimos en el metro que una el centro e integre las alas? Esa es la cuestión. Quien quiera recuperar credibilidad, que responda con hechos

Vecinos de Cudillero miden un túnel de FEVE. | Miki López

Vecinos de Cudillero miden un túnel de FEVE. | Miki López

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El que tendría que pasar a la Historia como el año cumbre de las comunicaciones asturianas, con la entrada en funcionamiento de la Variante, lleva camino de convertirse en una grotesca burla a los asturianos. Ocurra lo que ocurra, y vistos los precedentes todo puede empeorar, da igual que el AVE circule en julio que en diciembre: con tantas y tan disparatadas polémicas ferroviarias, nos están aguando la fiesta. El «Fevemocho» es la guinda estrambótica al escaso cuidado con que el Ministerio de Transportes trata de un tiempo para acá los asuntos de esta tierra. A este lado de la Cordillera tampoco hay inocentes. Con absoluta dejadez y apatía nadie se ocupó durante décadas de rescatar un tren que no acaba de llegar y otro que se está cayendo a pedazos. 

¿Qué oculta el Ministerio de Transportes tras el escándalo de los trenes de Feve, ahora en manos de Renfe, mal medidos? Como poco, una desastrosa gestión y una monumental chapuza administrativa. Cuando ninguno de los responsables acierta a explicar con claridad la situación y las versiones cambian en cuestión de horas, es que asumir el ridículo que supone contradecirse en esta tragicomedia ferroviaria del absurdo conlleva un coste menor al de contar la verdad. Aunque los tres actores principales, la Ministra, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias –conocido por su acrónimo, el Adif– y específicamente Renfe, en el centro de la diana, realizan grandes esfuerzos por disimular, no parecen trabajar con mucha sintonía. Que diriman sus cuitas como gusten, pero no propinando una patada en la cara a los asturianos.

Esto empezó con la decimoséptima fecha incumplida para inaugurar la Variante. Continuó luego con el timo de Feve, un encargo fallido de trenes que no pueden pasar por los túneles. Primero por demasiado grandes y luego por demasiado pequeños. Y acaba de redondearse, por el momento, este jueves con el enésimo retraso en la renovación de vías entre Gijón y Laviana. Al parecer alguien robó el material. Los viajeros tendrán que seguir empleando en el recorrido con transbordos el mismo tiempo que las locomotoras de vapor de 1949. Hasta como chiste la cosa tiene poca gracia y no la arreglan unas dimisiones de pantomima de cargos altos o bajos. Tampoco unos cuantos vagones de propina. Contando Asturias con una red de vía estrecha superior a la de Cantabria, cuesta entender cómo, de mano, de las treinta y un unidades nuevas contratadas y ahora objeto de mofa, solo diez iban a recalar aquí.

Si hasta Barbón perdió la fe en la Ministra, y no juega con su afirmación la carta de la demagogia o la ingenuidad, a los ciudadanos les sobran razones para recelar de unos dirigentes que ni rinden cuentas, ni asumen sus errores más allá de pedir perdón para la galería. El descreimiento alcanza a los autonómicos. Escudarse en la negligencia de algunos burócratas madrileños no exime de responsabilidad a un Gobierno del Principado que está ahí para velar por los intereses generales y que, según confesión propia, acaba enterándose de lo que le incumbe por la prensa.

Al presidente regional le están poniendo cuesta arriba la próxima campaña sus propios compañeros socialistas desde la Moncloa y el Ministerio. Con amigos así, para qué quiere enemigos. Para completarle de obstáculos traicioneros la carrera solo falta que vuele hacia otra provincia esa Agencia de la Salud en la que tantas aspiraciones ha puesto Oviedo para eclosionar como polo biosanitario en una región que reúne todas las condiciones para desarrollar esta industria y que ya fue menospreciada con la Agencia de Inteligencia Artificial.

El peso político de Asturias en el concierto nacional mengua. La comunidad precisa elevar el tono del debate público, tomar conciencia de sí misma y recuperar influencia en los cenáculos donde se cuecen decisiones que la afectan y que trastocan su futuro. No únicamente por imprimir un enfoque asturiano a las soluciones, sino para corresponsabilizarse de ellas y aportar ideas propias determinantes. En una alianza inquebrantable sobre unos mínimos objetivos básicos comunes sobran las fronteras ideológicas. Otro gallo nos cantaría con todos los partidos yendo de la mano cuando la voz de los asturianos necesite escucharse con fuerza más allá de Pajares. El caos y la desorientación ferroviaria lo requieren.

El Principado resiste muy mal las comparaciones estadísticas con otros territorios por su menor dinamismo. Los impactos adversos nunca resueltos de una honda mutación productiva, no experimentada en ninguna otra parte, suponen un pesado lastre para su economía. Que no arraigue el pasotismo o el desánimo. Ese retrato desfavorable, y cierto, no significa que la región carezca de elementos a los que aferrarse para renacer. Confrontada consigo misma en cambio, la comunidad sí avanzó –no a la velocidad deseada– en algunos frentes. Los trenes son precisamente uno de los que exige pegar el estirón para no descolgarse. Por eso demandan una inmediata intervención. ¿Cómo salvamos Feve y convertimos la compañía en un transporte sostenible y verde, en el metro de Asturias que una el centro e integre las alas? Esa es la cuestión. Quien quiera recuperar credibilidad, que la responda con hechos.