Más allá del Negrón

Malas noticias

La fatiga informativa que sufre la sociedad actual

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Juan Carlos Laviana

Juan Carlos Laviana

El otro día Elvira Lindo decía a Juan Cruz en "El Periódico de España" que "ya tan sólo escuchar la radio por la mañana y leer el periódico… me produce la sensación de vivir en un mundo incontrolable". Es una muestra más de la aversión a las malas noticias que está calando entre nosotros. Hay un rechazo a todo lo que nos perturba, nos desasosiega, nos sobrecoge. La propia escritora señalaba en la misma entrevista que "hoy en la sociedad hay una maldad que tal vez no se note tanto, que es la indiferencia".

El último "Digital News Report" del prestigioso instituto Reuters ya alertaba de una "cierta fatiga informativa" entre las audiencias de los medios. Según recogía, el porcentaje de personas que dice evitar las noticias, a menudo o a veces, ha aumentado bruscamente en todo el mundo. Este tipo de evasión selectiva se ha duplicado en algunos países en los últimos cinco años, y mucha gente –con un número significativo de jóvenes– argumenta que las noticias le provocan un efecto negativo en su estado de ánimo.

La prueba de que los medios ya han tomado nota es que uno de los principales diarios españoles acaba de lanzar una newsletter semanal con el significativo encabezamiento de "Correo sí deseado". Para promocionar el nuevo boletín ofrece frases tan estimulantes como éstas: "descubre historias que quieren ponerte de buen humor"; queremos "acercarte todas aquellas historias positivas que existen en el mundo para contribuir a mejorar tu semana"; "vas a disfrutar de una selección de noticias que nos acercan soluciones, que nos ponen de buen humor y nos presentan a gente que no se conforma"; "no dejes pasar la oportunidad de disfrutar de la actualidad desde otro punto de vista". Por su parte, Antena 3 ha incluido en su primer telediario una sección a la que llama "La buena noticia del día", que intenta abrirse paso entre un aluvión de tragedias.

Esta tendencia puede acabar con el viejo paradigma periodístico de que la noticia no es "perro muerde a hombre", sino "hombre muerde a perro". Es decir, lo insólito. Y, por desgracia, lo insólito, que suele ser lo más dramático, tiene más interés que lo habitual. Probablemente los medios nos hayamos excedido –llevados por la desesperada lucha por las audiencias– en ofrecer noticias sensacionalistas, habitualmente malas, en lugar de dar noticia de la normalidad, que suele ser más bien anodina. Siguiendo el dicho anglosajón: "No news is good news".

Hay que reconocer que en los últimos años –especialmente desde la gran crisis financiera de 2008–, hemos sufrido un bombardeo de muy malas noticias. Especialmente dos: la primera gran pandemia mundial desde la mal llamada "gripe española" de 1918 y la invasión de Ucrania, primera guerra en territorio europeo desde la Guerra de los Balcanes (1991-2001).

Más que las malas noticias probablemente lo que estamos sufriendo es una sobreabundancia de noticias. La digitalización ha provocado no sólo que estemos recibiendo noticias de forma constante durante las 24 horas del día, sino que además las recibamos de una multitud de medios que ofrecen informaciones dispersas y, con frecuencia contradictorias. El fin de la jerarquización y el orden de las noticias, la proliferación de noticias falsas –cada vez más difíciles de distinguir de las reales– ha llevado a una confusión tal que estar informado se convierte en una labor titánica para las audiencias.

El problema no es tanto que las noticias hoy sean peores que en el pasado. Los que desgraciadamente por edad tenemos una visión histórica de décadas, recordamos los tiempos de la Guerra Fría, en los que una guerra nuclear constituía una amenaza real. En los que prácticamente cada mañana nos levantábamos con la noticia de nuevos asesinatos de ETA. En los que el 11-M de 2004 sufrimos el mayor atentado en la historia de Europa con 193 muertos y alrededor de dos mil heridos. En los que una enfermedad desconocida como el sida llegó a causar en el mundo 40 millones de muertos, de ellas 60.000 en España.

Tal vez el problema es que hoy tenemos la piel más fina. Que hay una avalancha de información superior a la que podemos soportar y que nos provoca una imagen de que el mundo está peor de lo que realmente está. No soportamos que las malas noticias alteren nuestro estado de ánimo. La vida son buenas y malas noticias. Si prescindimos de las malas, inevitablemente caeremos en esa indiferencia a lo que ocurre a nuestro alrededor, ese gran mal de nuestro tiempo del que hablaba Elvira Lindo.

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