Nessie y Frankenstein, monstruos de verano

Un agosto de serpientes estivales

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Anda algo desganado el monstruo del Lago Ness que solía emerger en estas fechas para alivio de la sequía veraniega de noticias. La ausencia de Nessie ha obligado a los medios a informar del mucho calor que hace en agosto, lo que es tanto como decir que la lluvia en Sevilla es pura maravilla.

Sorprende que se haya recurrido al tiempo, que es conversación de ascensor, para cubrir la habitual anemia informativa del mes en curso. Mayormente porque este agosto no es uno cualquiera.

A los calores propios del estío se unen los provocados por la resaca electoral, con su cohorte de pactos, formación de nuevo Congreso, paseíllo de candidatos ante el rey y otras amenidades que acaso pudieran interesar, incluso en la playa. No parecía necesario recurrir a las anacrónicas serpientes de verano de otros tiempos.

Con el bueno de Nessie en huelga de apariciones, no es improbable que en los próximos días se hable de Frankenstein, que también es monstruo, si bien algo más literario que el escocés. Así ha bautizado una parte sustancial de la derecha al Gobierno formado en su día por Pedro Sánchez, que ya anunció su propósito de revalidarlo.

Había sucedido algo similar hace ocho años por estas fechas, cuando el entonces presidente de Cataluña, Artur Mas, decidió chafarle las vacaciones a Mariano Rajoy. El tenaz Mas, siempre chinchando, convocó en pleno agosto unas elecciones a modo de plebiscito para independizar a su reino autónomo.

El proyecto iba a ejecutarse en dos meses, si bien se demoró dos años. El encargado de llevarlo a cabo fue ya otro presidente, Carles Puigdemont, quien declaró la independencia del viejo Condado para suspenderla acto seguido.

Es el mismo Puigdemont, fugado al exilio desde entonces, el que ahora va a plantearle mayores problemas a Sánchez en su intento de formar nuevo Gobierno con viejos aliados.

Una carambola aritmética de las que propicia el sistema D’Hondt ha convertido al prófugo en votante decisivo a efectos de que el presidente en funciones obtenga la mayoría necesaria para seguir en el cargo. Los siete escaños de Junts se cotizarán a muy alto precio en el mercado: y no parece fácil que Puigdemont vaya a renunciar al proyecto de independencia que le ha llevado a residir en Waterloo.

A favor de Sánchez juega la buena suerte –que no para de sonreírle– y su probada habilidad a la hora de tejer alianzas con toda clase de socios, por incómodos que sean.

Puigdemont se acoge a su vez, como su predecesor Mas, al lema del parisino Mayo del 68 que invitaba a ser realista y pedir, por tanto, lo imposible. Se ignora hasta qué punto cederá en sus pretensiones, si lo hace; y también el coste que eso pudiera traerle a Sánchez entre los electores propios y ajenos.

Lo único cierto es que, a falta del monstruo del lago Ness, muy probablemente será ahora Frankenstein el que nos cubra el expediente de agosto a los plumíferos. Mal podía imaginar Mary Shelley que su novela sobre el moderno Prometeo acabaría por ejercer tan curiosos efectos nominales sobre la política.

De momento, Frank releva a Nessie en el papel de serpiente de verano. Y quién sabe si la función continuará o no durante la temporada de otoño/invierno.

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