Trump en caída libre

Las democracias se defienden de los populismos

Antonio Papell

Antonio Papell

La extrema derecha, que ha asomado con procaz beligerancia en toda Europa, que gobierna en alguna venerable democracia como Italia, que amenaza con extenderse por Latinoamérica –ha sido inquietante el aviso dado por la victoria en las primarias argentinas de Javier Milei "El Loco"– y que en España ha alumbrado a Vox, un partido neofranquista que es ya tercero en nuestro ranking parlamentario, tiene su principal fuente planetaria de oxígeno en el expresidente Trump, en el trumpismo norteamericano, que por añadidura amenaza con regresar en las elecciones presidenciales del año que viene.

Trump no ha sido solo el inductor de una idea populista del Estado, sino también el ejecutor de una estrategia inaceptable del "todo vale" para ponerla en marcha. El fanatismo del multimillonario sin principios le llevó a intentar falsear los resultados electorales –acaba de ser procesado en Georgia por haber conminado al gobernador de ese estado a manipular las urnas– y, poco después, a lanzar a las hordas sobre el Capitolio para invalidar le sagrada consulta electoral.

Por ello, era muy importante que el sistema democrático norteamericano funcionase correctamente y que esta actividad delictiva fuera convenientemente sancionada. Parece que así va a ser, que Trump puede ser condenado por sus ataques a las instituciones, al pluralismo político, a la libertad en una palabra. El mensaje pedagógico que lanza este procesamiento es muy valioso y claro: las democracias son capaces de defenderse, por lo que ya saben a qué atenerse quienes planean degradarlas delictuosamente.

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