El caos o mi caos

Sánchez agita el miedo a “las derechas” como principal argumento para justificar un gobierno plagado de alianzas y promesas de difícil cumplimiento

Pedro Sánchez, en el debate de investidura en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, en el debate de investidura en el Congreso de los Diputados. / EFE

Vicente Montes

Vicente Montes

Ante los problemas que asolaban a la Cuarta República francesa, enfangada en un periodo de inestabilidad, con gobiernos débiles demasiado sujetos a los vaivenes parlamentarios, Charles De Gaulle logró la victoria en 1958 con el enunciado del famoso «el caos o yo», convirtiéndose en refugio del voto de amplio espectro insatisfecho con la situación y señalándose a sí mismo como única alternativa fiable. Ese paradigma, el de situarse como la salida ante un mal mayor, ha sido empleada de forma reiterada por los políticos y constituye una dicotomía medular en el pensamiento sanchista. En su discurso de investidura, Pedro Sánchez ha vuelto a invocarlo. O el caos de las derechas, o mi caos de un gobierno empastado, precisamente, por ese rechazo a la perspectiva contraria. Sánchez ha dedicado gran parte de su intervención a apuntalar esa dicotomía, que ha sido fundamental en su trayectoria y que ya planteó en los albores de la batalla ideológica contra Mariano Rajoy.

Cuando De Gaulle proclamó su célebre frase para movilizar al electorado y lograr sus objetivos, se inició en Francia un nuevo periodo constituyente, que alumbró un texto fundacional y propició la Quinta República que aún hoy continúa. Sánchez no llega a tanto, pero es cierto que con sus acuerdos con independentistas, nacionalistas y Sumar (la coalición a su izquierda), entreabre un nuevo paradigma en las relaciones territoriales del país, aunque queda por ver cuánto de las promesas se convierte en realidad: por lo pronto ha ganado el crédito necesario para una investidura y al menos un primer presupuesto.

Sánchez ha asentado su legitimidad en el miedo a la alternativa, y ese es un planteamiento que cala profundamente en el electorado de izquierdas. El monstruo es ese Vox que el PP lleva subido a su hombro y del que los populares no tienen fácil desembarazarse. Y sobre ese monstruo, que el propio dirigente socialista alimenta constantemente, asienta Sánchez su argumentario, trufado de medidas «reales» alejadas del debate de las tertulias, los bares y las protestas callejeras. El líder del PSOE sabe que cuantos más haters sume más se blinda, porque ningún grupo parlamentario se atreverá a salirse del guion de ser un muro frente a la derecha extrema.

La teoría de la evolución constata un hecho: la especie que persigue su supervivencia inmediata es aquella que consigue más éxito. Y esa es una ley que Pedro Sánchez ha aplicado a rajatabla. En política, no obstante, los créditos no son infinitos. Pero siempre habrá un organismo internacional en el que refugiarse cuando comience la hecatombe. Y si no fíjense en que el dirigente socialista de cabecera del sanchismo es José Luis Rodríguez Zapatero. Alguien debería escribir unas «Vidas paralelas» a la manera de Plutarco.

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