La semana política

El termómetro está en Galicia

El resultado de las elecciones autonómicas gallegas determinará la temperatura política nacional y apuntará fortalezas y debilidades que, a la postre, tendrán consecuencias en Asturias

Feijóo pide concentrar el voto en el PP para frenar al nacionalismo en Galicia

Feijóo pide concentrar el voto en el PP para frenar al nacionalismo en Galicia

Vicente Montes

Vicente Montes

El pulso político se mide hoy en Galicia. El resultado de las elecciones autonómicas gallegas será la mejor cata para evaluar la fortaleza del PP de Feijóo y la capacidad del PSOE de Sánchez para resistir una legislatura que va camino a convertirse en una auténtica prueba de resistencia para los socialistas.

Los políticos suelen aplicar según les convenga esa idea de que en unas elecciones se vota lo que se vota y no hay examen del electorado sobre otras cuestiones. Pero eso se emplea solo cuando el ruido exterior genera incertidumbre. Así, el PP de Alfonso Rueda ha tratado de encapsular la consulta de las urnas del resto de asuntos nacionales; otra cosa es que lo consiga, porque inevitablemente la composición del parlamento gallego se interpretará con óptica nacional. No en vano, un sondeo de opinión realizado hace dos días por Metroscopia reflejaba que dos tercios de los encuestados en el conjunto del país consideraban que lo que salga de las urnas gallegas hoy será relevante para el conjunto del país.

Las encuestas arrojan como resultado más probable que los populares revaliden la mayoría absoluta, lo que supondría un refuerzo al liderazgo nacional de Núñez Feijóo. Pero los escenarios posibles también ofrecen otras dos alternativas: una, menos probable, pero no imposible, en la que el BNG y el PSOE sumarían la mayoría, y una tercera en la que Democracia Orensana termina por ser la llave que inclina balanza. En cualquier caso, para el PSOE se esperan malos resultados.

Lo que parece también claro es que Sumar no conseguirá representación parlamentaria, lo que evidencia el marco de crisis al que se enfrenta el movimiento de Yolanda Díaz, enflaquecido por el desencuentro con Podemos y sin un rumbo claro sobre su futuro.

Así pues, la fortaleza o debilidad que socialistas y populares demuestren esta noche electoral empezará a escucharse como una música lejana en las sedes de los respectivos partidos. También en Asturias. En el caso del PP asturiano, porque es indudable que el liderazgo interno de Álvaro Queipo ha estado apuntalado por el bloque gallego que mantiene el control de la cúpula nacional del partido. En el caso de los socialistas, porque todo lo que comience a sonar a fin de ciclo sanchista derivará en movimientos internos, con todo lo difícil que supone pronosticar el fin político de un dirigente que ha hecho que su principal virtud sea sobrevivir a situaciones adversas.

Pero en Asturias el gobierno de Barbón debería empezar a pensar en serio cómo remontar cierta imagen que se va asentando, la de un Ejecutivo que se toma las cosas con parsimonia, que puertas adentro centra su preocupación en lo superfluo o anecdótico, y que hacia el exterior parece carecer de la energía necesaria para llevar ese apelativo de "reformista" con el que el Ejecutivo se autodenomina de manera constante. Por ejemplo, ¿cuánto más puede permanecer el conflicto de las ITV sin resolverse o, al menos, sin ofrecer a los cientos de asturianos afectados una solución a un problema que ellos no han generado pero del que podrán sufrir las consecuencias?

Adrián Barbón ya ha gastado uno de los comodines de la reforma de la estructura de Gobierno, una carta que un Ejecutivo suele aplicar cuando quiere impulsar su imagen de acción política. En este caso no ha sido así; simplemente ha sido una decisión sobrevenida por un cambio de sillas y, además, en dos tiempos. Pero ahora ya empiezan a notarse las disfunciones internas y no sería descartable que en esta legislatura, si el clima político se hace muy cuesta arriba para los socialistas, el Presidente asturiano deba abordar una reforma en profundidad del Ejecutivo si quiere salvar el relato y no acabar arrastrado por las lecturas globales. Porque entre los sectores influyentes de la región, en los que los pequeños vientos anticipan las borrascas y se forjan corrientes de opinión que terminan convertidas en verdades inapelables, se aposenta la sensación de un Gobierno en inercia que no termina por marcar el paso de baile y que va a remolque de las situaciones.

Por eso, esta noche veremos más allá de Galicia por dónde vienen los nubarrones y para quién.

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