Opinión

Apuntes globales sobre el reto demográfico de Asturias

El desequilibrio intergeneracional por las migraciones y el territorial por la concentración de la población, las singularidades de la región

Jonás Fernández es eurodiputado asturiano por el PSOE

La sociedad asturiana ha situado en el centro del debate político el reto demográfico y el ejecutivo regional ha decidido afrontar definitivamente este desafío. En este sentido, hace ya algunos meses, la Junta General del Principado aprobaba un informe preliminar sobre esta materia, capitaneado por Gimena Llamedo, que ahora ya desde el Ejecutivo asturiano lo ha traducido a un proyecto ley en discusión pública en el parlamento regional. Asimismo, el monográfico del RIDEA, coordinado por Juan Luis Rodríguez–Vigil y Javier Junceda, publicado el pasado verano, ha podido servir también como reflexión adicional e inspirado algunas de las interesantes medidas que el gobierno pretende poner en marcha. Sin duda, a nueva red de "escuelines" supone también un hito en esa respuesta al reto demográfico.

Así pues, Asturias avanza en la vía de abordar el reto más relevante para nuestra pequeña y querida comunidad y, por ello, querría poner mi granito de arena ayudando a ampliar un poco el foco de la discusión pública, sin entrar a analizar la ruta de corto y medio plazo que el Gobierno ha puesto sobre la mesa que considero, en todo caso, acertada y necesaria.

Según los últimos datos de Naciones Unidas, en el año 2023 la tasa de fecundidad a escala mundial fue de tan sólo 2,31. Esta ratio nos indica el número promedio de hijos que nacerían por mujer si todas ellas vivieran hasta el final de sus años fértiles y dieran a luz de acuerdo con la tasa de fecundidad promedio para cada edad. Esta ratio es crítica en los análisis demográficos porque, en términos generales, se considera que si tal tasa se reduce hasta 2,1 la población de cualquier sociedad se mantendría estable. Obviamente, por debajo de esa cifra, el número de habitantes comenzaría a reducirse.

Pues bien, la semana pasada, la revista científica "The Lancent" publicaba un artículo dirigido por Stein E. Vollset del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) en el que afirmaba que todos los continentes, con la excepción de África, ya se situaban por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1 y, aun cuando tal continente pudiera registrar ratios relativamente elevadas de fecundidad en las próximas décadas, la población mundial presentaría por primera vez en la historia de la Humanidad una tasa de fecundidad menor a 2,1 antes de finales de la presente década, es decir, en los próximos seis años. Lo repito, antes de 2030, la Humanidad registrará una tasa de fertilidad inferior a la necesaria para mantener la población constante.

La transición demográfica es un hecho estilizado bien definido y estudiado por los demógrafos. La mejora de las condiciones de vida y de los sistemas de salud comienzan primero a reducir la tasa de mortalidad y aumentando la esperanza de vida. En el mismo sentido, se reduce también la tasa de mortalidad infantil, generando ambos efectos un crecimiento transitorio de la población. Con todo, según avanza el desarrollo y cae la tasa de mortalidad infantil, se reduce a la par la tasa de fecundidad, y tarde o temprano, la población se estanca sujeta sólo a posibles movimientos migratorios.

Una vez se inicia el ajuste de la tasa de fecundidad, la población sigue creciendo temporalmente por el incremento de la esperanza de vida que junto al crecimiento vegetativo de las últimas cohortes de jóvenes aún nacidos en el periodo entre el que se comienza a reducir la tasa de mortalidad infantil y se inicia la caída de fecundidad por debajo de la tasa de reemplazo. Sin embargo, la reducción paulatina y constante del número de nacimientos acaba imponiendo su prevalencia sobre la transición demográfica y tras algunas décadas, que depende del tamaño global de la población, el número de habitantes de cualquier sociedad comienza a estabilizarse. Ciertamente, está evolución depende críticamente también de los movimientos migratorios, que a fin de cuentas han evitado las caídas dramáticas de la población en la mayoría de las sociedades occidentales, muy avanzadas en ese proceso de transición iniciado a mediados del pasado siglo. Ahora bien, en estos momentos estamos observando esa caída de la ratio de fecundidad a escala mundial, anulando los efectos migratorios en términos cuantitativos globales.

Por otra parte, el economista asturiano Jesús Fernández–Villaverde, profesor en Penn, también ha dedicado parte de su investigación a esta materia. Con su artículo de 2022 "Demographic transititons across time and space" iniciaba unos trabajos científicos sobre demografía donde aportaba una base cuantitativa muy robusta, que le llevaba a sospechar de algunas de las estadísticas de población de la Naciones Unidas, ofrecidas por los Estados, especialmente con los datos de China.

Según Fernandez–Villaverde, los datos demográficos chinos están inflados respecto a las series reales, y esta es una sospecha bastante compartida también por muchos demógrafos. Además, la política de un sólo hijo seguida por China durante décadas, que provocó abortos femeninos selectivos, y comportamientos similares en algunos países, en los que las familias siguen prefiriendo tener niños en vez de niñas, habrían elevado la tasa de reemplazo real hasta el 2,22 frente a la teórica de 2,1. De este modo, si la población china es algo inferior a la oficial, dado su efecto sobre la población mundial, la ratio de fecundidad de cierre del año 2023 habría sido de 2,20, inferior a la tasa de reemplazo estimada por el propio Fernández–Villaverde en el 2,22. Así pues, la transición demográfica mundial habría llegado ya a su última fase, siete años antes de los cálculos comentados previamente.

Estos cálculos están sujetos a problemas prácticos en la recogida de datos, pero tenga razón o no Fernández–Villaverde, siete años arriba o abajo, la Humanidad ha iniciado un proceso de estancamiento de la población y más pronto que tarde comenzaremos a registrar caídas pronunciadas del número de habitantes, un proceso que, por otra parte, es bien distinto a ajustes poblaciones que sufrimos en el pasado vinculados a hambrunas o enfermedades. La caída prevista en la actualidad de la población presenta elementos estructurales y, probablemente, no tiene vuelta atrás. Durante la próxima década de los años 30, dada la evolución de la tasa de fecundidad, la población mundial comenzará a reducirse. Lo repito. La caída de la población mundial es inminente.

Volvamos a Asturias. Nuestra región avanza en esa transición demográfica varios pasos por delante, sin que las migraciones hubieran podido atenuar los efectos dado el menor pulso económico relativo desde el inicio de las reconversiones industriales. El dato positivo del pasado año podría repetirse coyunturalmente, y los efectos del cambio climático y la digitalización podrían también atenuar el ajuste de las últimas décadas. Con todo, el carácter más singular del reto demográfico de Asturias pasa especialmente por el desequilibrio intergeneracional, por las migraciones de las cohortes más jóvenes, y el desequilibrio territorial, por la concentración de la población en la zona central.

Por todo ello, sin renunciar a una mejora de los datos de población agregados, pero teniendo en cuenta el devenir de la población mundial, los esfuerzos deberían centrarse en abordar los problemas de ese desequilibrio generacional, que en este caso es transitorio, aunque con notables costes a corto plazo, y apostar con más fuerza por el equilibrio territorial, para lo cual confío y mucho en las oportunidades de la digitalización y en el despliegue de los servicios públicos.

Yo creo que estas son las características más singulares y especiales del debate demográfico en Asturias, más allá de las tribulaciones sobre la evolución global del número de asturianos, un desafío, este último, en el que las preguntas y las respuestas serán comunes con el conjunto de la Humanidad. Y sobre esos retos globales derivados de la caída de la población mundial que son muchos y, en algunos casos, impredecibles, me detendré otro día. Quizá adelantar, en la parte positiva, el alivio que supondría sobre el cambio climático, y, en la menos positiva, los problemas evidentes sobre la actividad económica y la sostenibilidad de algunos servicios públicos. Este futuro está muy próximo.

En todo caso, seamos concretos y precisos en la definición de nuestros particulares desafíos en Asturias y respaldemos al gobierno en sus esfuerzos actuales.

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