Opinión

Al morir Luis Martín-Santos...

A propósito de una exposición sobre la vida y la obra del psiquiatra y escritor

Hace unas semanas se inauguró en Madrid, en la Biblioteca Nacional, una exposición sobre la vida y la obra del psiquiatra y escritor Luis Martín-Santos (1924-1964) titulada "Martín-Santos: Tiempo de libertad" avalada por sus familiares y por responsables de la política cultural en vanguardia.

Como lector y otrora "fan" del psiquiatra donostiarra, aunque nacido en Larache (Marruecos), me ha llamado la atención, más que el interesante contenido de la muestra, todo lo que se ha dejado fuera, que es mucho y muy importante.

Creo que "Tiempo de Silencio" (1963) es una buena novela. Me gustó y me sigue gustando. Me cuesta leer "Tiempo de destrucción" (1973) la que, según su autor, es la más autobiográfica de su obra. La exposición hace un esforzado hincapié en la faceta política de Luis Martín-Santos, militante del PSOE en la clandestinidad desde los primeros años sesenta del siglo XX. Los recuerdos a su bondad, a sus valores humanos y a su lucha por la implantación en España de una salvífica socialdemocracia nos acercan demasiado a los textos de Paulo Coelho. Nada que ver con lo que dejó escrito el psiquiatra donostiarra, que estudió e hizo la mayor parte de su obra entre Salamanca y Madrid. Luis Martín-Santos fue un gran escritor. Pero, a fecha de hoy, tal vez merece más la pena su obra como psiquiatra. Su tesis doctoral "Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental" (1955), dirigida por Pedro Laín Entralgo, da muestras de un poderío intelectual inusual, genialoide. Sus escritos sobre el análisis existencial son tan válidos como necesarios en la actualidad y es una pena que sean tan desconocidos para la mayoría de profesionales, sobre todo del sector "soft mental health", tan de moda. Aunque ciertamente son trabajos que requieren esforzarse en su lectura y como decía Cesare Pavese, "lavorare, stanca".

Es cierto que la pasión política le costó a Luis Martín-Santos varios ingresos en prisión, brutales y absurdos pero mas breves que los de muchos otros presos porque su padre, médico militar y alto cargo en el franquismo, hacía lo posible por devolver a su hijo a su casa lo antes posible. También parece que la militancia clandestina le costó el importante premio Pío Baroja de novela que se entregaba en San Sebastián por aquellos años.

En la exposición de la Biblioteca Nacional, entre frase de autoayuda y fragmento de novela, se echan en falta referencias y aclaraciones sobre lo que fueron sus grandes tragedias vitales: su madre, con una personalidad muy peculiar y un sufrimiento psíquico importante, la tensa relación con su padre, la muerte de su esposa Rocío por presunta intoxicación de gas merced a una anosmia no bien explicada o la desgraciada muerte por suicidio del Dr. Bueno Ituarte, su predecesor en la dirección del Psiquiátrico de San Sebastián. Ninguno de ellos encuentra acomodo en la muestra de la Biblioteca Nacional pese a haber sido partícipes "prima facie" del ansia de libertad que irradiaba Martín-Santos.

Pero como explicó María Josefa Rezola, una de las mejores amigas del escritor fallecido en accidente de tráfico en las cercanías de Vitoria en 1964: "Ni siquiera Luis Martín-Santos sabía con certeza quién era o que buscaba Luis Martín-Santos. Dudo que haya alguien que pueda llegar a entenderlo".

Sobre Luis Martín-Santos conozco dos biografías: una del pediatra Pedro Gorrochategui, titulada "Luis Martín-Santos: historia de un compromiso" (1995), que fue su tesis doctoral bajo el auspicio del oftalmólogo José Luis Munoa, con apoyo de diputaciones y entes culturales vascos y la mejor biografía, evidence-based, que es la publicada por José Lázaro y que se tituló "Vidas y muertes de Luis Martín-Santos" (2009), galardonada con el premio Comillas de Biografía, tal vez el mejor estudio sobre la vida y la obra del malogrado psiquiatra pero que parece incompleta.

Al salir de esta muestra recuerdo las últimas exposiciones que he visto en la Biblioteca Nacional de Francia: "Baudelaire y la modernidad melancólica" y "Proust: la fábrica de su obra". Sé que son autores muy dispares en obra y época, pero la palabra "libertad", ni asoma. Como tampoco aparece en la casa-museo de Víctor Hugo en la Plaza de los Vosgos, donde se da cuenta de los rincones oscuros del grandísimo autor de "Los miserables".

España tiene un serio problema con el género biográfico. Lo tienen las familias, albaceas de la mayoría de testimonios vitales básicos. En algunos casos, y por mor de la Guerra Civil que partió este país en dos durante tanto tiempo, hay ciertos silencios que pueden estar justificados. Pero también los biógrafos y los editores le tienen un gran respeto al género. Creo que, como herederos, los familiares pueden exigir respeto y silencio sobre ciertos datos del familiar famoso. Lo que no tiene sentido es venderlos al mejor postor y, a la par, apelar a la discreción del resto de interesados.

Se agradece, no obstante, que la vida de Luis Martín-Santos, que se estrelló con su coche contra un árbol, no haya sido novelada: no hay pruebas de que fuesen a buscarlo a él. Como decía Manuel Alcántara: "Desconfíen del malogrado, desconfíen del malogrado…".

Suscríbete para seguir leyendo