Se apagó la vela

Llanes pierde a José María Soberón García, "Chovero", uno de sus personajes más populares

Antonio Trevín

Antonio Trevín

El mensaje de María José era breve y explícito: "Ya se murió Chovero".

Se apagó la vela

Se apagó la vela / Antonio Trevín Lombán

Con José María Soberón García, "Chovero" para todos, se va parte de la historia de Llanes. Fue uno de los protagonistas de la más trabajadora, popular y festiva. Al recibir el aviso de María José, su hija, recordé la frase que él pronunciaba cuando le comunicaban el fallecimiento de un conocido: "Se apagó la vela".

Pocos llaniscos de su generación pueden presumir, como él, de haber sido testigos, y a la vez actores privilegiados, de los grandes cambios que Llanes afrontó desde finales de nuestra incivil "guerra civil". Para mí siempre fue el "Chove" y el transporte, la logística y los residuos, sus especialidades.

La estación de ferrocarril de Llanes era, en los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX un hervidero de personas y mercancías. El bar de la estación y La Gloria, recientemente desaparecida, constituían parada y fonda imprescindibles para las primeras. Atender a las segundas precisaba medios de transporte a disposición en los momentos más inesperados. Y en cada uno de ellos, Chovero estaba disponible. Primero con su propia fuerza, después con fuerza animal. Años más tarde con tracción mecánica.

Heredó, además del apodo, el oficio de su padre. Ambos, aparte de atender las necesidades logísticas de la estación, ofrecían reparto puerta a puerta a pequeñas empresas y comercios de Llanes, cuando SEUR no era ni tan siquiera una idea. Pero vino el plan de estabilización y la economía llanisca perdió gran parte de su dinamismo. Quienes vivían de su trabajo emigraban, a Europa, América, África o Australia o se reinventaban. Esto último fue lo que hizo el Chove.

A los portes unió el reciclaje, cuando aún la palabra, prácticamente, no existía. Entraba en casas de alcurnia para vaciar pisos y desvanes. Recogía enseres y electrodomésticos, desechados por sus dueños, a domicilio, poniendo en marcha, en el barrio del Cuetu, el primer "punto limpio" del concejo. También acarreó ocle y chatarra cuando fue necesario. Casi siempre acompañado de copilotos que lo adoraban. Yo lo conocí con su inseparable Domingo, "el Tivo". Antes tuvo otros compañeros de "portes", como Andrés Carreño, quien llora y llorará su ausencia mucho tiempo.

Y no sólo él. Muchos más lo haremos. Todos los que oímos alguna vez su frase favorita: "No hay problema": Los que frecuentan los bailes de jubilados de Llanes, Ribadesella o Cangas de Onís, que ya no podrán seguir disfrutando de sus admirables dotes como bailarín; los del bando de la Guía, a cuyo pasacalles asistió década tras década vestido de porruano; los habituales del "baile de la patata", de la fiesta del Morru en el Cuetu. Y los socialistas llaniscos, que tanto le debemos a él y a su familia.

Su primer apellido, Soberón, está unido inseparablemente a la historia democrática del municipio. Sus tías Manolita y Eloísa fueron el alma de nuestra agrupación varías décadas. Su tío Guillermo estuvo internado en el campo de concentración Argelès-sur-Mer y murió en el exilio. Otro, Ángel "Choviu", tuvo que emigrar forzosamente. Y él mismo "dio la cara" cuando fue necesario empujar para conquistar nuestra democracia.

Arriesgó uno de sus bienes más preciados: el vehículo con el que, durante varias décadas, recogió la basura municipal, antes de jubilarse como conductor de Cogersa. Se celebraba, poco después de la muerte del dictador, la primera fiesta socialista astur-cántabra en la cuesta de Cué y los oradores necesitaban un lugar elevado para dirigirse a los presentes. Chovero no lo dudó y puso a disposición de los mismos la caja de su camión, aunque alguno de los asistentes le advirtiera que corría el riesgo de que se lo quemaran.

La militancia familiar la continúa María José, su hija. Concejal socialista hace unos años y candidata en las últimas elecciones municipales. Para ella, especialmente, y para toda su familia de sangre y de afectos, queda la seguridad de que "su vela" nos alumbrará aún muchos años.