Relatos sobre vitela

Recuerdo de la historia musical de Covadonga

Al hilo de la última actuación de la Escolanía, símbolo del santuario y de la región

Andrés Martínez Vega

Andrés Martínez Vega

Alejados, afortunadamente, de los estrepitosos ecos generados al socaire de la ya conocida como homilía de Covadonga, tengo interés en poner de manifiesto el hecho, tal vez más importante, de que en aquel acto religioso se produjera la última actuación, precisamente en ese Día de Asturias, de la conocida Escolanía de Covadonga, símbolo del santuario y de la región; aunque, en principio, parece que esta determinación no tuvo ninguna relevancia, tal vez oscurecida premeditadamente por la citada homilía...

La iniciativa había sido tomada en su momento y puede considerarse como respetable, al margen de poder compartirla o no; pero desde luego semejante resolución conlleva la responsabilidad de poner fin a la tradicional historia de la música en Covadonga, página importante de la historia musical sacra del Principado.

En efecto, desde el siglo XVI tenemos constancia documental de la función de la música en la abadía asturiana. A mediados del siglo XVII se encarga un nuevo órgano que sustituye al antiguo y se vela cuidadosamente por el cargo de organista, así como de otros músicos encargados del violón, guitarra o el arpa. Todos ellos, así como las voces del coro, suelen ser examinadas y elegidas por el Padre Maestro del monasterio ovetense de San Vicente. Precisamente, desde este cenobio, el Padre Feijoo daba cuenta de la importancia de la música sacra en la espiritualidad del pueblo y de la necesaria reforma que era necesario imponer. Así se desprende de las referencias al monje asturiano que hace el Papa Benedicto XIV en su encíclica "Annus qui" (1749) con el propósito de renovar la música religiosa.

Tardará años en llevarse a cabo la necesaria reforma, promulgada por San Pío X a través del motu proprio de 1903, etapa en la que Covadonga jugará un importante papel a la sombra del interés de los diferentes prelados diocesanos e, incluso, de aquellos otros de origen asturiano, como fue el futuro cardenal Guisasola, que ensalza en el Congreso Nacional de Música Sagrada, celebrado en Barcelona en 1912, de forma vehemente la actividad musical de Asturias y Covadonga.

Era un momento de auge de la actividad musical de la abadía, que culminará con la creación en el verano de 1945 de la Escolanía, obra del obispo Benjamín Arriba y Castro; sin embargo, cuando realmente esta primera agrupación coral comenzó a adquirir una categoría comparable a otras de ámbito nacional fue bajo el pontificado de Javier Lauzurica que, incluso, llega a organizar en el verano de 1951 en el santuario un curso de verano para los integrantes de la Escolanía y de la Schola Cantorum del Seminario de Oviedo, en el que participaron como prestigiosos ponentes el rector Olaizola, preparado en Montserrat para abordar la música gregoriana; Altube y Masó, profesores del Real conservatorio de Madrid, encargados de las clases de coralización y dicción musical; y las lecciones de órgano, a cargo del conocido organista de Santa María del Coro de San Sebastián.

Eran tiempos en los que la diócesis asturiana estaba regida por prelados dotados de una clarividencia singular y una certera visión del papel de la música en la formación religiosa y en las vivencias espirituales; en base a ello la supervivencia de la Escolanía estaba garantizada. La realidad actual todos la sabemos. Soluciones y alternativas claro que existen, los mismos ex escolanos las plantean. ¿No hubiera sido posible, entre otras, solicitar ayuda coral para ciertos actos y mantener a mínimos a la agrupación hasta que vinieran nuevos tiempos? Esta alternativa ya se había llevado a cabo en épocas anteriores; con ella nos ahorraríamos el efecto psicológico que supuso el anuncio del final de la Escolanía, y el daño irreparable causado al patrimonio musical asturiano del que, por cierto, no parece resentirse ningún investigador o especialista en el tema. Desgraciadamente, ya nos hemos acostumbrado a las posturas hipócritas de mirar para otro lado. Yo quiero, al menos, agradeceros a vosotros los escolanos los buenos momentos que nos hicisteis pasar. Gracias a todos. Os llevo en el corazón.

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