Javier NEIRA

Poca historia y mala memoria. El túnel del viejo ferrocarril del Vasco, que atraviesa buena parte de Oviedo -más de 500 metros, desde el Parque de Invierno hasta Fuente del Prado, en la trasera de los Dominicos- cumple ahora diez años fuera de uso, con las dos bocas tapiadas y camufladas por sebes como selvas y sin que apenas queden papeles de su existencia en las instituciones o recuerdos en la ciudadanía.

El ferrocarril Vasco-Asturiano inauguró su primer trazado, de Oviedo a San Esteban de Pravia, el dos de agosto de 1904. Y el tramo inicial, de Oviedo a Fuso de la Reina, dejó de estar en funcionamiento -para ser casi inmediatamente desmantelado- en 1999, de manera que ahora se cumplen diez años del final de una actividad ferroviaria para dar paso a una senda orientada al deporte, el recreo y el esparcimiento. Por cierto, esa senda, más allá de La Manjoya, cuenta con tres túneles de los que dos son perfectamente transitables y el último, prácticamente ya en Fuso, está pendiente de las obras de un colector.

Sin embargo, el túnel final del viejo ferrocarril del Vasco, que daba entrada a la ciudad, simplemente fue tapiado y los pocos que saben algo de él dicen que apenas es un enorme espacio, más de 2.000 metros cuadrados, para enseñoreamiento de las ratas.

En la mañana de ayer LA NUEVA ESPAÑA se acercó sucesivamente hasta las dos bocas, sur y este, del túnel. En la boca sur, en un extremo del Parque de Invierno -al pie del edificio de la Malatería, bajo un talud- la maleza, aún en invierno, impide localizar la entrada. A un lado, el río Gafo y a sólo unos pasos una laguna de cerca de treinta metros con aguas estancadas y putrefactas.

Adentrándose por la maleza se llega, al fin, a ver la tapia que cierra el túnel. Tiene un graffiti ininteligible, pintado en azul. Un argayo ha cegado buena parte de la caja de la antigua vía, así que la entrada del túnel ahora parece mucho menos alta. Recuerda de alguna manera al túnel del Tren de la Bruja, una de las clásicas atracciones de las barracas. El paredón no llega a cerrar completamente la boca, de manera que por encima de los ladrillos, sucios y repintados, salen sin cesar unos extraños humos, probablemente fruto de humedades o de la fermentación de miasmas en el interior del subterráneo.

En la otra boca, la situación es aún peor. Está a la altura de la pasarela peatonal que cruza la Ronda Sur, bajo una de las torres blancas de Otero. La feraz vegetación impide acercarse a menos de cuarenta metros de lo que, sólo por deducción, se puede identificar como boca este del túnel. No se puede ver ni la entrada ni la tapia que la cierra. Sólo se adivina el estrechamiento de la vieja caja de la vía férrea.

El músico asturiano Víctor Manuel, en la canción «El tren de madera», de 1968, hace alusión al Vasco con versos inequívocos, tratándose de un mierense. «Cuántas ilusiones lleva a la ciudad / ese tren tan viejo que no puede andar. / Sólo tres vagones hasta rebosar, / uno de los ricos, con otros dos más, / cestas con gallinas y trozos de pan / todos a la feria, feria de San Juan. / Viaja un cura gordo y un guardia civil, / hay un túnel largo que no tiene fin, / una brava moza quiere prosperar, / buscará trabajo en la gran ciudad».

La gran ciudad de la canción es Oviedo y el «túnel largo que no tienen fin» es el que ahora está tapiado, olvidado y sin sentido.

El trazado del Vasco en su conjunto pasaba por modélico. En la entrada a Oviedo, sin duda, lo era. Avanzaba por la cuenca del Gafo; al llegar a la zona de los Catalanes y la Bolgachina, una muralla de piedra impedía continuar, así que se excavó el túnel ahora olvidado; al otro lado del subterráneo, discurría gracias a un puente sobre la prolongación de la calle de la Regla; cruzaba después con otro puente de hierro, sobre el Postigo Bajo; atravesaba la Fábrica del Gas; pasaba con un nuevo puente de hierro sobre la cuesta de La Vega y desembocaba en la estación donde un juego de pasarelas posibilitaba la circulación de los pasajeros a desnivel y unas empinadas escaleras permitían alcanzar la calle Jovellanos, principio o fin del viaje.

¿Qué futuro tiene el túnel del Vasco? Se trata de más de 2.000 metros cuadrados, bajo la ciudad, céntricos y que, con una rehabilitación probablemente poco costosa, podrían utilizarse en distintas orientaciones. Cuando en octubre de 2007 el Museo del Holocausto de Jerusalén recibió el premio «Príncipe de Asturias», algunos miembros de la comunidad judía local fueron sondeados sobre la posibilidad de destinar el túnel a espacio de exposiciones e incluso como instalación permanente en conexión con el centro jerosolomitano.

La propiedad del túnel corresponde a la sociedad Cinturón Verde, mayoritariamente participada por el Ayuntamiento de Oviedo. El único proyecto que baraja el Ayuntamiento en relación con el túnel es rellenarlo de arena.