Todos los niños juegan, desde el principio del mundo, e incluso sin juguetes. Con tiempo y espacio, un niño juega. Los niños ovetenses están en este caso, y Oviedo fue un gran campo de juegos, cuando la calle era el patio particular de cada cual y las horas que no ocupaba la escuela eran para jugar, estableciendo en esta actividad lazos de amistad que a veces duran tanto como la vida.

Por no ir más atrás, en el Oviedo de posguerra había mucho espacio para jugar, solares y ruinas que ofrecían especiales atractivos aventureros para la infancia. Progresivamente esos espacios fueron desapareciendo, y en la actualidad, con la ciudad muy crecida, lo único que hay son parquecillos urbanos con juegos prefabricados, en un tiempo en el que los niños perdieron mucha fantasía y se acogen con frecuencia a eso de «me aburro».

El Campo San Francisco, jardín privado de cada uno de nosotros, fue durante muchas generaciones lugar favorito de todas las edades, siempre lleno de niños.

Cae en mis manos una revista, «Erosky Consumer», que en el número del último abril publica un extenso informe sobre los parques infantiles de 18 ciudades españolas, calificando una serie de aspectos de seguridad y mantenimiento. Entre esas ciudades está Oviedo, y los datos no nos dejan en muy buen lugar, por debajo de la media. Las mejor calificadas en ese estudio han sido las zonas infantiles de Cádiz, Barcelona y Córdoba, en la zona media están Bilbao, Madrid y Murcia y, trascribo literalmente, «el suspenso recae en Oviedo, Sevilla y Valladolid».

La mañana del pasado viernes, bajo la intensa lluvia, fui hasta una de las zonas de juegos clásica de Oviedo, la que está en el clásico paseo de los Curas, donde ya no hay ni paseo ni curas que lo paseen. Naturalmente, no había nadie porque, aparte de la lluvia disuasoria, no era hora adecuada. Todo estaba maravillosamente triste, con ese aire romántico que tanto favorece al Campo en los días sin sol. Les dejo a ustedes la tarea de revisar esta y otras de las muchas zonas de juegos infantiles que ahora disciplinan esa libre actitud que se ha ido replegando. De paso, se puede repasar el estado general de las zonas. Camino del paseo de los Curas, cerca de Santa Susana, en el acceso a la escalinata de la fuente del Pez, faltan dos de las seis bolas que rematan el balaustre. No es la primera vez, porque se ve que algunos que habían sido niños en su tiempo, disfrutan así, atacando impune y estérilmente los clásicos e ingenuos adornos de nuestro Campo.

Aserrín, aserrán, maderitos de San Juan. Ya falta menos para el 24 de junio.