Oviedo, P. RUBIERA

Javier Fernández Conde, catedrático ya jubilado de Historia Medieval y sacerdote, ofició ayer el funeral por Blanca Álvarez Pinedo, conocida en el mundo de la cultura como «doña Blanca», la archivera del Histórico Provincial. «Era una mujer sencilla y transparente, y también libre», afirmó Fernández Conde, amigo de la fallecida. «La llevo en el corazón con un recuerdo amable y también como un testimonio. Era clara por dentro y por fuera», afirmó.

Era, además, una apasionada de su trabajo de archivera e investigadora, como recordaba la religiosa Covadonga Querol, archivera del monasterio de las Pelayas y amiga. «Tenía algo especial. A su magnífica labor de archivera hay que sumar su agradable personalidad, sin poner nunca una mala cara, sin hablar jamás mal de nadie», añade.

Blanca Álvarez Pinedo (Villanueva de Córdoba, 1931), falleció el pasado sábado víctima de un cáncer. Dirigió durante veinticinco años (1971-1996) el entonces llamado Archivo Histórico Provincial -hoy Archivo Histórico de Asturias-, entonces ubicado en el monasterio de San Pelayo, en Oviedo. Y compaginó esa tarea con su trabajo en los archivos de la Audiencia y de Hacienda. A ella se debe el impulso de la elaboración de archivos y fondos documentales de Asturias, que ayudó a conocer las características y el estado de conservación de los archivos asturianos.

El Gobierno regional le concedió la medalla de plata de Asturias, que recibió con alegría el pasado mes de septiembre. «Me satisface que haya un reconocimiento a mi trabajo, pero también pienso que hay mucha gente que se la merece», declaraba Blanca Álvarez a LA NUEVA ESPAÑA días antes de recibir la distinción.

«Blanca Álvarez ha contribuido con gran profesionalidad y conocimientos a normalizar y poner en marcha la actividad del Archivo Histórico de Asturias», afirmó el consejero de Cultura, Emilio Marcos Vallaure, quien representó al Gobierno en el funeral. «Su trabajo hizo del hoy Archivo Histórico de Asturias una institución clave en la vida cultural asturiana», subrayó.

Blanca Álvarez se lamentaba en la entrevista concedida a este diario de la dificultad para entender la importancia de los fondos documentales que observaba en los gestores culturales asturianos. «La historia se escribe sobre los documentos, luego el historiador los interpreta. Yo tal vez sienta una pasión especial, entiendo que hay que cuidarlos, y no sólo por la historia, sino por el interés de las personas que encuentran en ellos datos y argumentos para la defensa de sus intereses».

Su pasión por el documento, ciertamente, era especial, recordaba ayer Covadonga Querol. «Mucho antes de jubilarse ya me decía que cuando llegara ese momento quería venir a trabajar conmigo a las Pelayas».

Y así fue. Cuando se jubiló, Blanca Álvarez Pinedo iba todas las tardes, excepto la de los jueves -en la que colaboraba con la ONG Manos Unidas-, a trabajar con Covadonga Querol. «Me daba las gracias y cuando yo le decía que la agradecida era yo por poder contar con su colaboración, añadía: "¡Me lo paso tan bien!..."».

En los últimos tiempos había dejado de ir los viernes, tarde que dedicaba a la familia. Viuda, madre de cuatro hijos y abuela de seis nietos, confesaba que nunca había tenido problemas de conciliación familiar.

Su sucesora en la dirección del Archivo Histórico de Asturias, Conchita Paredes, confesaba ayer haber perdido a su maestra. «A nivel humano, era una persona excepcional, de una calidad incomparable. Para mí fue una maestra, me abrió el mundo a un trabajo maravilloso y creo que supo transmitirme su interés; su muerte es una pérdida que afecta directamente al corazón».

¿Qué destacaría de su tarea? «Cuando ella llegó, todo estaba por hacer en los archivos. Con el objetivo claro de recuperar el patrimonio documental asturiano, Blanca se encargó de gestionar el ingreso en el Archivo Histórico, de la documentación notarial con más de cien años de antigüedad que se encontraba repartida por diferentes lugares de la geografía asturiana, una parte de ella en un estado de conservación lamentable; estableció un régimen de transferencias documentales con las delegaciones ministeriales radicadas en la provincia y, con la llegada de la democracia, emprendió la recuperación de la documentación generada por las instituciones adscritas al extinto Movimiento Nacional. Y además ejercía la dirección del Archivo Histórico con escasos medios y muchísima pasión».

Blanca Álvarez fue despedida ayer, además de por su familia, por numerosos amigos y colegas. El monasterio de San Pelayo ofrecerá mañana, a las siete y media de la tarde, una misa en su memoria. Hija de un segoviano y una alavesa, nacida en Córdoba y residente en Valladolid, Blanca Álvarez se consideraba asturiana. «Que no me manden salir de aquí, me gusta todo de Asturias y, en Oviedo, estoy muy contenta y feliz», confesaba a LA NUEVA ESPAÑA.

«Era una persona excepcional, de una calidad incomparable. Me abrió el mundo a un trabajo maravilloso»

<Conchita Paredes >

Directora del Archivo Histórico

«Su trabajo hizo del Archivo Histórico una institución clave en la vida cultural asturiana»

<Emilio Marcos Vallaure >

Consejero de Cultura

«Tenía algo especial. A su magnífica labor de archivera hay que sumar su agradable personalidad»

<Covadonga Querol >

Archivera de las Pelayas