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Manolo García, el rey de la escena

El cantante emociona y entusiasma en el Auditorio con un repertorio aclamado y coreado y con su inconfundible voz y su entrega absoluta

Manolo García, el rey de la escenaluisma murias

Ya dijo Manolo García en un momento del concierto que lo bueno de la música es que las amistades no se perdían. Y perdura su éxito. Ayer en el Auditorio fue recibido al grito de «maestro»; y eso que comenzaba calmado, a golpe de voz y teclados. Rápido se encendió aún más la afición a las primeras notas de «Sombra de tu palmera». Y así de principio a fin.

La gente siempre comienza los conciertos del cantante ordenadamente, sentados, recogidos y, al rato, se dispersa a bailar y cantar, a disfrutar. Ayuda el músico catalán con sus incursiones por pasillos y el frontal del escenario. Por ahí le llegan regalos, peluches y banderas de Asturias en las que luego se envuelve el barcelonés.

Al poco de culminar la parte de presentación asoman efectos luminosos y se despliega una banda muy potente, cargada de instrumentos de cuerda, de percusiones (cajón, batería...), acordeón, teclados, de cuidados sonidos; y van cayendo, como un regalo para el público, todas sus píldoras medicinales. «Malva», donde ya se muestra el talento del guitarrista (con una entradilla con «olor» funky) o «Para que no se duerman mis sentidos», con la que García aprovecha para reflexionar: «Es mejor sentir que pensar, pensar es muy cansado, hay que sentir». Asoma la danza entre sombras de una pantalla y al poco en el escenario acompañando «Compasión y silencio».

Para entonces Manolo García ya había pedido mirar al futuro y cuidar el cambio climático para las generaciones venideras. «Esto también lo tapa la crisis», dijo. Ya hacía tiempo que había saludado a «Uviéu», a los que allí estaban «de Gijón, de León y Valencia», porque ya habían transcurrido, en un pispás, tres cuartos del concierto (antes de bises) y la sesión ya era más que una fiesta total, era la mejor demostración de complicidad entre un artista y su público.

Pero, claro, quedaba mucho por exponer. Por ejemplo, una «intro» de guitarra española espectacular en «Sin que sepas de mí», otro espectáculo combinado de imagen de sombra y danza, canción e instrumentos en «Sombra de tu sombrero», para proseguir hasta el final con un buen puñado de piezas que dan distintos tonos de su repertorio: «Estoy alegre», «Nunca el tiempo es perdido» («guapo y campeón» se oía entonces), «Un año y otro año»... Su retahíla imparable de éxitos que combina con sus saludos, su proximidad con la gente y sus mensajes. «A veces», dijo Manolo en la primera parte, «llegan pequeños presentes y alguien me dice: "Gracias por continuar"». Pues así fue en la despedida del concierto, regalando a sus fieles bises que culminaron la sesión con una fiesta total.

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