Ch. N.

Diez años después de la llegada del Apostolado de El Greco al Museo de Bellas Artes de Asturias, la operación por la que se logró retener en Asturias los doce lienzos del taller del pintor cretense, afincado en Toledo, todavía sigue llamando la atención por la forma en que se lograron casar distintos intereses gracias a una amplia colaboración entre empresas e instituciones que presidió y propició el entonces vicepresidente primero del Gobierno de Aznar, Francisco Álvarez-Cascos.

El primer interesado en vender los doce cuadros del Apostolado, sobre los que ahora han surgido voces que rebajan la participación de El Greco en su factura, era el marqués de San Feliz, Francisco Goicoerrotea, hoy marqués de Valdeterrazo. Su bisabuelo había adquirido el conjunto en 1906 a las Pelayas, evitando que las benedictinas se lo vendieran a un anticuario francés afincado en Madrid. A mediados de noviembre de 2001 hizo llegar al Museo de Bellas Artes de Asturias su intención de vender los doce lienzos y su deseo de que el conjunto no saliera de Asturias, donde está documentado desde el siglo XVIII. El precio del Apostolado eran tres mil millones de pesetas, una cifra que estaba muy lejos de los presupuestos que manejaba la pinacoteca asturiana. Y ahí es donde entró en acción Francisco Álvarez-Cascos, reeditando una operación que ya había ensayado, con éxito, en 2002, con la adquisición para el Bellas Artes del primer retrato que Goya había hecho a Jovellanos.

En aquella ocasión, la idea era una aspiración del director del Museo, Emilio Marcos Vallaure, a la que Francisco Álvarez- Cascos, vicepresidente primero del Gobierno, había dado alas con el apoyo del vicepresidente segundo, otro asturiano, Rodrigo Rato, que entonces era también ministro de Hacienda. En el Principado gobernaba entonces Sergio Marqués, y la llegada al poder de Areces en aquel momento tampoco alteró la operación. Se trataba de que una empresa, Hidrocantábrico en este caso, se hiciera con la obra en pago de los impuestos de sociedades. Hacienda debía admitir el procedimiento y posteriormente, para que se quedase en Asturias, el museo nacional a cuyos fondos pasara tenía que cederla al Bellas Artes de Asturias.

Todo el mundo estuvo de acuerdo con aquella operación por la que Hidrocantábrico compró a la familia catalana Valls y Taberner el Goya por 520 millones de pesetas. Desde HC indican que la empresa fue «un instrumento necesario y útil en una operación cómoda» para ellos. Son palabras similares a las que hoy cuentan los que dos años más tarde estaban relacionados con Aceralia, la empresa que repitió el papel de Hidrocantábrico en la adquisición del Apostolado.

Óscar Fleites, que se encargaba de la comunicación de la empresa en aquel 2002, detalla que se trataba de pagar una parte de los impuestos que tenía que abonar Aceralia a través de la compra del Apostolado del Greco al marqués de San Feliz, «con la intención de que pudiera quedarse en el Museo de Bellas Artes de Asturias». La dación, al tratarse de un impuesto nacional, había que hacerla a un museo estatal y se hizo al Museo de Valladolid, pero para recibirlo de forma permanente en el Museo de Bellas Artes. «El presidente de FAC fue el que propició la operación», cuenta ahora Fleites. Su función era la de encontrar una empresa encargada de realizar la operación, y la encontró en Aceralia, y de permitir que Hacienda diera el visto bueno y que el museo destinatario accediera a ceder permanentemente el conjunto de cuadros.

La operación, por tres mil millones de pesetas, se cerró sin problemas y el Museo de Bellas Artes de Asturias acondicionó una sala exclusivamente para el Apostolado y presentó los doce óleos en sociedad el 29 de julio de 2002. Asistieron José Ramón Álvarez Rendueles, como presidente de Aceralia; el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces; el consejero de Cultura, Javier Fernández Vallina; el director del museo, Emilio Marcos Vallaure, y el vendedor y anterior propietario del apostolado, Francisco Goicoerrotea.

Álvarez-Cascos todavía intentó, dos años más tarde, volver a repetir la operación. Esta vez era a través de la empresa constructora ACS, propiedad de Florentino Pérez, y la obra era «Retrato de una joven campesina», de Velázquez, también conocida como «La gallega». Aunque Cascos había iniciado la operación, después abandonó la política, el PP perdió las elecciones y el Ministerio de Cultura rechazó la operación, posiblemente, por las dudas que el especialista Jonathan Brown había sembrado sobre su autenticidad, frente a la opinión del director honorario del Prado Alfonso Pérez Sánchez.