Una velada para la redención desde que, de entrada, la Orquesta Sinfónica Ciudad de Birmingham atacó el pasaje cumbre de la ópera "Parsifal", de Wagner. El héroe llega a la fuente sagrada para ser purificado por Gurnemanz y Kundry, antes de participar en la ceremonia del Grial; la naturaleza estalla en belleza y luminosidad en el famosísimo "El encantamiento de Viernes Santo". Parsifal comprende que su cometido es salvar a los pecadores. Y lo mismo debió sentir y pensar el maestro Andris Nelsons porque logró que el respetable, que mal llenaba el auditorio Príncipe Felipe, entrara en trance para no dejar ese nirvana en toda la tarde noche.

Nelsons es el aspirante más cualificado para dirigir como titular la Filarmónica de Berlín, la oficiosamente más destacada orquesta del mundo, así que ayer el público asturiano tuvo ocasión de encontrarse con lo mejor de lo mejor. Los de Birmingham no le van a la zaga. Y después de ese maravilloso preludio -realmente la almendra de "Parsifal"- salió a escena el tenor Klaus Florian Vogt, también en la cumbre artística mundial, para seguir con Wagner sin tregua.

Vogt atacó "Amfortas, die Wunde", del segundo acto de "Parsifal". Con una voz poderosísima y explosiva cantó "¿cómo podré expiar mis culpas?" y arrancó la primera ovación. Después, "Nur eine Waffe taugt", del tercer acto de "Parsifal". "Redímete y sálvate" fraseó ceremonialmente y nuevos aplausos. La orquesta ofreció el "Preludio" al tercer acto de "Lohengrin" con un director cada vez más actor.

Volvió el tenor con "Höchstes Vertrauen hast Du mir schon zu danken", del tercer acto "Lohengrin", un lied para enamorar: "Contemplar tu amor es lo único que justifica mi sacrificio". Muy bien. Y como cierre "In fernem Land", del tercer acto de "Lohengrin" cantando como del Grial "reciben los caballeros la fe más pura y gloriosa". Dos minutos y 48 segundos de ovaciones y propina con minuto y medio de aplausos adicionales.

En la segunda parte de la sesión, la monumental sinfonía número 7 de Bruckner. Los cuatro movimientos responden con rígida disciplina al esquema tradicional de la sinfonía. Genial conservadurismo. Sobre el escenario, más de noventa profesores.

El allegro moderato abundó en el dinámico romanticismo que fue la tónica del concierto. Una sonoridad apabullante.

La clave formal y expresiva de la obra es el segundo movimiento, adagio, que comienza con un homenaje instrumental al maestro Wagner, recién fallecido cuando se compuso. Los cuatro primeros compases del tiempo cursan según un cuarteto de tubas wagnerianas. En esa temporada Bruckner asistió al estreno de "Parsifal", en julio de 1882, un enlace con la primera parte del concierto de ayer. Una curiosidad, el adagio fue el pasaje elegido para anunciar la muerte de Hitler por la radio alemana el día siguiente a su suicidio.

El scherzo llenó de brío la sala y el finale, de sonoridad. Cuatro minutos y 55 segundos de aplauso y bravos encendidos. Una cita redonda.