Víctor Hevia Rodríguez, quien fuera investigador y director del Instituto Nacional del Carbón (Incar), falleció el pasado martes en Oviedo a la edad de 93 años. Hijo del famoso escultor Víctor Hevia Granda, formó parte durante largo tiempo, como miembro de número, del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), hasta que al cumplir 75 años pasó a ser emérito. En el RIDEA integraba la comisión quinta, dedicada a Ciencias de la Naturaleza y Tecnología.

"Víctor Hevia era un gran conocedor del carbón, creó escuela y todavía hoy, 28 años después de su jubilación, es entre nosotros una figura respetada", declaró ayer a LA NUEVA ESPAÑA Fernando Rubiera, actual director del Incar, equipamiento dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y emplazado en La Corredoria.

Víctor Hevia fue el impulsor del laboratorio de petrografía del Instituto Nacional del Carbón. Más tarde, Javier Prado tomó su relevo en este departamento. "Es un laboratorio de prestigio internacional y cuya misión resume lo que fue la gran especialidad de Víctor Hevia: identificar carbones", explicó Fernando Rubiera.

La dirección del Incar fue un episodio más bien coyuntural en la carrera del ahora fallecido: ejerció esta tarea en funciones a lo largo de unos meses. Su trayectoria esencial se dedicó a la investigación. Asimismo, desempeñó un papel relevante en el Comité Internacional de Petrografía.

Víctor Hevia ha dejado viuda -Conchita Ojanguren Argüelles- y tres hijas: Conchita, Paz y Covadonga Hevia Ojanguren. La primera de ellas fue profesora de Biología en el Instituto Aramo de Oviedo, y la segunda, siguiendo los pasos de su abuelo, es escultora. La tercera es médica nefróloga. El funeral se celebró anteayer miércoles, en la parroquia ovetense del Corazón de María. Asistieron sus familiares y amigos, pero también una representación de quienes fueron compañeros suyos en el Instituto Nacional del Carbón.

Víctor Hevia Rodríguez creció a la sombra de la imponente figura de su padre, el ovetense Víctor Hevia Granda (1885-1957). Este último fue académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, miembro de número del RIDEA y vocal de la junta, conservador y adjunto a la dirección del Museo Arqueológico de Asturias. En 1921 le fue encomendada la restauración y limpieza de la Cámara Santa, tarea que le sería de gran utilidad para la posterior reconstrucción de la misma, tras su voladura en el marco de los sucesos revolucionarios de Octubre de 1934.