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Camín Real

La mujer, el alma de la casería

Relato de las duras tareas domésticas en las aldeas a lo largo del siglo XX

Comida el día la fiesta'l pueblu, en 1959. JOSÉ M. GONZÁLEZ VILLANUEVA

El trabajo en la casería que conocieron nuestras abuelas y algunas de nuestras madres es ya una reliquia del pasado. Lo primero que hacían, nada más levantarse, en torno a las 6 ó 7 de la mañana, en invierno y a las 5 en el verano, era encender la cocina y abrir la puerta de la casa. Era muy importante que los vecinos vieran que ya estaba la chimenea tirando y que si alguien pasaba viese la puerta abierta. Lo contrario les daría nota de vagas.

A continuación se iba por agua a la fuente. La mujer acompañaba al hombre a la cuadra. Le ayudaba a sacar el cucho, echar de comer a las vacas, echar los xatos a mamar y a catar. Luego llevaba la comida a los gochos y a les pites. Si era verano y había que segar, esta tarea la realizaba la mujer sola, lo mismo que si el marido iba a la feria o algún trabajo temporero.

Después volvía a la cocina y preparaba el desayuno, sopes de pan o de boroña con leche recién catada, sin hervir. Si había en la casa algún mayor o enfermo se le daba café. Después atendía a los niños pequeños y lavaba su ropa y los pañales. Seguido ponía el pote. Para los niños se hacían sopas de pan muy cocidas o se sacaban patatas del pote y se les daban "estripadas" con el tenedor. Hacer las camas, fregar las bacenillas y barrer ocupaban parte de la mañana, pero también tenía que ir con el marido a la huerta o al prao.

Por la tarde había que picar leña, traer agua sin descanso, estrar las vacas, cortar el árgoma, cerrar las gallinas, dar de cenar a los gochos, catar, hacer la cena. Solían cenar cocido del mediodía o fariñes, leche y, cuando las había, manzanas asadas o castañas y algún día de mercado, unas sardinas. Después de cenar y, en vísperas de ir al mercado, mazaban la manteca. Y así un día y otro día. Los días de ir a vender eran los jueves y sábados y, en ocasiones, los domingos. Si el ama tenía que amasar, otra mujer iba al mercado y traía "los enredos". Iban andando o en burro.

Las tareas de la mujer variaban según el día de la semana. Había un día destinado para la colada. Ésta se hacía en la tina, colocada en el portal de la casa y, por lo general, se repetía cada 15 días. Se ponía la ropa en la tina y encima se colocaba un saco y sobre él la ceniza de roble. También se solían poner hojas de laurel para perfumar la ropa. Luego vertían tres jarras de agua templada, tres de agua caliente y tres de agua hirviendo. La ropa se dejaba allí "mugando" hasta el día siguiente que se llevaba a aclarar al río o a la fuente. A veces se tendía en el prao "al verde" para blanquearla. Una vez seca la ropa, se planchaba con plancha de hierro calentada sobre la cocina de carbón.

El viernes piñeraba la harina y, a lo largo de la semana, renovaba varias veces el formientu. El sábado era día de amasar el pan y la boroña de la semana. La mujer no estaba exenta de realizar sus tareas habituales por el hecho de amasar o de hacer la colada, sino que tenía que trabajar más. Ese día había que madrugar mucho para amasar temprano y que el pan fermentase bien. De esta labor se ocupaba exclusivamente el ama, porque era de mucha responsabilidad, al estar en juego el principal sustento familiar de la semana. Antes de nada, era costumbre hacer la señal de la cruz. Había que pedir la protección divina para asegurar un buen resultado, pues si salía mal había que comerlo igual o pasar hambre. Se amasaba durante un buen rato hasta que la masa "güeyara". Entonces se envolvía en "la manta'l pan" y se dejaba formentar al calor. Cuando la masa había aumentado, se hacían los panes y se dejaban reposar hasta que el forno estuviese listo. Justo al acabar de amasar se encendía éste.

Limpieza a fondo

Como ese día estaba muy acalorada del forno, aprovechaba para hacer una limpieza más a fondo en casa. Se fregaban con arena y estropajo de esparto todos los muebles de la cocina: bancos, mesa, "bañal" (solía ser de madera), armario, vasal, escudillera... y los suelos de madera. Ese día la casa olía a gloria, entre el pan recién hecho y la madera limpia.

En primavera había que segar a diario, a focete, lo que llevaba mucho tiempo. A veces se picaba el segao con paja, en la máquina de picar. El segao se traía, bien al hombro, en cargues, en el carro o en el burro con "parigüeles". Era el tiempo de preparar la tierra para sembrar. Lo primero que se sembraba eran las patatas tempranas y la remolacha azucarera, los arbejos, la achicoria, se plantaba el cebollín y a finales de abril o principios de mayo se sembraban el maíz y les fabes.

Había que sallar las patatas, el maíz y la remolacha. Se sembraba mucho terreno, por lo que estas tareas ocupaban a todos los de casa durante varios días. El lino se arrancaba a finales de mayo, a mano, juntándolo en manojos o puñaos, que se ataban con pajas de centeno. Se ponía a curar en el corredor del hórreo o de la casa hasta que estaba bien seco.

Empieza la siega

En mayo se esquilaban las ovejas y había que preparar la lana, lavándola y "escarmenándola", bien para hacer colchones o para filarla. A finales de junio se arrancaban los ajos, se recogía la grana de alfalfa y de vallico y se comenzaba a segar la yerba. Las mujeres y los niños. "esbarallaban" y escogían las malas hierbas. Estos días se solía llevar la comida y comer y merendar en el prao. Era la época de empezar el jamón. Había que mejorar la dieta, pues el trabajo era más duro. Para recoger yerba, a veces, había andechas. Se ayudaban los vecinos entre sí. Luego se traía a casa con el carro y las vacas y se metía en las tenadas. Las mujeres tenían que "paliarla" dentro y pisarla, para que entrase toda. La que no cabía se amontonaba en varas.

Cuando se acababa con la yerba había que arrendar el maíz y luego coyer el centeno y el trigo. Se hacía por la tarde. Previamente, se avisaba a los vecinos que venían de andecha. Se coyía con "mesories" que arrancaban las espigas y se echaban en la goxa de coyer pan. Se merendaba en la tierra y se pasaba bien a pesar del trabajo, pues había mucha gente, se gastaban bromas y se contaban muchos chismes.

Una vez recogido de la tierra había que pisarlo. De muy antiguo lo pisaban a manal, en la era o lo llevaban a los molinos de rabil, de desergar. Más tarde venían las máquinas trilladoras y, cuando éstas desaparecieron, dejaron de sembrarlo. Después había que segar la paja y se recogía en varas. Esta paja se utilizaría en primavera para picar con el segao.

En los meses de julio y agosto había que preparar el lino. Era una tarea muy laboriosa. Enseguida se comenzaba a arrancar las cebollas, coger los arbejos, las patatas y a recoger les fabes tempranes. Las casas que tenían ciruelas preparaban rico dulce, cocido lentamente en calderas de cobre.

Acaba el verano

Al final del verano había que "variar" los colchones, extender la lana al sol y darle, frecuentemente, palos con una vara larga y fina, para sacudir el polvo y ponerlos esponjosos. Esto se hacía aprovechando un buen día de sol y en esta tarea ayudaba toda la familia, pues tenía que estar listo para la noche. Más antiguo no había colchones, sino jergones, rellenos de hoja de maíz. Esta hoja solía cambiarse dos veces al año.

El verano se aprovechaba para encalar la casa. También para ir a tomar baños, los que tenían algún pariente o conocido cerca del mar, para ir de promesa a algún santuario y a alguna romería, normalmente la del pueblo de la familia, y tenía lugar la fiesta del lugar. Para ello, la mujer tenía que administrarse muy bien, ahorrando desde meses atrás para celebrar un buen banquete. A la compra especial se le llamaba "comprar el probe para el día la fiesta".

Se acababan de recoger las fabes que se pisaban a manal y se echaban al aire. Por las noches se escogían en la mesa de la cocina, preparándolas para llevar al mercado. Se pañaban las peras, las manzanas para hacer sidra y dulce, entre octubre y noviembre. Se cogía el maíz y comenzaban les esfueyes. Éstas sí que eran divertidas. A finales de octubre se sembraba el trigo, se arrancaba la remolacha; unos la arrancaban y otros cortaban las hojas y, también, la achicoria. Luego se llevaba en carros a Lugo de Llanera la cargaban en el tren la primera y la achicoria a la secadora.

En el otoño recogían las castañas, hacían una "corra" y se "esbillaban", dejándolas listas para consumir y vender. También era el momento de hacer el samartín, la matanza del gocho, salar los jamones y el tocino, hacer los chorizos y morcillas.

En el invierno, las mujeres aprovechan para filar el lino y la lana y tejer medias y jerseys, y coser algo. Cuando estaban enfermas había que trabajar igualmente, salvo que fuese muy grave o se tuviesen muchos años. La vida familiar seguía y el papel de la mujer era muy importante, era el alma de la casería.

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