Esperaban encontrarse un piso vacío y abandonado y se toparon con dos cadáveres momificados. Los vecinos del número 4 de la céntrica calle Santa Clara, en Oviedo, tras el teatro Campoamor, no daban crédito tras conocer al mediodía de ayer que la Policía Nacional acababa de encontrar los cuerpos de dos hermanos a los que se había perdido la pista hacía cuatro años. Vivían en el séptimo piso del bloque. Fue la comunidad de vecinos la que solicitó a la Policía la entrada en la vivienda para reparar una fuga de agua que impedía el arreglo de la calefacción central. Dentro aparecieron los cuerpos de Alicia y de José María González Álvarez-Luengo, dos hermanos solteros de 71 y 67 años a los que en todo este tiempo solo había echado en falta la propia comunidad, al dejar de pagar sus cuotas mensuales.

Los cadáveres fueron hallados poco antes de las dos de la tarde. La Policía Nacional descarta que sus muertes fueran violentas. José María González-Luengo era arquitecto y, además del piso compartido con su hermana, posee un pequeño estudio en la sexta planta del mismo inmueble. Los residentes del bloque coinciden en asegurar que ambos eran poco sociables, al menos en la última etapa de su vida. "Eran bastante raros, solo hablaban con una vecina del tercero y ella ahora vive en Madrid", apuntó Rosa Domínguez, residente en la sexta planta, que fue la primera en detectar la fuga proveniente de la casa de los difuntos al ver cómo el agua le entraba en su casa a través de los óculos.

Otros ni siquiera llegaron a conocerlos a pesar de llevar en el inmueble cinco años. "Llegamos en 2014 y nunca nos los cruzamos por el pasillo; todos pensaban que se habían ido", indican otros vecinos del sexto.

Solo la comunidad de propietarios se había preocupado por encontrarles. Acumulaban varias cuotas sin pagar y en enero de 2018 el juez condenó a José María a abonar 1.214,10 euros de atrasos. Sin embargo, nunca llegaron a localizarles para conseguir el dinero.

La llegada del frío y del mal tiempo este otoño consiguió lo que habían tratado sin éxito los tribunales. La avería en la calefacción enfadó a los vecinos, que exigían la reparación urgente de la avería. Los técnicos se desplazaron hasta el inmueble y detectaron que el problema venía de la fuga de agua del séptimo. El administrador comunicó a los vecinos, a través de una nota puesta junto a la puerta del ascensor, la imposibilidad de arreglar la caldera hasta la obtención de una orden policial o que los bomberos considerasen de urgencia allanar la vivienda, a priori, abandonada.

El desenlace conmocionó a todo el bloque y buena parte de la ciudad, incapaz de explicarse cómo dos personas pueden llevar años fallecidos sin que nadie se enterase. "No olía mal y como solían marchar por temporadas no le dimos importancia", indica Rosa Domínguez, que llevaba más de cuatro años "sin oír la cisterna ni escuchar ruido alguno arriba".

El entorno cercano apenas conocía a los hermanos, si bien José María sí era popular entre algunas generaciones de arquitectos veteranos. Entre los años ochenta y noventa del siglo pasado diseñó 22 casas de la cultura por distintos puntos de Asturias junto a Carlos Joglar, Justo López y Vicente Díaz Faixat. Inició su carrera en el estudio de este último hasta que puso su despacho propio en 1985. "Era una persona demasiado buena", recuerda Faixat sobre un hombre del que también destaca su afición compartida con su hermana por la ópera. "Iban a todas las funciones y les encantaba el ambiente posterior a las mismas", rememora acerca de un compañero al que perdió la pista, al igual que el resto de colegas, hace muchos años.

Algunos conocidos sostienen que el arquitecto había sufrido varios episodios de depresión, pero dudan que ello influyera en su fatal desenlace. Los dos fallecidos, cuyos cuerpos fueron trasladados para realizarle la autopsia, tenían un hermano mayor, ingeniero de la antigua Ensidesa, que falleció en 2012, así como tres sobrinos con los que los vecinos sospechan que no mantenían ningún tipo de relación.