Entrevista | Ahmad Abdullatif Escritor egipcio, participa en las Jornadas de Literaturas Africanas

“Escribo porque tengo esperanza; si la pierdo, ¿para qué escribir?”

“La Primavera Árabe cambió el país y la literatura en Egipto, pero tenemos que pensar cómo podemos hacer otra revolución”

Ahmad Abdullatif, ayer, en el edificio histórico de la Universidad. | I. C.

Ahmad Abdullatif, ayer, en el edificio histórico de la Universidad. | I. C. / Franco TORRE

Franco Torre

Franco Torre

El escritor egipcio Ahmad Abdullatif (El Cairo, 1978), vive en Madrid, trabaja como traductor árabe y colabora con periódicos árabes, al tiempo que prepara su tesis doctoral, un estudio comparativo entre la llamada “generación Nocilla” de escritores españoles y los escritores egipcios que comenzaron a escribir en la década de 1990. Abdullatif, considerado como uno de los escritores capitales de la “nueva novela egipcia”, está en Oviedo participando en la tercera edición de las Jornadas Internacionales Literaturas Africanas, que se celebra en el edificio histórico de la Universidad.

–Si no me equivoco hizo un trabajo sobre Juan José Millás.

–De Millás he hecho traducción de obras, principalmente. Soy el primer traductor de su obra al árabe, empecé hace quince años, más o menos, y he traducido siete de sus novelas. Lo conocí por casualidad cuando estudiaba español en la Universidad de El Cairo , y me enganchó muchísimo su obra. El trabajo de fin de curso de la universidad, de cuarto curso, sí que lo dediqué a Millás. Y luego, como decía, he traducido varias de sus obras, también otros escritores españoles.

–¿Hasta qué punto el conocimiento de los escritores españoles le ha influido? ¿Ha integrado elementos procedentes de la literatura española en su propia obra?

–Creo que sí. Hay que pensar que empecé a estudiar la lengua y la literatura españolas cuando tenía 17 años: es una edad de formación. Desde entonces he alternado las lecturas de libros árabes y españoles, y para traducir del español al árabe he tenido que leer muchas obras, además. Si la literatura española es hispánica, porque hablamos de España y América Latina, sí me ha formado, y en el caso de algunos escritores como Borges o Julio Cortázar, Borges más, me llamaron la atención además por su conexión con la literatura árabe. Borges de hecho utiliza muchos relatos del patrimonio árabe narrativo dentro de su obra, en textos como “La biblioteca de Babel”. Es una relación que conecta con la idea del “viaje de las ideas”, entre países y continentes.

–La literatura española, por lo que dice, parece que es bastante conocida en Egipto, pero a la inversa no parece ser así.

–No. Aquí se conoce y hay traducciones del “Nobel” Naguib Mahfuz, pero nuestra literatura actual es apenas conocida. Yo tengo una obra traducida, pero los escritores de mi generación no han sido traducidos. Por eso a mí me gusta hablar no de mi obra, sino de mi generación. Aquí se conocen más las cuestiones políticas árabes, pero hay una generación de escritores que afrontan problemas globales, no exclusivos del mundo árabe ni del mundo occidental, como son la revolución tecnológica, que nos ha tocado a todos, o la soledad que sufre un estadounidense o un español, que también la sufre un egipcio.

–¿Son esos los grandes temas de esa “nueva literatura egipcia”?

–La soledad es un tema central, pero también hay temas que son hijos del contexto, como el fanatismo o la cuestión religiosa. También la cuestión política, porque en Egipto, en 2011, se produjo una gran revolución.

–La Primavera Árabe.

–Sí. Desde entonces ha cambiado la literatura. Antes teníamos la literatura de “no ideología”, que pretendía lo estético.

–¿Una literatura de evasión?

–No, no de evasión: que se centraban en la forma, en la experimentación. Con la Primavera Árabe nos hemos puesto cara a cara frente a grandes cuestiones literarias: quiénes somos y qué estamos haciendo, cómo se pueden expresar los sentimientos de un pueblo que salió a pedir más libertad y ha vuelto con más represión. La literatura en Egipto en los últimos diez años es una literatura diferente, mundial, en el sentido de que es universal. Y aunque se habla muchas veces que la “nueva literatura” ha dejado de ser ideológica, no es verdad.

–Esa revolución frustrada, ¿algún día se podrá completar? ¿Tiene usted esperanza?

–Yo siempre tengo esperanza. Escribimos porque tenemos esperanza y porque tenemos sueños que todavía no hemos realizado. Si perdemos la esperanza, ¿para qué escribir? Lo que pasa es que tenemos que pensar cómo podemos tener otra revolución, cuáles son las técnicas que tenemos que utilizar para hacer visible el Estado que siempre hemos odiado. Creo que una nueva generación, que será más inteligente que nosotros, podrá hacer algo. Pero lo que hemos hecho es algo que nunca había pasado en la historia de nuestro país, porque siempre había un presidente que gobernaba hasta la muerte, y nosotros hemos dicho que no, que queremos un país democrático.

–Hablaba de la poca visibilidad de la literatura egipcia, también la africana. El premio Nobel a Abdulrazak Gurnah, ¿puede hacer que se abra un poco el mercado a otras literaturas?

–Sí. Yo recibí con gran alegría el premio a Gurnah. No es un escritor conocido en el mundo africano o árabe: ha visitado Egipto creo que dos veces, para hacer conferencias en una librería y en una universidad. Lo conocemos poco, estaba fuera de nuestras expectativas que le dieran el premio. Pero la verdad es que al leer su obra y conocer su historia ves que el premio no solo está concedido a Gurnah: está concedido al continente africano, al continente marginado que nadie ve. Gurnah, en algunas de sus entrevistas, ha dicho algo que lo expresa muy bien: que los africanos cuando vienen a Europa no vienen con las manos vacías, sino que vienen con su juventud. Esto es muy importante: mientras se pueden pasar las mercancías de un país a otro, no puede pasar un humano de un país a otro.

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