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Los Difuntos más largos de El Salvador

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Los Difuntos más largos de El Salvador

El cementerio de Los Arenales cierra una semana de numerosos reencuentros familiares, muy escalonados por el puente festivo y el miedo al virus, en torno a nichos y panteones

El cementerio El Salvador de Oviedo culminó ayer la conmemoración del día de Todos los Santos más larga que se recuerda. Muchos días de afluencia de familias y visitas muy escalonadas. En su dispersión por el calendario influyen diversos factores: la recuperación de la cita después de un 2020 muy limitado por la pandemia; la idea de poder disfrutar de una escapada durante el largo puente, y el respeto que todavía infunden las aglomeraciones, por mucho que la población esté vacunada en altos porcentajes. Todo esto hizo que las reuniones familiares en torno a nichos y panteones se expandiese durante casi toda la semana pasada y hasta ayer mismo.

El mejor termómetro sobre esta nueva manera de celebrar el día de los Todos los Santos en diferido son los vendedores de flores. Celebran la recuperación del sector tras la debacle de hace un año y destacan el las ventas de los últimos ocho días. “Este año se adelantaron porque muchos prefirieron venir días antes de la fiesta”, explica José Martínez, vendedor de uno de los puestos instalado en las inmediaciones del principal camposanto municipal.

Pese al cambio de hábitos, el día grande estuvo marcado por la vuelta de muchas familias que hace un año no pudieron visitar las tumbas de sus seres queridos. Un ejemplo es el de Begoña Díaz, hija de ovetenses emigrados a Bruselas en 1962 que tuvieron como última voluntad ser enterrados en la capital asturiana. Desde 2005, Begoña y un grupo de familiares visitan la región por el día de Todos los Santos para visitar a sus cabezas de familia. “Es una muestra de cariño hacia a ellos que el año pasado no pudimos brindarles”, explica esta belga con raíces en Ventanielles.

Así se ha celebrado el día de los Difuntos en los cementerios asturianosLuisma Murias / Juan Plaza

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Otros no perdieron la oportunidad de pasar prácticamente todo el día a los pies del lugar de descanso de sus padres y abuelos fallecidos. Es el caso de José Luis Bobes, quien hasta llevó una silla de madera plegable para descansar durante una estancia en la que contó con la compañía de varios familiares entre las nueve de la mañana y las seis y media de la tarde. “Lo hacemos todos los años y lo seguiremos haciendo. Lo merecen”, explicó Merche Acebal, sentada sobre una tumba en la que descansan los restos de sus allegados.

Anécdotas, recuerdos y una oportunidad de ponerse al día presidieron la reunión anual de la saga de los De la Llana González. Más de una veintena de hermanos, primos y sobrinos retomaron la clásica reunión alrededor de los panteones de la familia. “No fallamos nunca, incluso el año pasado vinimos unos pocos para no dejarlos solos”, explicó Aída de la Llana, encantada por ver de nuevo juntos a los numerosos miembros de su estirpe. “Por desgracia algunos ya faltan”, suspiró.

Tampoco faltan los asiduos al camposanto que en fechas clave como la de ayer hacen un sobreesfuerzo por sacar brillo a las lápidas. “Vengo todos los meses, los días del aniversario de la muerte y por los cumpleaños de cada uno de ellos”, confesó Antonio José Becerra en plena faena de colocación de macetas con flores sobre el lugar de descanso de su madre, fallecida el pasado junio, y dos de sus hermanos.

Dolores Álvarez, por su parte, acudió emocionada de poder llevarle un ramo de flores a su marido fallecido. En 2020 le pilló el confinamiento en Tenerife y le resultó imposible volver al Principado para cumplir con la cita obligada de todos los años. “A ver si no vuelven a encerrarnos por eso de la pandemia”, rezaba mientras caminaba decidida en búsqueda del rincón donde cada 1 de noviembre suele reencontrarse con el que fuera su compañero de vida.

La mayor concentración de visitantes tuvo lugar en torno a la una del mediodía, cuando tuvo lugar la segunda de las celebraciones religiosas del día en la capilla. Los pasillos, sin embargo, estaban mucho menos poblados que en ediciones previas a la pandemia, lo que para los más veteranos es la clara prueba de que las visitas se repartieron más a lo largo de la semana por el temor que todavía tienen muchos a las grandes aglomeraciones. “Durante la semana hubo muchísima gente, pero hoy se nota algo más flojo”, sostuvo un empleado del camposanto.

Nostalgia

Benedicta Rodríguez reconoció cierta nostalgia y pena a la hora de recordar los días de Todos los Santos de su infancia. “Veníamos cientos de vecinos caminando en procesión desde Ciudad Naranco, aunque no tuviéramos seres queridos enterrados”, rememora, contrastando aquellos días de los años setenta del siglo pasado con la situación actual. “Ahora hay más incineraciones, la gente se lleva las cenizas y los jóvenes son más de Halloween que de cementerio”, indicó a la vuelta de la visita a los nichos de varios familiares.

Operativo especial

Las visitas repartidas a lo largo de la semana facilitaron la buena marcha del operativo especial activado por la concejalía de Seguridad Ciudadana para evitar grandes atascos en los accesos a Los Arenales. Varias patrullas de la Policía Local convirtieron en carretera de sentido único la entrada al cementerio y guiaron a los coches por el vial de acceso al centro territorial de Radio Televisión Española para su trayecto de vuelta. Del mismo modo, una línea especial de autobuses estuvo dando viajes cada media hora desde la plaza Primo de Rivera hasta las inmediaciones del camposanto. “A mí me viene de lujo porque no conduzco y no tengo quien me traiga”, explicó Belén Expósito, una viuda sin hijos llegada desde el centro de Oviedo.

El despliegue de medios municipales abarcó también los cementerios de Olloniego y Trubia, donde dotaciones de la Policía Local se encargaron de habilitar aparcamientos y facilitar la llegada de los coches. “Hoy llevo tres cementerios y en los que más gente hubo fue en los de los pueblos, hay más arraigo”, dijo Lauren Díaz tras adquirir un ramo de flores en la entrada del complejo funerario de Los Arenales.

En todos los cementerios hubo lágrimas de emoción, carcajadas provocadas por historias épicas de los familiares ya fallecidos y mucha camaradería entre los floristas, encantados por las ventas, y unos fieles satisfechos por volver a conquistar un nuevo pedazo de antigua normalidad. El deseo más compartido por los ovetenses movilizados ayer fue el de poder repetir el año que viene. “Aunque es difícil porque es ley de vida, ojalá podamos estar todos aquí en 2022”, proclamó la vecina de Fozaneldi Virginia Ramos, centro de flores en mano.

Despedida a un florista clásico


Manuel Ángel Estrada dijo adiós ayer con su habitual tono bromista y una sonrisa de oreja a oreja a 24 años al pie del cañón –y de las flores– en la celebración de Todos los Santos del cementerio El Salvador. El florista, más conocido como Nel Estrada, se jubila hoy con 66 años y ganas de disfrutar de su nueva vida. “El año que viene espero estar en un país tropical o pescando con los amigos”, comenta con sorna tras una semana de intenso trabajo y muchas ventas tras la depresión sufrida por el sector en 2020 a causa del covid. “Hemos vendido muchísimo toda la semana, pero tenemos flores para dar y tomar”, apunta este vecino de Los Arenales que fue camionero y escayolista antes de convertirse en uno de los vendedores de flores más emblemáticos de la capital asturiana.

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