Adiós a los entrenamientos ambulantes y las furgonetas cargadas de equipación deportiva. Los equipos de fútbol de la Peña Beryma y del Guillén Lafuerza vuelven a jugar en casa tras diez meses a la espera de la reapertura del campo de Matalablima. En mayo, quedaron exiliados del campo por las obras que prometían mejorar las deterioradas infraestructuras. El Ayuntamiento cumplió y ha dejado el césped “a estrenar”, pero con un retraso de ocho meses y “cobrándose” parte de las instalaciones, tal como denuncian desde las agrupaciones.

“Se trata de una entrada agridulce”, asegura María Antonia Alonso, miembro del equipo directivo del Guillén Lafuerza. El club, que fue el primero en asentarse en la zona y presume de haber construido con sus propio sudor parte de las instalaciones, acaba de perder su bar para ser cedido a la Escuela de Fútbol Real Oviedo (EFRO) como almacén de material. “Somos una agrupación humilde. Hace años la gente no quería saber nada de este campo porque estaba ubicado junto a los poblados gitanos... y ahora sí parece suscitar interés”, dicen tras enterarse del cierre de su local social la misma mañana de la reapertura.

Alfredo Canteli, Concepción Méndez y Nacho Cuesta, en Matalablima. | LNE

La finalidad del bar, según explican, era dar bocadillos y bebidas a los jóvenes deportistas; además de la organización de algunos eventos y fiestas durante la temporada. “Parece que sobramos”, lamenta Alonso, quien añade que enterarse de sopetón de la noticia, después de unos años difíciles para el campo –cierre pandémico y obras– ha sido la guinda del pastel: “Nos sentimos como unos extraños en nuestro propio espacio”. Tal y como mantienen, son los socios quienes han hecho crecer el club y su área, sacándose las castañas del fuego en caso de problemas: “No cobramos cuotas a los guajes, todo lo que recaudamos allí va destinado a las mejoras del equipo y sus condiciones”.

Aunque no fueron todo malas caras durante la tarde del lunes. Los chicos del Beryma dieron el pistoletazo de salida a los entrenamientos, con exclamaciones de júbilo y felicidad. “Han cambiado hasta el cartel de la entrada”, exclamaba uno de los alevines que llegaron puntuales a su cita con el campo. “Van a entrenar todos los equipos”, aseguraba César Rodríguez desde el equipo directivo. En total, 110 jugadores –infantil, benjamín, alevín, cadetes y juveniles– desfilaron por la hierba sintética: “Cualquiera les decía que no después de tanto tiempo”. Mañana les toca el turno a los jugadores del Guillén Lafuerza. Si en algo coinciden ambas formaciones es en la demanda de mantener su rol como guardianes del estadio y no pasar a ser “ceros a la izquierda” a manos de decisiones ajenas.