Un suicidio que evoca el de las gemelas de Sallent, una de las cuales pudo sobrevivir

En el caso de Alana y Leila se mezclan los problemas de identidad de la primera y el acoso al que fue sometida por querer ser un chico

Despliegue policial tras el suicidio de Sallent. | Efe

Despliegue policial tras el suicidio de Sallent. | Efe / Luis Ángel Vega / Agencias

Luis Ángel Vega / Agencias

El suicidio de las dos hermanas de La Ería evoca dolorosamente otro terrible episodio ocurrido el pasado mes de febrero en la localidad barcelonesa de Sallent, en el que una niña transgénero –a la que sus padres llamaban Alana, aunque prefería llamarse Iván– falleció tras arrojarse por la ventana junto a su hermana gemela, Leila, quien sobrevivió al impacto de la caída, aunque con graves lesiones. El padre estaba en la vivienda cuando las menores, de 12 años, subieron a las tres de la tarde a la terraza del bloque de pisos donde vivían y se precipitaron al vacío tras subirse a unas sillas.

En aquel suicidio a dos intervinieron múltiples factores, según los investigadores de los Mossos d’Esquadra, desde un problema de identidad, el que sufría Alana/Iván, que le generaba una evidente angustia y estrés, hasta la situación de bullying que ambos hermanos estaban sufriendo en el colegio, sin que sus profesores lograsen cortarlo de raíz –un fracaso que provocó la dimisión del director centro en el que estudiaban.

También puso influir la mala situación económica que atravesaba la familia, que había emigrado a España en 2020 en busca de un futuro mejor y no le habían ido bien las cosas. Hasta tal punto que tenían que recibir ayuda municipal.

Los familiares de las niñas en Mar del Plata aseguraron que éstas venían sufriendo acoso desde que hace dos años se mudaron a Sallent. Primero fue por su marcado acento argentino, que les ganaba las chanzas de sus compañeros. Pero la situación se agravó cuando Alana decidió cortarse el pelo y vestirse como un chico, al tiempo que pedía que la llamasen Iván. En el entorno familiar se aseguraba que las niñas tenían depresión y tenían concertada una cita con el psicólogo.

Las menores no verbalizaban el sufrimiento por el que estaban pasando y cuando estallaban eran expulsadas de la clase, lo que sin duda agravaba su sensación de desamparo. El vínculo de las dos hermanas, que ya era de por sí fuerte –"tenían un solo corazón", llegó a asegurar su abuelo desde Mar del Plata– posiblemente se profundizó como mecanismo de defensa frente a la agresión exterior, lo que explicaría que terminasen tomando la decisión de matarse juntas.

Había por tanto indicios y los padres supieron verlos, aunque quizá no imaginaron su gravedad. Los cambios bruscos de conducta, la verbalización de frases como "no puedo más" o "así no merece la pena vivir" y las autolesiones, son algunas de las señales de alerta que pueden avisar al entorno de la conducta suicida de un menor, según advierte la Fundación ANAR. "Si el menor expresa que tiene un problema que no tiene solución, si ha bajado el rendimiento escolar, si tiende a aislarse o si tiene cambios bruscos en el carácter, como tristeza, depresión o agresividad, o si observamos algún tipo de verbalización o expresión escrita de la idea de terminar con su vida. A veces cuando las oímos hacemos que no ha dicho nada, pero puede estar tratando de decirnos algo", explica el director técnico y portavoz de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros.

Asimismo, advierte de que el principal indicador de una conducta suicida es "la autolesión". Ante estos casos, Ballesteros insta a los padres a "escuchar con empatía" a los menores, a no restar "importancia" a lo que cuentan y a buscar ayuda psicológica. "Hemos recibido la noticia (de la muerte de las gemelas de Oviedo) con gran preocupación porque está existiendo un posible efecto contagio", explicó Ballesteros.

Se trata del llamado "efecto Werther, un efecto romantizador de la conducta suicida o idealizador, como una forma de buscar una solución a un problema, cuando en realidad es una manera irracional de analizar la realidad, todos los problemas son temporales y tienen solución". "En cambio, la muerte no tiene solución y deja otros problemas muy graves a las personas del entorno", añadió.

Por ello, la Fundación ANAR recomienda que no se relacione estos suicidios con "una causa simple o una sola causa" porque "el suicidio es siempre multicausal": "Hay que evitar dar una visión simplista". En el 71 por ciento de los casos, según indica Ballesteros, son menores de 13 a 17 años migrantes, con problemas de salud mental, que se han practicado autolesiones previamente, con intentos de suicidio previos, que han sufrido agresiones sexuales y que sufren un problema desde hace más de un año con una consecuencia diaria. Entre los más pequeños (de 12 años o menos) que llamaron al teléfono de ANAR por ideas o intentos de suicidio, el principal problema que sufrían era el acoso escolar.

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