Lo que dejaron muy claro en "Blade Runner 2049" es que dentro de 32 años seguirán funcionando los limpiaparabrisas en los coches voladores; en un mundo crepuscular y ciberpunk, bajo el ignominioso velo de una polución que se corta a cuchillo, nuestros hijos tendrán que cambiar las escobillas del limpiaparabrisas una vez por semana; ¡menudo panorama nos aguarda más allá de los cristales! De otra manera, conste que me gustó el tono, la credibilidad, esa distopía donde el hombre (un hombre, o casi) sustituye a Dios, y lamento las tediosísimas escenas, casi al final, donde cuerpo a cuerpo y con el agua al cuello se fajan los agonistas sin que peligre la emoción del espectador; al menos a mí me hubiera importado el mismo bledo que palmara un tirio o un troyano. Sólo empaticé con el holograma (Ana de Armas), pero me quedo con las escobillas y el "Blade Runner" de Ridley Scott.
La mar de Oviedo