Opinión | Crítica / Música
La OSPA, bien orientada
Ficha del evento
- OSPA: Abono VIII «East West I»
- Intérpretes: Wu Wei (sheng) y OSPA
- Concertino: Jordi Rodríguez
- Directora: Marzena Diakun
- Programa: Obras de Stravinski, Fang y Rimski-Kórsakov
- Auditorio Príncipe Felipe, viernes 12 de abril 20.00 horas
Frente a la edición inaugural del "OSPA Fest", donde el protagonismo recaía sobre la literatura, esta segunda cita ha querido tender un puente entre oriente y occidente, permitiendo al público descubrir otras sonoridades y acercarse a culturas no tan convencionales en las salas de concierto, ampliando el repertorio y demostrando nuevas creaciones que revisten de interés la programación. Así, la orquesta se escoró hacia el oriente de Fang y de Rimski-Kórsakov en sugerentes obras cargadas de simbolismo.
La velada musical, donde la OSPA lució una plantilla muy amplia, se inició mediante "El canto del ruiseñor", de Stravinski. Plegados a la batuta de Marzena Diakun, los músicos estuvieron muy acertados en esta pieza, compleja por sus aristas melódicas, rítmicas y armónicas. Las maderas y los metales rindieron a un nivel sobresaliente, logrando pasajes de gran belleza, culminando una notable ejecución.
El mayor interés lo suscitaba el estreno en Europa de "El canto del fénix flamante", una obra donde la compositora Man Fang plasma la enfermedad y muerte de su madre a través de un uso desprejuiciado de la plantilla y la textura por medio de una exuberante (asfixiante en algunos pasajes) percusión: una partitura llena de retos que la OSPA exprimió oportunamente regalando momentos de cierto efectismo. Pero los focos se centraban en el solista de la noche, Wu Wei, y el sheng, un órgano de boca cuya sonoridad, cercana al bandoneón, convenció por su particular timbre. Si bien opacado en algunos momentos por la densidad orquestal, Wei exhibió un poderoso fiato y un gran lirismo en los virtuosos pasajes del final de la obra, que permitieron jugar con los registros del sheng y demostrar las posibilidades técnicas y sonoras que ofrece. Lástima que no deleitase al público con una propina para poder apreciar mejor todo el potencial del instrumento.
"Sheherezade", de Rimski-Kórsakov, quedaba relegada a la segunda mitad. Diakun, de memoria, guio a la OSPA a través de sus cuatro movimientos planteando una ejecución cuidada donde la formación se mostró precisa y bien balanceada. Su escolástica dirección, siempre muy clara e intuitiva, favoreció a los solistas, que rayaron a un nivel excepcional. Una mención especial requiere el concertino Jordi Rodríguez, en las arrebatadoras melodías que ejecutó con gran brillantez. Al margen de la calidad expuesta por los profesores de la orquesta, la expresividad que la polaca imprimió gracias a un acertado uso de los cambios de tempo, siempre muy ajustados, y de las dinámicas, muy progresivas y oportunas, dieron como resultado una interpretación seria y matizada, con pasajes excepcionales, ideal para dar comienzo al "OSPA Fest".
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