Cuando Cazorla era Santi: La revolución de un bajito en la cantera del Oviedo
El de Llanera llegó con 10 años al club azul con la sospecha de que con ese físico no le daría para triunfar l «En cuanto le veías con la pelota se quitaba cualquier duda», dicen los que le conocieron en la cantera azul
El Tartiere ansía poder dedicarle su primera gran ovación al ídolo, pero él ya sabe lo que era dejar boquiabierto al estadio. Por entonces no era Cazorla, era Santi, un pequeño proyecto de futbolista en edad alevín, 10 años, que cada 15 días impresionaba con su destreza. Era recogepelotas en el antiguo Carlos Tartiere y en cada descanso se juntaba con sus inseparables Robi y Piero a mostrar su show. Cambios de juego, disparos buscando la escuadra, filigranas… La gente alucinaba con dos chavales tan pequeños pero rebosantes de talento. La carrera de Cazorla en el Oviedo, de Santi de aquella, es la de un futbolística magnífico marcado por su físico.
"Podía haber algunas dudas, sí. Porque entonces dominaban los futbolísticos grandes, el juego físico, sobre todo en el medio del campo. Pero en cuanto le veías con la pelota se eliminaba cualquier duda". El que habla es Nacho Canal, el primer entrenador de Cazorla en el club, en alevines.
Santi había sido detectado en el Covadonga por Francisco Ruiz, Pancho, ojeador de los que tenía Eugenio Prieto para captar talento en cada rincón del Principado. "Pancho me habló de él. Fui a verle junto a él y aluciné", dice Nacho Canal. "A pesar del tamaño era un espectáculo", se justifica el ojeador, que fue el primero en anotar el nombre del futuro internacional español.
Aquel equipos alevín del Oviedo jugaba bien al fútbol. Francamente bien. Estaba Santi, al que Canal ubicaba en la media punta. También Piero Manso y Robi Toral, sus fieles escuderos. "Al principio le costó en campo. Por físico y porque de aquellas pasabas de la pista a fútbol 11", recuerda Piero. "Fue en cadetes cuando explotó del todo. Se vio que iba a otra velocidad", añade su excompañero y amigo.
"¿Lo que más llamaba la atención?", se pregunta Canal; "que manejaba las dos piernas. Le pegaba tan bien que no sabías si era diestro o zurdo. Aunque los penaltis, siempre con la derecha". Fue entonces cuando empezó con los shows al descanso en el antiguo Carlos Tartiere.
Santi fue siempre un tipo querido en el vestuario, "con esa misma sonrisa que ahora", repiten los que le tratan. Se hizo inseparable pronto de Robi y Piero, los pequeños jugones en un fútbol de torres.
"Mientras los demás entraban a Stravaganza (discoteca de moda entre los adolescentes de Oviedo en los 90), a nosotros tres no nos dejaban entrar porque decían que no teníamos la edad.
Nos quedábamos en un banco comiendo pipas", recuerda Piero. Robi tiene guardada otra anécdota que les marcó. "Un día nos hicieron la ‘prueba de la muñeca’, que era un test que vaticinaba lo que ibas a medir de adulto. A Piero, le salió que iba a dar el estirón (y así fue), pero a Santi y a mí nos dijeron que lo nuestro era así; que seríamos siempre bajitos». Aquello fue premonitorio. «Al año siguiente echaron a Piero. Un año más tarde, a mí. Y al siguiente, a Santi», subraya Robi.
El paso por el Astur
Porque, sí, hubo un momento que en el Oviedo alguien le enseñó la puerta de salida a Cazorla. El de su exilio fue el segundo año de juveniles, tras un año sin mucho protagonismo. Pasado el tiempo, todos escurren el bulto y nadie asume la responsabilidad de aquella decisión, dicen que basada, una vez más, en el supuesto pobre físico del futbolista, y que le hizo jugar como cedido en el Astur. Allí, en el Hermanos Llana se salió. Lo que compartieron ese año con él, subrayan que fue el año en el que se le vio más suelto, más líder, más decisivo.
«Las hizo todas. Metió un gol regateando a medio equipo rival, otro desde el medio del campo, otro de chilena... No había quien lo parara. Era abusivo», relata Alberto Cuerva, «Tero», guardameta de aquel Astur. «Pero en lo que era insuperable era un humildad», añade. Ese fantástico año le hizo volver al Oviedo, aunque el paso fue efímero: llegó el Villarreal y los caminos se separaron.
Hasta ahora. Que Cazorla, el futbolista internacional, vuelve a casa. Que Santi, el niño que creció en El Requexón, cumple su sueño. «Cuando nos enteramos, a Piero y a mí se nos caían las lágrimas», dice Robi, que se la tiene jurada a su amigo por guardar ese secretismo con su fichaje. «No tengo ninguna duda de que va a hacer cosas importantes. Él lo tiene clarísimo: no quiere quedar mal por nada del mundo. Y con el orgullo que tiene... Viene súpermotivado», cierra Piero.
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