El Espanyol acaba con el sueño de la Copa juvenil: derrota del Oviedo 1-3
A los de Paco les faltó contundencia en las áreas en un choque en el que pelearon hasta el final
El sueño de la Copa del Rey juvenil llegó hasta el penúltimo escalón, una actuación más que buena, histórica en el caso del Oviedo que ha conocido nuevas tierras, pero con ese punto de amargura que sigue a cualquier derrota. Más aún en este caso, con el desenlace en el Tartiere. Le dolerá la eliminación a Paco y los suyos ante un buen Espanyol, que siempre pareció más maduro en el campo y acertado en las áreas, pero no debe desviarse el análisis: el Oviedo tiene motivos para creer en las generaciones que vienen por detrás. El División de Honor de esta temporada es el mejor ejemplo. Y lo ha demostrado sobradamente en la Copa: que el 1-3 que le endosó el Espanyol no ensucie el juicio.
Se sostiene el Oviedo de Paco en el orden táctico y en el picante que ponen los de arriba. Hubo más de lo primero que de lo segundo ante el Espanyol, y el fútbol, juego de momentos, no perdona los pequeños errores.
Porque había entrado bien el Oviedo al partido, intenso en cada disputa, jugando en largo cuando no veía la acción clara para, a partir de las segundas jugadas, tratar de correr al espacio. Pedro Álvarez probó desde la frontal un balón que impactó de forma aparatosa en la cara de un rival. Trataba de tener la pelota el Espanyol, pero sin llegar a incomodar al Oviedo, al que tampoco se le veía fastidiado por no tenerlo. Animaba la gente de la grada, especialmente ilusionado el oviedismo con esta aventura copera.
Lo que sucedió a continuación, minuto 20, es que se estiró el Espanyol y casi de forma automática obtuvo el premio. Fue un envío desde la derecha y dos disputadas ganadas en el área carbayona: demasiadas concesiones ante un rival fiero con el barcelonés. Sarmiento se impuso en el envío y Castell voleó directo a la red.
Le tocaba remar contracorriente al equipo de Paco y lo cierto es que lo hizo de inmediato, respondiendo con entereza al golpe recién recibido. Pudo incluso igualar la contienda en la más clara del primer acto. Dieguito inició el slalom en la esquina del área, Coballes recibió y picó hacia dentro y Cheli, desde segunda línea, quiso definir arriba, pero la pelota se escapó a centímetros del larguero. El Espanyol aprovechó la suya y el Oviedo no. Lo dicho: el fútbol, deporte de momentos.
Lo sucedido a los 36 minutos fue aún más desgraciado para el Oviedo, que seguía metido en el partido, tratando de imponer un juego más físico a la propuesta de rasear de los catalanes. Una falta lateral se transformó en una serie de pases que llevaron la pelota a línea de fondo. Al centro posterior parecía que llegaba Mateo Vallina, portero carbayón, pero la presencia de un delantero rival le hizo dudar y la pelota, tras tocar en Rivares se coló en la red. Pidió falta al meta el Oviedo, pero la acción evidenció que el fútbol juvenil también es tierno en algunas acciones: al portero siempre hay que protegerlo en los saltos. Con un 0-2 exagerado se alcanzó el intermedio.
Salió el Oviedo con una marcha más tras el receso, mordiendo más arriba, cambiando el guion para ver si así le sonreía la fortuna. Pudo meterse de lleno con una incursión de Coballes nada más reanudarse el juego que acabó con el delantero en el suelo. El colegiado no concedió el penalti y Pedro Álvarez se encontró a continuación con la estirada de Serret para evitar el 1-2.
Siguió intentándolo el Oviedo, que descubrió más espacios atrás. Un riesgo necesario. La defensa perica evitó la incursión de Pelayo y otra vez Serret apareció para poner una mano firme a chut del zurdo. La puerta entreabierta llegó demasiado tarde: fue en el 89 cuando acertó Marcos Lopes en un córner. Se lo creyó el equipo que pensó que tendría la última. Pero no era el día en las áreas. El Espanyol mató a continuación a la contra, Bombardó, y el cuento se acabó.
Le faltó al Oviedo esa pizca de suerte. O de mala leche en los metros finales. Algo que sí tuvo el Espanyol. Se acaba la bonita historia de los juveniles en la Copa, pero al menos llegó acosando al rival, empujado por la entrada de Agudín, tras una actuación en la que al equipo le sobró coraje y entrega: se vio en los frecuentes calambres de sus futbolistas. Hay material para el futuro.
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