Manuel Fernández Sanz quiso ser en la vida y en las letras "Manolito el Pollero"
El salense, amigo de Camilo José Cela y auxilio de bohemios, fue declarado pródigo por su familia y enterrado en San Justo
En Asturias, nadie se ha detenido en la figura de Manolito el Pollero, que nació en Madrid (1909) y falleció en su casa de San Justo, Salas, en 1966. De esa muerte, da cuenta el Registro Civil de la localidad y la placa que se dispone en el acceso principal de su última morada donde se indica que "en esta casa buscó el descanso y la paz el poeta Manuel Fernández Sanz que en la vida y en la poesía quiso ser solamente Manolito el Pollero".
La casa sigue en manos de la familia de su único hijo, Sabino Ignacio Fernández García, y sus restos reposan en el cementerio adyacente a la parroquial de San Justo.
Manolito el Pollero era conocido en el Madrid bohemio por ser el único poeta que vivía de la pluma, gracias a que su familia, que regentaba varios negocios, tenía una pollería y huevería de alta gama en la calle de Tetuán.
La publicación en 2020, por la editorial Reino de Cordelia, de la obra "Silva, grillera y cigarral de Manolito el Pollero", prologada por Camilo José Cela, amigo personal y su primer editor en la Colección Juan Ruiz de los Papeles de Son Armadans (Palma de Mallorca, 1966), fija un antes y un después para dar visibilidad a este autor del que Luis Alberto de Cuenca dice en "ABC" (28/07/2020) "sigue vivo, y muy vivo, en la memoria de los poetas de varias generaciones, empezando por sus contemporáneos, que alabaron sus formidables aptitudes para la poesía y lo honraron con su amistad".
Las muestras de afecto que el autor de "La Colmena" hace en el prólogo del poemario son, a todas luces, sinceras y por lo poco que aún sabemos de este personaje que terminó sus días en la casa familiar de San Justo, debía ser agudo en el ingenio, generoso en la amistad y de cultura tan mundana como exquisita.
Su facilidad para el verso y el arte del discurso en aquellas tertulias madrileñas que frecuentaba, viene avalado no solo por su única obra, que jamás vio impresa ya que salió al mes de fallecer, sino por lo que indica el editor de su obra para Reino de Cordelia, Mario Fernández González, que lo describe como "capaz de improvisar poemas en tabernas y cafés, que escribía sobre servilletas que arrugaba y arrojaba a los suelos". Dice también que "disfrazado de bohemio, modesto y generoso, se convirtió en mecenas de los que no podían vivir de la pluma".
El también poeta y escritor ovetense José García Nieto, que era amigo de Cela y de Manolito el Pollero, narró que en una cena disparatada a la que asistió "como otras veces, cada uno iba por su lado, y no había medio de centrarles en una conversación, de poner de una vez de acuerdo a aquellos dos seres fabulosos que tan bien se conocían, que tanto se admiraban".
Cela en su prólogo dice de él que era hombre honesto y entrañable, y refiere una anécdota sobre su amistad que bien vale ser reproducida en extenso: "En mi casa de Mallorca vivió desde el 11 de enero hasta el 9 de febrero de este año [1966], en el que juntos volvimos a la península en el barco de Alicante, el viejo Dómine. En estos veintitantos días, casi un mes, se portó bien, comió sin excesos, bebió con relativa prudencia y se dejaba cuidar; a veces protestaba, pero sin entusiasmo, de las acelgas cocidas que le daba mi mujer, y entonces nos amenazaba con subirse al 600 que se trajo y con refugiarse en la taberna de Sócrates, a hincharse de cocido y de callos a la madrileña". Su escritura era vivaracha y elocuente, a decir por la carta que Cela transcribe en el prólogo.
Alfonso Ussía en "El Debate" del 23/12/2022 refiere que "derrochó los beneficios de su pollería, y terminó siendo declarado por el juez, a petición de su familia, pródigo. Nada le gustaba más que compartir con sus amigos cenas y tertulias", indicando que en aquellas reuniones poéticas a las que asistía "los aplausos más cerrados se lo dedicaban a él, que recitaba con una gracia especial, un donaire antiguo".
Hasta el cementerio de San Justo, según indica Fernández González, le llevaron a hombros sus amigos Mariano Povedano, periodista en "Pueblo" y poeta festivo; Manuel Alcántara, columnista y poeta; Antonio Medrano, escritor y militar; y Dionisio Gamallo Fierros, polígrafo y nieto del pintor asturiano Dionisio Fierros.
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