El Carmín, epicentro de la fiesta: la gran romería de Asturias encumbra de nuevo a la Pola como referente veraniego de las celebraciones de prao

Miles de entusiastas toman La Sobatiella para una edición multitudinaria llena de asturianía y que tuvo control de bebidas en el acceso

Hubo un momento de la tarde en que los praos de la Sobatiella, en Pola de Siero, se convirtieron, vistos en perspectiva en un mar inabarcable de cabezas, pañuelos azules y botellas de sidra. La gran romería de Asturias, la fiesta del Carmín, hizo ayer honor a su nombre por todo lo alto, con miles de personas apiñadas para disfrutar de la que, «sin duda es la mejor fiesta del mundo», claman los polesos. 

Fue una edición multitudinaria y con control de acceso de bebidas al prau: varios agentes de seguridad privada contratados al efecto por Festejos se encargaron de mirar en las bolsas que entraban al recinto, casi una por una, con buenos resultados. «Hemos requisado una decena de botellas de alcohol de alta graduación, la gente parece que responde», indicaba uno de los agentes. 

Y así, lo que más se bebió ayer en el Carmín fue sidra, acompañada de buena comida. «Es alucinante ver todo esto», indicaban las amigas venezolanas Ana Urbina y Johana Villalobos, por primera vez la Pola porque la pareja de una de ellas es de Siero. Como ellas recalaron en la Pola Bárbara Barreiro y Andrés González, polesos residentes en Escocia que siempre piden las vacaciones para la fiesta; o César Álvarez, que lleva 8 años en Valencia, igual que Laura Suárez, que reside en Sevilla y este año se trajo a su novio andaluz, SergioCardoso, «alucinando porque en mi casa están a 41 grados y aquí estamos en la gloria».

Hasta de Bélgica hubo gente en el Carmín, como Jade Geudens, que estaba de visita para ver a una amiga polesa que conoció de Erasmus y reconocía que «nunca había estado en una fiesta como esta, es increíble». Los hubo que debutaban desde bien chicos, como Abel Álvarez, que mes y medio de vida era amamantado por su madre Bea Tebar, junto con su padre Rubén Álvarez, y apenas si hizo un mohín cuando le pasó una charanga al lado. «Hay que enseñarlos desde pequeños», bromeaba la familia. Unos metros más arriba el pequeño Daniel Álvarez, de Lada, aporreaba su tambor, y «lleva así toda la tarde», indicaban los padres. 

Porque el Carmín es para grandes y pequeños, como las hermanas Manuela y Carmen Aguilar, comiendo gusanitos bajo un árbol, en la mejor zona de prado, «por si llueve y por su hace sol», en espacios acotados de antemano y bien guardados por los romeros para no perderse nada. 

Los asistentes a el Carmín lo tienen claro: "Fiesta de prao, sidra y buena gente. ¿Qué más queremos?"

Nuria M. Morán / Rodrigo Hernández

Los hubo como el matrimonio de Cangas del Narcea compuesto por Alfonso López y Fátima Vaz que ya llegaron a las once de la mañana, desplegaron su mesa a la entrada y comieron, merendaron y cenaron, viendo pasar el desfile de charangas y de la Peña Los Cascaos, que se encargaron de animar el cotarro desde media tarde. 

La hostelera Loreto García volvió a hacer las delicias del público escanciando en una madreña de la que bebió media Pola, y a las órdenes de las gaitas y la bandera de Asturias cientos de polesos de toda la vida cantaron y bailaron, se sentaron y echaron a correr, se movieron a izquierda y derecha en una coreografía que se repite año tras año en una riada de alegría y buen humor. El pequeño Luca Hortal no dudó en ponerse a bailar en la calle bajo la mirada de su padre, Javier Hortal, y hasta hizo migas con otra pequeña, Lara Valle, que vive en Londres y descubría su primer Carmín, pasmada ante tanto jolgorio. 

Fueron dos horas largas de desfile para llegar a una Sobatiella llena como no se recordaba, en la que Festejos ha puesto este año el acento en el respeto por los demás y por el medio ambiente. Cientos de cubos de basura y megafonía para recordara los romeros la necesidad de ser cívicos acompañaron la celebración en el prau, con la esperanza de que los servicios de limpieza lo tengan un poco más fácil en la recogida del día después. «A mi me parece muy bien, y encima te regalan una toalla por colaborar», indicaba la joven Estela Gómez a la cola para hacerse con la suya. 

Toallas, sillas, plásticos y a pie firme, todo vino bien para pasar la tarde de jolgorio entre amigos. Los hay que ya van preparados y meriendan pronto para tener más tiempo para disfrutar, como el grupo de Déborah Álvarez. Llegados de Gijón, son ya clásicos en el Carmín, y entre sus viandas no faltaban las empanadas o las tortillas caseras. «Venimos todos los años, esta fiesta no se puede perder por nada», afirmaban. 

Los hubo que se llevaron de casa hasta la sidra. «Es casera y está muy buena», explicaba el joven Aitor Pereira, de Muñó, que para la ocasión desplazó «unas 72 botellas, pensábamos que igual eran muchas pero qué va», señalaba entre las risas de su enorme grupo de amigos, todo se ellos chavales de 17 años.

Alexander González inmortalizó a todo su grupo de amigos en varios selfis, para «que no se nos olvide lo bien que lo pasamos hoy», porque para muchos, como en nel caso de la pandilla de Alonso de la Concha, era el primer año de Carmín «y está siendo impresionante». «La mejor fiesta del mundo, si quitamos la de San Félix de Valdesoto», explicaba Isabel López.

Con la actuación de las charangas en el prau, con tenderetes de todos los formatos, sidra enfriando en piscinas hinchables y transportadas en carritos de la compra, risas y cánticos de toda especie, a los romeros se les hizo de noche en la Sobatiella para iniciar un descenso de vuelta a la Pola con el que seguir disfrutando. Hubo orquesta y disc jockey, buena temperatura y todas las ganas del mundo de seguir pasándolo bien hasta el amanecer. Y, sobre todo, que pase rápido un año para repetir de nuevo una fiesta con la que la Pola revienta de alegría. 

Alfonso López y Fátima Vaz, en el prao del Carmín, donde llegaron los primeros.

Alfonso López y Fátima Vaz, en el prao del Carmín, donde llegaron los primeros. / Luján Palacios

Alfonso López y Fátima Vaz, los primeros de La Sobatiella

Alfonso López y Fátima Vaz son un matrimonio de Cangas del Narcea que descubrió el Carmín hace un año y han decidido hacer de la romería un ritual. Este verano no se lo querían perder y eso que vienen "de pasar medio año en Málaga". Pero la merendola es la merendola y este lunes fueron los más madrugadores de La Sobatiella, el prao del Carmín. "Llegamos a las once de la mañana", confesaban sentados cómodamente en sus sillas plegables, con mesa llena de comida y una nevera hasta arriba de viandas. 

"Ya comimos pronto, llevamos todo el día viendo gente venir pero cuando llegamos no había nadie ", explicaban a la entrada misma del prado. "Hay muy buen ambiente, presta mucho venir", señalan, antes de añadir que "lo nuestro ye la fiesta, andamos todo el año así ". 

Liquidado el almuerzo, tenían reservas de sobra para la merienda, la cena y "lo que pinte ", porque tenían pensado quedarse en la romería "hasta que el cuerpo aguante".

La Sobatiella abrió a las tres de la tarde y cientos de jóvenes están ya en el recinto de la romería. El desfile con los romeros que suben en masa con las charangas comienza a las cinco de la tarde.