Viene de la página anterior

Carmen Pérez asegura que Josito es «un ejemplo de superación y lucha», pero ella ve mucho de eso en su trabajo. En niños y en padres. La terapia de grupo de madres es intensa. La sede de Galbán da además acomodo temporal y gratuito a familias cuyos hijos requieran tratamiento y tengan que permanecer en Oviedo unos días. Un caso de cáncer infantil desarma en todos los sentidos, también en el económico. «La principal preocupación de las madres es evitar el sufrimiento de los hijos. Nuestro consejo es que normalicen lo más posible su vida, y nada de sobreprotegerlos».

Los sentimientos de miedo o angustia son los mismos en madres y en padres, pero su exteriorización no. «En ocasiones», dice Carmen, «existe la tentación de esconder la cabeza, es un mecanismo de defensa. Cada cual asimila la enfermedad de su hijo de manera diferente. El problema es cuando alguien pretende esconder la cabeza de forma continuada».

Si los padres del niño mantienen una buena relación sentimental, la enfermedad la solidifica; en caso contrario, acaba haciéndose definitivamente añicos. En ambos casos el cáncer obliga a relativizar la vida. Una de las frases que más le toca escuchar a Carmen Pérez es la de «y yo que antes me enfadaba por cosas con tan poca importancia...».

Josito recuerda el mes de cuarentena que tras su operación pasó en una de las habitaciones de la unidad de trasplantes, aislado y con la sola compañía de su madre. Aguantaron el tipo en la prueba de convivencia en apenas diez metros cuadrados. «Cuando entras piensas que merece la pena todo el esfuerzo porque la recompensa es salir de allí con una vida», dice Balbina. La familia, que vivía en Muñás de Arriba, en Valdés, se tuvo que trasladar a Oviedo, y Balbi se vio obligada a cambiar de trabajo. Saben que nada va a ser como antes: Josito dejó atrás su ambiente, a sus amigos, y lo mismo puede decir su hermano mayor, y el niño reconoce que «hago casi lo mismo que los demás, pero también sé que no es una vida igual». Josito se hizo amigo de Quini, que visitó recientemente la sede de Galbán y que ya lo conocía de una anterior visita al hospital. «Es que aquí», explica Carmen Pérez, «casi todos son del Sporting». Vaya por Dios.