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Condenado palabro

Condenado palabro

De todas las palabras-fetiche a las que se recurre para dar falsas esperanzas a los despojados en esta gran regresión la de reinventarse merece una doble condena. Primero por atentar contra el propio término "inventar" que implica ya de por sí un acto único, algo que de repetirse dejará de ser invención para transformarse en otra cosa. Y segundo por nutrir esa jerga que transfiere la responsabilidad de los males generados por los dueños de la economía a quienes los padecen. El palabro alimenta un proceso de individualización de la culpa: lo que a uno le ocurre no es consecuencia de decisiones ajenas y la prueba está en que se puede superar con la decisión personal de "reinventarse". Hay, sin embargo, quien fracasa de forma recalcitrante en lo suyo sin que un sistema que se supone regido por la búsqueda de la máxima eficiencia lo condene a la exclusión. Ahí está Rodrigo Rato, el director del Fondo Monetario Internacional que no olió la crisis, el que apuntilló Bankia pero hoy se sienta en cuatro consejos de administración. Que se reinventen otros.

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