Ante la emergencia sanitaria, hay quien se toma la justicia por su mano y decide increpar a los que creen que se saltan la cuarentena. Esa actitud, histriónica en ocasiones, puede derivar en situaciones comprometidas como la que atraviesa un hotel gijonés, uno de los ocho en Asturias con permiso del Estado para mantener su actividad con un horario especial para transportistas, que no deja de recibir denuncias de ciudadanos anónimos por mantener sus puertas abiertas para dar un plato caliente y cobijo a los transportistas. "Es como si fuera la guerra, que te denuncian anónimamente", lamentó René Reyero, el dueño del complejo hotelero situado en el barrio de Tremañes.

Desde que se declaró el estado de alarma, Reyero hace las veces de recepcionista y gerente del hotel. Mantiene un estricto horario de apertura. El que le permite la ley para dar de comer a los camioneros que surcan las carreteras españolas para evitar el desabastecimiento, entre otras cosas, de los supermercados. A saber, abre sus puertas desde las seis y media de la mañana hasta las nueve; de la una de la tarde hasta las tres y desde las ocho hasta las diez. "Lo que nos exige el Principado. Hay que ayudar", aseguró el jefe del hospedaje ubicado en la zona sur de la ciudad.

Muchos de estos servicios de restaurante y cafetería se han visto alterados por visitas inesperadas de la Policía. Los agentes acuden al establecimiento alertados por los vecinos que viven en las zonas colindantes al hotel de Contrueces. "No hay casi comida o cena que no vengan la Policía", expresó el empresario. "Hubo veces que ni siquiera los agentes estaban al tanto de que tenía permiso para estar abierto", recalcó Reyero. Para salvar la papeleta, el dueño del hotel gijonés ha tenido que mostrar en varias ocasiones la publicación en el Boletín Oficial de Estado (BOE) del pasado miércoles en la que su negocio aparece entre los autorizados para estar en funcionamiento mientras dure la emergencia sanitaria.

Según Reyero, las medidas de seguridad en su hospedaje son estrictas. La plantilla acude con mascarilla y guantes a atender a los clientes, que rondan la veintena. Las mesas en el restaurante están colocadas de tal forma que se mantenga en todo momento la distancia de seguridad para evitar contagios y los que acuden al complejo deben demostrar que tienen a su vez permiso para trabajar. "Esta situación de confinamiento, se ha vuelto muy extraña", reflexionó Reyero, víctima de denuncias anónimas sin base.