Entrevista | Rebeca García Paleoantropóloga de la Universidad de Burgos e investigadora en Atapuerca

"No nos podemos permitir formar excelentes investigadores para que se vayan"

"La cueva del Conde, en Santo Adriano, es pequeñina pero nos puede dar mucha información valiosa sobre el momento en que los sapiens se encontraron con los neandertales"

Rebeca García, en Soto del Barco, con San Esteban, El Castillo y la desembocadura del Nalón a su espalda. |  Miki López

Rebeca García, en Soto del Barco, con San Esteban, El Castillo y la desembocadura del Nalón a su espalda. | Miki López / Mariola Riera

Mariola Riera

Mariola Riera

Hace más de 20 años la arqueóloga Gema Adán propuso a Rebeca García (Soto del Barco, 1974), entonces recién licenciada en Biología por la Universidad de Oviedo, irse a Burgos a excavar en el solar que hoy ocupa el Museo de la Evolución Humana. "Me dijo vente conmigo, hacemos eso y luego te vuelves para Asturias. La cuestión es que no volví", recuerda. "Fue mi mentora y le debo gran parte de lo que soy, sentí mucho su muerte hace poco más de un año", dice de la recordada Gema Adán.

Rebeca García es paleoantropóloga, campo en el que se especializó tras hacer su tesis sobre hallazgos en la Sima de los Huesos del célebre yacimiento de Atapuerca (Juan Luis Arsuaga fue uno de los directores del trabajo), en el que suma ya 22 campañas de excavaciones. Investiga y es docente en la Universidad de Burgos, donde reside con su marido y su hijo. A Asturias vuelve siempre que puede, pero una visita imperdonable es el primer domingo de agosto, cuando se celebra la romería del Xiringüelo en Pravia y de la que este año fue pregonera con un aplaudido y elogiado texto inspirado, como no podía ser de otra manera, en su trabajo en Atapuerca.

–Explíquenos eso de que el Xiringüelu es la "fiesta de la humanidad", tal y como pregonó.

–Para mí sí, porque en la fiesta se expresa en su máxima potencia todo lo que nos hace humanos. Nuestra sociabilidad, por ejemplo. Somos la especie más social que hay. Es increíble para cualquier especie que haya tantos miles de individuos de la misma congregados en el mismo sitio. En el Xiringüelo podemos estar y con mínimas incidencias. Es el momento en el que, sobre todo, se pone por encima la pertenencia a un grupo, su creación más allá de los lazos familiares, a través de la amistad, algo también muy característico de nuestra especie. Cuando me llamaron para hacer el pregón fue lo primero que se me vino a la cabeza.

–Ha dicho también que lo de caminar es como un milagro. ¿Tan fascinante es algo que hacemos a diario y sin darle importancia?

–La bipedestación es algo que es impresionante, porque además realmente es la madre de todas las adaptaciones, es la primera que aparece en el registro fósil y es la que nos ayuda a saber si un fósil muy antiguo de en torno a 7 millones de años pertenece al linaje de los chimpancés o pertenece a la nuestra. Es que es difícil, es algo que es una maravilla tecnológica porque tienes que estar en equilibrio, mantenerte erguido cuando estás con una pierna en el aire.

–Sumamos 7 millones de años de evolución, ¿qué es lo que más le fascina del ser humano? Juan Luis Arsuaga ha dicho que somos el logro más importante de la Naturaleza.

–A mí lo que me apasiona del ser humano y lo que más me llama la atención es lo paradójicos que somos. Somos capaces como grupo de hacer las mejores cosas del mundo, somos súper empáticos, tenemos acciones que están geniales. Y al mismo tiempo somos una especie que podemos estar acribillando a otro grupo, atacando a los otros. A mí esa dualidad me llama poderosamente la atención.

–La pelea, la guerra, es tan antigua como el ser humano.

–Tenemos evidencias de violencia interpersonal, problemas entre grupos, desde muy temprano en el registro fósil de la evolución. Los problemas de antes eran más por controlar un territorio porque eso conllevaba controlar el alimento, que es muy importante. La violencia interpersonal la encontramos continuamente.

–¿Y hasta qué punto es necesaria la guerra para evolucionar?

–Necesario no es nada. O sea, la evolución no es dirigida. Es una combinación de circunstancias que nos han hecho lo que somos, entre otras cosas, personas que de vez en cuando somos bastante violentas. Pero al mismo tiempo cuidamos a nuestros enfermos desde hace muchísimo tiempo.

–Lo que usted dice: paradójicos a más no poner.

–Tenemos un comportamiento tan complejo que a nosotros mismos nos cuesta hasta entenderlo. Todos somos buenos y malos en determinadas circunstancias. Yo creo que eso es la base por lo que nos gustan tanto los culebrones. El bueno es muy bueno y el malo es muy malo. Es muy fácil de identificarlos.

–¿Siempre gana el malo, el más fuerte en la lucha, como dijo Darwin?

–Es que Darwin está un poco mal interpretado. Dice que sobrevive el más apto, no el más fuerte. Si en las condiciones reinantes eres el más apto, o sea, te has cargado a toda la tribu completa, pues la tuya es la especie que va a prosperar. Pero a lo largo de la evolución humana hemos visto que gran parte de los grandes progresos se han hecho por colaboración. Somos una especie muy colaborativa. Como digo no es nada común encontrar una especie de la que se puedan congregar tantos miles de individuos en el mismo lugar sin que haya problemas. Hay quien dice que somos la especie que nos hemos autodomesticado, porque somos muy tranquilos.

–Explica que como paleoantropóloga se dedica a desenterrar huesos y piedras. Suena bastante simple. ¿Por qué lo que hacen ustedes es importante?

–Básicamente para saber quiénes somos y de dónde venimos, es lo que siempre hemos querido saber los seres humanos. Y para responder a eso estamos nosotros, con el estudio de esos viejos huesos y haciendo una lectura correcta de ellos. Ayudamos a conocernos un poco mejor a nosotros mismos.

–Habla de Atapuerca como un "lugar mágico".

–Es un lugar único en el mundo porque en él tenemos, en los distintos yacimientos que se están excavando, un registro continuo de la evolución humana en Europa desde hace un millón y medio de años hasta la actualidad. Eso es una bestialidad, no se da en otro lugar del mundo. Además, la conservación de los fósiles es ideal, con lo cual tenemos una cantidad que es espectacular, que nos permite conocer muy bien cómo eran, no una ni dos, sino las distintas poblaciones que fueron habitando Europa.

–Un suerte poder tener Atapuerca en España.

–Hay tal abundancia de fósiles porque está colocado en un sitio que desde el punto de vista ecológico es excepcional. Está en un tramo que está entre lo que sería el Sistema Central y la Cordillera Cantábrica, que es el sitio de paso que toda la vida siguieron los animales para migrar, y detrás de los animales de cuatro patas íbamos los de dos, o sea, nosotros, porque seguimos a la comida. Es excepcional. Llevo 22 años en Atapuerca y a veces pienso que ya no puede dar más de sí. Pero vas y sí, todavía te sorprende.

–¿Queda Atapuerca para rato o se va agotando?

–Atapuerca va a seguir dando muchísima información. En los últimos años hemos empezado a excavar nuevos yacimientos con unas cronologías que nos completan muy bien todo el pequeño lapso que teníamos de tiempo. Y los que ya se llevan excavando desde hace muchísimo tiempo están en un punto ideal para dar muchísima información.

–Semanas atrás se informó de uno de uno de los últimos hallazgos: los primeros suelos acondicionados para vivir realizados por pobladores del Neolítico dentro de un recinto.

–Sí, es uno de la última campaña. Esos hallazgos precisamente se dieron lugar en uno de los yacimientos al que yo le tengo un enorme cariño, que es el Portalón de Cueva Mayor, porque es donde yo estuve excavando durante muchísimos años, hasta 2020. El Neolítico en el interior de Atapuerca no era muy bien conocido. Son llamativos esos suelos preparados en el interior de la cueva, acondicionándola para vivir, y son de bastante antigüedad.

–Este julio ha estado en Atapuerca y ahora, tras las vacaciones, vuelve a excavar.

–Sí, en septiembre me voy a los yacimientos del Calvero de la Higuera, que están en Pinilla del Valle, en la Comunidad de Madrid, que también es otro sitio excepcional. Ahí la cronología es más cortita porque estamos hablando de un mundo neandertal básicamente, pero son varios yacimientos los que se están excavando y que está dando también unas noticias espectaculares. Por ejemplo, este año se ha identificado un santuario neandertal con una ofrenda de lo que serían los trofeos que llamamos de caza. O sea, los neandertales tenían su propio simbolismo.

–¿Y qué me dice de Asturias? ¿Tenemos sitios interesantes? Ahí está el Sidrón.

–Hay varios yacimientos del Paleolíticos Superior más recientes. El Sidrón ha sido espectacular, lo que pasa es que creo que ya está agotado de excavar, que no de estudiar. Yo nombraría uno porque me toca el corazón ya que estuve involucrada en él por mucho tiempo junto a Gema Adán. Es la cueva del Conde en Santo Adriano. Es pequeñina, pero nos puede dar muchísima información sobre un periodo que es importantísimo, que es en el momento en el que los homo sapiens, nosotros, nos encontramos con los neandertales. Con Gema dejamos de excavar y estamos viendo a ver si sacamos alguna publicación porque sí hay cosas importantes.

–Usted es una de esos miles de asturianos que denominamos "fuga de cerebros" que se han formado aquí pero se ha ido fuera a trabajar. ¿Se ve de vuelta? ¿Quiere regresar a su tierra?

–No. Pero es que en mi caso no es una "fuga" al uso. Yo no me fui porque aquí no tuviese oportunidades, aunque igual luego me hubiese visto en esa situación. Me fui sobre todo porque las oportunidades que se me abrían fuera eran mucho mejores. Si en Asturias hubiese una Atapuerca, pues aquí estaría, pero es que la sierra está en Burgos. No me veo de vuelta porque tengo ya entregada mi vida a ese yacimiento. Volveré cuando me jubile. Eso fijo.

–¿España dedica lo suficiente a ciencia e investigación?

–A ver, a nosotros siempre nos parece poco. Yo creo que sobre todo donde más se debe apostar es en ayudar a la gente que tras el esfuerzo de hacer y acabar su tesis, luego no saben muy bien qué hacer o dónde ir. En la investigación hay muy poca estabilidad y se necesita inversión para apoyar a los que a ella se dedican. Así también frenaríamos esa "fuga de cerebros", de gente que formamos aquí pero luego se van al extranjero y es muy difícil retornarlos. Yo, al fin y al cabo, me he ido de Asturias a Burgos, que es todo en España. Me da más pena de la gente que se tiene que ir del país. Ahí sí que se debería invertir en un buen plan de estabilización centrado en los posdoctorados.

–Es el eterno lamento: la gente se forma aquí y otros los aprovechan.

–No nos podemos permitir es estar durante unos años preparando a unos investigadores excelentes para perderlos. Porque ya es hora, además, de que se nos quiten los complejos. En España vamos muy bien y tenemos excelentes investigadores. El problema es que luego no somos capaces de aprovechar ese potencial.

–Quisiera preguntarle por su primer estudio, tras licenciarse, centrado en estudiar las huellas de la población en territorio de los vaqueiros de alzada y que salió publicado en LA NUEVA ESPAÑA.

–Sí, fue el tema que me dieron cuando estaba empezando mi curso de doctorado, en el llamado DEA, el equivalente al trabajo fin de máster. No era un campo que me entusiasmase, aunque bromeo con ello. Siempre digo que mi vida está unida a contar líneas, porque una de mis vías de investigación actuales es contar líneas, estrías de dieta en los dientes. Es lo mismo que hacía con las huellas. Ahora mismo eso se queda obsoleto totalmente con todos los estudios y desarrollo de la genética. Las huellas dactilares sí que son únicas, pero tienen un componente poblacional. Mi objetivo era recogerlas, comparar y ver si el aislamiento a los vaqueiros de alzada había dado lugar también a unas huellas específicas. Y sí que habíamos encontrado algo. Pero entonces se cruzaron los huesos en mi camino y las huellas quedaron apartadas.

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