La nueva vida de Vega de Seoane en silla de ruedas: "Cuando te llega un gran problema, tu capacidad es enorme y se te quita el miedo"

El empresario madrileño, parapléjico tras un accidente de esquí, disfruta de unos días en Colunga con su numerosa familia | "La gente nos da la enhorabuena por la reacción que ha tenido Fernando", destaca su esposa

La nueva vida de Vega de Seoane en silla de ruedas: "Me ayudan y yo puedo ayudar"

Rodrigo Hernández / Nuria M. Morán

Pablo Álvarez / Rodrigo Hernández / Nuria M. Morán

Estación de Baqueira Beret (Lleida). 22 de enero de 2022. Habla Fernando Vega de Seoane Pallarés, empresario:

–Era el fin de semana perfecto. Vas a esquiar con doce amigos. En la organización del plan fui especialmente cuidadoso. El sábado, el primer día, en la tercera bajada, cuando estaba muy descansado, tuve el accidente. La pista no era especialmente difícil y no iba especialmente rápido, pero no la conocía. De golpe, en un cambio brusco de trazado, no pude corregir, perdí el control y me salí de la pista chocándome contra un árbol. Tras ese impacto, sabes perfectamente el daño que te has hecho. No necesitas un médico ni una radiografía ni una resonancia magnética. Estás tumbado en la nieve y sabes que te has quedado parapléjico y que es para siempre. Uno está tumbando en la nieve diciendo: «Me acabo de quedar en silla de ruedas».

La vida previa de Fernando Vega de Seoane se resumía en palabras como actividad, emprendimiento, viajes, empresas, relaciones sociales... Y una familia (numerosa) construida con Beatriz Satrústegui de Prada. Entre ellos se llaman Bea y Fer. Ella, profesora, tiene 47 años. Él va a por los 49. Se casaron jóvenes, en 1999. Tienen cinco de edades comprendidas entre 23 y 13 años. Ambos nacieron en Madrid y aman Asturias. El vínculo con el Principado viene del abuelo de Fernando: el ingeniero Joaquín Vega de Seoane y Ariza, quien llegó en los años 50 del siglo pasado como director de la mina de Lieres, primero, y gerente de la Fábrica de Mieres, más tarde. Y en Asturias arraigó a sus ocho hijos.

La nueva vida de Vega de Seoane en silla de ruedas: "Me ayudan y yo puedo ayudar"

Fernando Vega de Seoane y Beatriz Satrústegui, con sus cinco hijos: Íñigo, Casilda, Beltrán, Bosco y Genoveva. | Irma Collín / Pablo Álvarez Rodrigo Hernández Nuria M. Morán

Volvamos al «fin de semana perfecto». Así lo cuenta Beatriz:

Fer podía irse a esquiar con sus amigos bilbaínos y a mí me hacía mucha ilusión. Aunque todos en la familia esquiamos, yo empecé siendo más mayor. Me hacía mucha ilusión que pudiera pegarse una buena esquiada sin tener que estar paseándonos a nosotros por las pistas.

Pero todo se torció. Y_contra un árbol de Baqueira colisionaron unos planes diseñados con mimo:

–Hasta 2022 éramos una familia normal y corriente con cinco niños. Cuando nos casamos, yo tenía 22 años y Fer 24. El plan de vida ideal que nos habíamos hecho los dos era ser padres muy jóvenes y pudimos cumplirlo. Con la idea también, cuando los niños fueran mayores, de poder viajar y hacer una serie de planes juntos siendo todavía muy jóvenes, a partir de los 50 años. Pues ese proyecto nos ha salido muy bien hasta que llega el accidente –relata Beatriz.

Beatriz y Fernando atienden a LA NUEVA ESPAÑA mientras pasan unos días en Loroñe, pueblecito de Colunga donde los Vega de Seoane tienen varias casas en formato de quintana. En total, entre 40 y 50 personas de varias generaciones entran, salen, llegan y se van. Proliferan los niños, algunos descalzos. Hace pocas horas ha parido una perra. Una prima desayuna tapioca con aguacate. «Tío Ina» (Ignacio Vega de Seoane) luce como capricho un precioso Seat 600 de 1970.

¿Qué sucede en el momento en el que uno se percata de que su vida da un vuelco a peor? Fernando rememora sus minutos tumbado en la nieve aguardando auxilio:

–Es un momento muy triste, muy de incertidumbre, de miedo incluso. Te viene a la cabeza lo que es esencial para mí: Bea, mis niños, mi trabajo, yo mismo... Pero te reconozco que, estando tumbado en la nieve, me digo: «Me he quedado parapléjico pero respiro, estoy consciente, puedo mover las manos, puedo mover los hombros... ¡Lo voy a petar en silla de ruedas!». Todo esto debí de pensarlo en muy pocos segundos, hasta que llegaron mis amigos. Cuando llegaron, les dije: llamad a la estación, que me manden el helicóptero, tengo una lesión medular. Es un término que no había utilizado en mi vida: lesión medular.

Beatriz toma el relevo en relato. Recibe una llamada telefónica:

–Fer me llama y me dice que está en un helicóptero de camino al Hospital Vall d’Hebrón, de Barcelona, porque se había hecho mucho daño. Creo que lo viví con calma, con paz. Desde el minuto uno sabía que lo que había pasado era drástico, un antes y un después. Según estaba yendo en el AVE, tenía clarísimo que iba a estar en silla de ruedas para siempre. Cuando llegué al hospital, a la UCI, y el equipo médico nos dio el diagnóstico, el peor escenario de todos, la verdad que no nos movió la aguja demasiado. Ya lo teníamos los dos bastante interiorizado.

Eran momentos intensos de covid, y en Cataluña más. A Beatriz no le permiten que se quede con su marido. Regresa a su casa:

–Cuando volví a Madrid, dejando a Fer en el hospital, mi hija mayor, Casilda, esa noche durmió conmigo y la pobrecita se vino abajo. Me decía: «Papá, tal y como es, una persona súper dinámica, súper deportista, que no conoce la pereza, que no puede estar sentado más de una hora y media en ningún sitio, es que se va a querer morir, es que esto papá no va a poder sobrellevarlo». Y yo le dije: «Cas, espérate, que no solamente lo va a llevar muy bien, sino que nos va a dar una lección a todos. Ya lo verás». Por otro lado, el que nos haya pasado después de 25 años de matrimonio, de toda una vida juntos, con subidas, bajadas, dificultades y momentos muy buenos para disfrutar, yo creo que eso te da también madurez. Aprendes a relativizar, que es muy importante, sobre todo cuando estás educando muchos niños.

Desde Barcelona, Fernando fue trasladado al Hospital de Parapléjicos de Toledo. La recuperación avanzó con más rapidez de lo previsto. Quedaba por delante el retorno a la vida cotidiana y a la sociedad. Y, en esa tarea, las redes sociales mostraron su mejor faz.

–Por nuestra forma de ser, nos importan mucho los demás. Cuando me rompí, tenía una obsesión enorme por decirle a la gente que estaba bien. Instagram me ha servido para comunicarme con el mundo exterior y fundamentalmente con nuestros hijos –indica Fernando.

Y corrobora Beatriz:

Es increíble lo que no ha pasado con Instagram. El hecho de que Fer tuviera la iniciativa de hacer vídeos no solamente ha permitido a todo el mundo ver de primera mano cómo está, sin que haya mensajes torcidos. El hecho de que Fer fuera tan positivo hacía que la gente estuviera agradecida y esperara su vídeo todos los días. Esto a Fer también le hacía venirse arriba pese a sus miles de dolor. Toda esa película de mensajes han hecho que nos dieran la enhorabuena. Se ha quedado en silla de ruedas y nos paran por la calle y dan la enhorabuena. A nuestros hijos: «Tú eres hija de Fer, sigo a tu padre, sigo a tu padre, es un crack...». Los niños se sienten orgullosos de su padre, lo han gestionado fenomenal, y eso es mérito de ellos fundamentalmente. El buen ambiente genera buen ambiente, y es un círculo virtuoso.

Resulta inevitable preguntarse cuál es la clave de una reacción tan favorable. Apunta Beatriz:

–Nos ayuda mucho la manera que tuvo Fer de gestionar todo lo relativo al accidente. Nos lo pone muy fácil a mí y a los niños. Otra cosa sería tener un marido en la cama queriendo morirse con una depresión profunda.

En una mañana fresca, se está a gusto en el porche de la casa de Loroñe, al pie de la sierra del Sueve, por la cara norte y a pocos cientos de metros del mar en línea recta. Por las inmediaciones se mueven mayores, niños y perros en muy razonable armonía. Algunos jóvenes han estado de marcha en la noche anterior. Para la tarde está programado un plan de pesca. Los Vega de Seoane-Satrústegui viven al día: «Si llueve mañana, nos marchamos mañana, sobre todo por la dificultad de manejarse con la silla de ruedas».

Fernando analiza su nueva vida, actualizando las experiencias que ha transmitido en su libro «Si la vida te da limones, pide tequila»:

Mi situación tiene muchos momentos de sentirme muy bien. Pero para mí ha sido esencial, y no sabes hasta qué punto, ver cómo Bea encajó desde el primer momento la noticia. Lo que ha llorado lo ha llorado conmigo, y lo que han visto los niños es que esto va a traer cosas buenas a casa porque lo dice mamá, y lo dice con determinación. Cuando ves que Bea no se ha puesto histérica, que podía suceder, porque su marido ha quedado parapléjico, tú dices: «Es que no puede estar todo más bajo control».

Brillan los ojos de Fernando, de Beatriz y de los periodistas que les escuchan:

A partir de ahí, te diría que tengo momentos muy malos, pero como cualquiera. Tomé la determinación de que nada que no fuese importante me iba a molestar. Entonces, si me preguntáis: ¿Este verano es peor que los veranos anteriores al accidente? Pues si quieres, sí; si quieres, es un infierno. Pero lo importante es que estamos juntos, que Bea está bien, que los niños están fenomenal y lo pasan bien, que mis amigos están superdisponibles, que mi empresa funciona... Lo demás me puede hacer más o menos ruido, pero si te agarras a que lo que está bien está bien, lo demás ni molesta. Porque un día te suena el teléfono y algo de lo que realmente importante se cae... Entonces es cuando te dices: vaya chorrada que yo me queje de cargar la silla en el coche.

La clave de todo queda clara viendo y oyendo. La explicita Beatriz:

Somos una piña familiar. Eso ayuda mucho. Pero entendiendo que los niños tienen su vida y deben seguir con ella. Y, luego, todo lo que es de la parte de hermanos, cuñados, primos que son casi como hermanos... Es una suerte. El mérito es de todos, pero sobre todo de Fer, porque cuando tú tienes una persona con ganas de hacer cosas... Fer no ha recibido ningún tipo de ayuda psicológica, cero, en el sentido de ir a sentarse en la consulta de un psicólogo o un psiquiatra o de recibir una medicación. Pero esa terapia se la está dando toda la gente. Todo nuestro entorno es para nosotros una terapia increíble.

Fernando Vega de Seoane admite que no todo es vino y rosas. Hay momentos en los que la vulnerabilidad hace acto de presencia:

–Es un tema muy delicado porque es la razón fundamental por la que un lesionado medular puede tener un cierto complejo social. El cuerpo está perfectamente programado para atender las necesidades fisiológicas. Cuando uno tiene la vejiga llena, salta una alarmita. Cuando uno tiene llena la cañería dos, te vas al cuarto de baño y haces tus cositas. Pero cuando tienes lesión medular no hay aviso. Reconozco que ese no avisar es limitante. La cañería uno se maneja muy bien, pero la cañería dos es muy complicada. He sentido verdadera impotencia, verdadera vulnerabilidad con este asunto, porque necesito a Bea muy cerca. Es muy complicado y está muy cerca de la humillación. Uno tiene mucha resistencia a pedir ayuda, aunque la gente está encantada de dártela. Además, todavía estoy con una parte importante de rehabilitación y educación. Tengo que aprender mucho. Vivo en una casa alquilada, un dúplex, y duermo en el salón porque los cuartos están en la planta de arriba. Y toda la parte de higiene personal la hago en un club que está relativamente cerca de mi casa. El poner todo en marcha requiere un tiempo.

Con todo, este verano no está siendo nada malo, admite Beatriz:

–Los nuevos veranos son más difíciles en cuanto a movilidad. Si lo pensamos en negativo, es una realidad. Pero si nos quedamos solo con lo negativo seríamos muy injustos porque, por ejemplo, hemos estado en Francia y Holanda 15 días. Fer quiere convertirse en el campeón de paragolfer mundial, y ha ido a jugar el europeo de golf a Holanda. Nos hemos pegado un viaje de la pera. Eso en 2018 o en 2019 no estaba.

Fernando Vega de Seoane era accionista y consejero delegado de una empresa. Ahora solamente es accionista aunque sigue de cerca el medio y largo plazo de la compañía. Está dando muchas charlas sentado en su silla de ruedas:

–He sacado muchísimas cosas positivas. Ante todo, la reafirmación de la capacidad de superación que tenemos. Siempre tendemos a pensar que no vamos a ser capaces de hacer algo y esto es superlimitante. Y al final te llegan las cosas y tienes una capacidad y una plasticidad enormes, y se te quita el miedo de todo. Aprendes a vivir el presente, que es fundamental, a relativizarlo todo mucho más. Esa nueva perspectiva te da una confianza enorme de que, pase lo que pase, vas a saber encajarlo. Yo diría que ése es el principal el principal efecto positivo que ha tenido sobre mí.

Y, luego, efectos colaterales:

–Es increíble. Ves gente que se transforma, gente que cambia porque te ve, y que cambia de verdad, para mejor. Lo notas y lo ves. Y es muy placentero para uno y sobre todo para el que hace el cambio. Mi silla anima a muchos a ayudarme y a mí me permite ayudar.

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