Impresiones de La Feria del Libro de Frankfurt

En Octubre se celebró la 75º. Frankfurter Buchmesse, la más importante del mundo, a orillas del río Meno, en Alemania

Vista general del recinto en el que se celebró la Feria del Libro de Frankfurt.

Vista general del recinto en el que se celebró la Feria del Libro de Frankfurt. / Lioba Simon Schuhmacher

Lioba Simon Schuhmacher

Lioba Simon Schuhmacher

En esta ocasión, el país invitado fue Eslovenia con una cornucopia de actos, debates y lecturas, reflejando la variedad de escrituras (y diseños: llama la atención la cantidad y calidad de libros ilustrados, especialmente infantiles y juveniles) de aquel pequeño país al sur de los Alpes, con tan solo el doble de superficie y población que Asturias. El lema escogido fue "Un panal de palabras" ("A honeycomb of words"), el logo, un hexágono lleno de letras, muy a pesar del polémico escritor y pensador esloveno, Slavoj Žižek. Se había opuesto a este símil al considerar la república de las abejas una tiranía del orden, nada que ver con el concepto de creatividad de la escritura.

El stand de España en la Feria del Libro de Frankfurt.

El stand de España en la Feria del Libro de Frankfurt. / Lioba Simon Schuhmacher

Bajo impresionantes medidas de seguridad hizo acto de presencia Salman Rushdie, escritor británico-estadounidense de origen indio, perseguido por el extremismo islámico. El día de la clausura recibió el Premio de Paz del gremio de los libreros alemanes en una solemne ceremonia en la Paulskirche, santuario de la unidad y democracia alemana.

Una de las estrellas fue el autor austriaco Daniel Kehlmann. Presentaba su nueva obra sobre el cineasta G. W. Pabst, quien, habiendo gozado de éxito en Hollywood, aceptó una oferta para rodar películas en la Alemania nazi bajo el mando de Goebbels. La pregunta que atraviesa las 470 páginas es por qué. "Lichtspiel" ("Juego de luz", o luces, o más bien: sombras, diría yo) será traducido al español, para deleite de cinéfilos y amantes de la historia. Tuve el gusto de charlar brevemente con Kehlmann, y le deseé que esta obra corriera mejor suerte que su fascinante (para mí, en su versión original) novela-diálogo sobre Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss, "La medición del mundo" (2006). Efectivamente, admitió, en España no había "funcionado" bien. Las sutilezas (el estilo indirecto, el juego con la sintaxis, los subjuntivos…) resultaron un reto al traducirla. Para que algunos digan que da igual, o incluso que también se puede traducir mecánicamente con las nuevas tecnologías. Nada sustituye el buen saber y la labor profesional y meticulosa al recrear una obra literaria en otro idioma.

De eso también iba la Feria, de traducciones de y a un sinfín de idiomas. El bullicioso hervidero sirve de lugar de encuentro de los integrantes del gremio, y de todo lo que rodea a los libros, desde el papel en el que se imprimen y los demás materiales, todo tipo de software para versiones online y electrónicas, audiolibros, proveedores de servicios, canales de difusión, organizaciones educativas, agencias literarias, derechos de autor, y editoriales desde las más pequeñas, incluso sorprendentemente minúsculas, hasta las más grandes y conocidas, ocupando un espacio proporcional a su relevancia en el sector.

Cada media hora se celebra una veintena de actos (entrevistas, debates, presentaciones…) simultáneos en diversos lugares del ingente recinto. Una jornada caminando por aquellos pabellones, escenarios, pasillos y el inmenso Ágora puede suponer el equivalente de una etapa del Camino de Santiago.

Caminando, pues, en el pabellón 5.0. llego al stand de España donde me encuentro con el dinámico asturiano afincado en Frankfurt, Juan García y Punto, encargado del puesto. Un gran telón rojo al fondo sugiere un teatro, con la inscripción "Spanien". El stand es respetable, si bien no comparable con el del año pasado, cuando España fue el país invitado bajo el lema "Creatividad desbordante". Seguidos se hallan, algunos más grandes, los puestos de Cataluña, País Vasco, la Generalitat Valenciana con dos universidades, y claro, algunas editoriales de las más comerciales. Asturias, como Galicia y otras comunidades, estaba ausente en esta ocasión. En 2022 el stand promovía libros "n’asturianu". Cuando pegabas la oreja para averiguar en qué idioma se comunicaban los promotores entre ellos, resultaba ser en castellano.

Llamativo, quizás, Bélgica: Valonia, la parte francófona, se encontraba en un pabellón, y Flandes, la parte belga de habla neerlandesa, en otro mucho más alejado. Los países árabes exhibían stands lujosos, con una cantidad inversa de libros a su tamaño. El pequeño puesto de Israel se encontraba desierto.

Al terminar la jornada, quedamos con nuestra amiga asturiana residente en Frankfurt, Silvia, gran lectora, profesora y apasionada musicóloga, que nos llevó a una de las típicas sidrerías de la ciudad. La gente se sienta a largas mesas corridas, según encuentre sitio, y puede acabar socializando con desconocidos. Se bebe "Äppelwoi" (vino de manzana, en el dialecto sajón), una bebida ácida suavizada con gaseosa (poco que ver con la sidra asturiana), servida en grandes jarras de gres gris y azul, acompañada, cómo no, de codillo asado, o de patatas con salsa verde (el plato favorito, dicen, de Goethe, oriundo de Frankfurt), el intenso queso de Maguncia con cebolla ("Handkäs mit Musik"), embutidos, o simplemente, "Frankfurter" (las salchichas).

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