Igualdad
Cartas desde la cárcel: los gestos machistas de la vida cotidiana
La ira, el desconcierto y la sensación de vulnerabilidad impregnan las historias de estas mujeres
Ángela Torres Riera
Es una mirada, un gesto, una frase inapropiada camuflada de broma. Son hábitos domésticos. Familiares que aprovechan la relación de confianza. Una caricia no compartida.
Las funcionarias e internas de la cárcel de Ibiza han escrito y colgado de forma anónima en las paredes de la prisión situaciones que algún día, en alguna ocasión o en varias, han tenido que experimentar por el hecho de ser mujeres y que esconden, bajo comportamientos sutiles, una realidad machista y regida por la desigualdad de género.
"Desvalorizada". "Amenazada". "¡Indignada!". "Incómoda!". "No entendía...". En cada cartulina hay impregnada una sensación de la que las mujeres del centro penitenciario se han desprendido, un poco, contando momentos sufridos de sexismo cotidiando que la sociedad tiene normalizados.
Junto a la descripción de un hecho que en cada caso cobra una forma distinta pero que esconde detrás el mismo problema, en los márgenes (de forma casi metafórica) de la cartulina lila, chillan los sentimientos de estas mujeres.
El desconcierto ("me siento confundida") es uno de los más compartidos. También la indignación ("No es normal..."). En la cartulina que encabeza esta exposición contra la violencia machista, que las mujeres de Cas Mut realizaron con motivo del 25-N, resalta una cifra: 119 denuncias de maltrato en casi un año en Ibiza.
"¡Alto! Respétame"
Pero después de la ira, la rabia y la pena ("Se acabó". "¡Alto! Respétame"), llega la fortaleza. Por lo menos, en este espacio de expresión. Las cartas, que pretenden visibilizar estas historias para conseguir erradicar, aunque sea poco a poco, el problema de la violencia machista, no tienen nombre ni apellidos.
No es lo importante, en este caso, identificar a las víctimas, sino visibilizar que independientemente de las características particulares de cada una, incluida su condición dentro de la prisión desde la que escriben estas cartas, son todas mujeres y sus vivencias siendo víctimas de situaciones machistas se repiten.
A veces, incluso cuango algunas eran menores de edad. A veces, incluso dentro de sus casas, supuesta zona segura: "En una comida familiar mi tío empezó a tocarme los muslos por debajo de la mesa, me sentía mal, pero no dije nada (’no entendía’)".
Aunque también en la calle: "Con 15 años, iba andando por la calle y un hombre de más de 40, al llegar a mi altura, disminuyó la velocidad, bajó la ventanilla, y me miró de arriba a abajo. Me sentí muy incómoda". O en el ámbito laboral: "Compañeros de trabajo que me dé la vuelta para mirarme el culo", "mi superior tontea conmigo y hace bromas con doble sentido de índole sexual".
O dentro de una relación sentimental que tras los halos de amor romántico deja entrever actitudes de opresión y restricción de libertad: "Mi pareja me dice cómo tengo que vestir: nada corto, no escotes, no maquillaje. Date cuenta, esto no es normal", pide una voz anónima que podría ser la tuya, o la mía.
"Ira, pena, frustración, podría ser tu hija...". En otros casos, los hechos van más allá y se convierten en una agresión sexual o en un intento de violación, como en otro de los relatos anónimos del proyecto colgado en las paredes del centro penitenciario.
"Gracias a Dios no pasó, pero fue un hecho que me marcó y me ha causado rechazo de manera inconsciente hacia los hombres. Con ayuda y terapia lo intento superar, pero son cosas que no deberían pasar", sentencia esta mujer sobre cartulina púrpura y junto a una ilustración oscura. Son cosas que no deberían pasar: ni una mirada, ni un gesto, ni una frase inapropiada camuflada de broma.
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