Cuando el Sporting se enfrenta a Fernando Llorente en su guarida, la mayor amenaza no es que el delantero internacional pueda marcar, cosa que sólo ha sucedido en tres ocasiones en los once enfrentamientos del jugador con el equipo asturiano. El riesgo más elevado es el de que el delantero riojano se vaya al suelo y el árbitro de turno señale el punto fatídico. La treta le ha servido ya en cinco ocasiones a Llorente para desatascar partidos que su equipo era incapaz de encarrilar de otro modo. Primero con el Athletic y ahora también con el Sevilla, Llorente se beneficia de la presión de San Mamés y del Pizjuán para influir en la toma de decisiones arbitrales. Llorente ha jugado seis partidos como local contra el Sporting y en cinco de ellos provocó un penalti. Siempre cuando el marcador indicaba empate a cero. El único partido en San Mamés en que Llorente no logró que le pitaran un penalti a favor terminó con la victoria rojiblanca (1-2) en la Catedral con doblete de Miguel de las Cuevas.

La buena noticia es que sólo tres de los cinco penaltis provocados por Llorente terminaron en gol. El propio delantero mandó uno fuera y Juan Pablo le detuvo otro a Muniain.

La tradición comenzó la primera vez que se vieron las caras. El 14 de agosto de 2008. Tras un ascenso épico de la mano de Preciado, muchos de los miembros de aquel se llevaron un chasco mayúsculo en su esperada primera visita a San Mamés. Un forcejeo entre Iván Hernández y Llorente pasado el cuarto de hora acabó con una pena máxima que transformó el propio Llorente. El capitán rojiblanco ni siquiera fue amonestado. Éste es el penalti menos escandaloso de los cinco forzados por Llorente.

Esa misma temporada, en Copa, Llorente se fue al suelo de forma escandalosa y engañó a Medina Cantalejo, que llegó incluso a amonestar a Neru. En febrero de 2011, de nuevo reventó el partido al cuarto de hora, con otro inexistente penalti que, además, se adobó con la expulsión de Gregory. Marcó David López y el Sporting acabó goleado (3-0). Un año después, en marzo de 2012, las víctimas del "timo" fueron Botía (amonestado injustamente) e Iglesias Villanueva que se tragó el engaño. Tras el penalti, Llorente se enzarzó con Iker Muniain en una absurda discusión por ver quien lo lanzaba. Lo hizo Muniain y lo detuvo Juan Pablo.

Como el zorro, que muda de piel pero no de costumbres, Llorente mantuvo el hábito adquirido con la camiseta del Sevilla. El delantero llevaba buscando el error de Del Cerro Grande desde la primera disputa en el área. Con el respaldo de su banquillo, lograron echarle el campo encima. Los minutos pasaban, el Sporting resistía y la presión iba en aumento. Llorente se fue al suelo de forma absurda y poco plástica. El madrileño tragó y expulsó a su paisano Luis Hernández.