El ambiente ante el Villarreal estuvo lejos del vivido en el último partido en casa. Si la afición fue la que aseguró que El Molinón ardiera antes, durante y después del duelo ante Osasuna, en esta ocasión, el sportinguismo pareció esperar a que los jugadores tomaran el testigo y fueran ellos los encargados de encender la caldera a base de fútbol. Así se comprobó en la llegada del autocar del equipo al municipal gijonés, con menos público que en anteriores ocasiones, y también en la sensación de que la grada estaba a la expectativa durante los primeros minutos del encuentro. El singular horario, sábado, a las 13.00 horas, tampoco ayudó. La entrada, con 19.900 espectadores, fue la más floja de la temporada en partido de Liga.

La actitud colaboradora del sportinguismo se pudo ver en la abundante participación en la campaña de recogida de alimentos "Ni un plato vacío" en beneficio de la Cocina Económica, así como la de juguetes que desarrolló la peña Ultra Boys antes de iniciar el encuentro. "Siempre juntos", se pudo leer en el tifo de bienvenida al equipo, desplegado en el fondo sur, cuando los jugadores saltaron al campo. Doce minutos después, el tiempo que tardó en registrarse el primer gol visitante, comenzó a fraguarse el divorcio. El balón fue del Villarreal desde el principio mientras el sportinguismo esperaba un contragolpe que demostrara una ambición que no acabó de plasmarse. Cuéllar pagó el error en Cornellá con silbidos que también castigaron la racanería de ceder el balón al portero sin que antes hubiera algún ataque que llevarse a la boca. El segundo tanto del "submarino" desesperó a unos y a otros.

"No queremos jugadores, jugadores del montón, los queremos de Mareo, orgullosos de Gijón", comenzó a escucharse. Volvió a sonar el "Fernández vete ya", en alusión al presidente y máximo accionista del club y, de manera más tímida, se dejó oír un "Abelardo, dimisión". El Pitu reaccionó con un doble cambio cuando se llevaban 36 minutos, momento que unos aprovecharon para echarle en cara el planteamiento inicial, y otros el que adoptaba como solución. Los que no tenían buena cara fueron Babin y Rachid, los sustituidos. Los silbidos del descanso resumieron el panorama.

El brío con el que el Sporting inició la segunda parte fue suficiente para recuperar el respaldo de un generoso Molinón, capaz de multiplicar en aplausos lo poco que le den, dispuesto a colaborar. Los rojiblancos apretaron y la grada les secundó en un propósito de enmienda que no alcanzó. La paciencia se agotó con el tercer tanto vístante, tras el que parte del público aprovechó para abandonar el campo. "No te dejaré jamás", cantó entonces el fondo sur, mientras el último partido del año en El Molinón se aletargaba y condenaba a vivir la Navidad en puestos de descenso. Los últimos aplausos fueron para Pato, el mejor de los amarillos, el mejor del encuentro. El postrero tanto de Carmona tampoco pareció recompensar a los que se mantuvieron en su butaca para despedir al equipo en una peligrosa mezcla de silbidos e indiferencia.