Con el mejor Sporting no alcanza cuando enfrente se tienen futbolistas de primer orden. Y eso es algo de lo que anda sobrado Diego Pablo Simeone. Cuando el Cholo lo vio feo, cuando peor lo pasaba su equipo, y el sportinguismo se relamía ya con otra gran tarde, el argentino miró al banquillo y cambió el partido. Introdujo a Saúl, Gameiro y Thomas y agotó los cambios antes de que Rubi fuera capaz de reaccionar. Fue ahí donde el Cholo desequilibró una contienda en la que hasta ese momento le había superado el entrenador del Sporting.

A la vista del marcador final, cuesta creer que el Sporting pueda salir reforzado de la goleada recibida, pero tiene que ser así. El Sporting que se vio ayer, durante ochenta minutos, es un equipo abocado a la salvación, un Sporting en el que sí se puede creer. Los rojiblancos jugaron sin complejos, dominaron a un rival más que complicado, crearon ocasiones y supieron levantarse tras el duro golpe que supuso el gol de Carrasco, en un fallo grave de concentración, en el saque inicial del segundo tiempo.

Ya sea por la inercia de la victoria en Leganés, porque el toque de Rubi comienza a surtir efecto o por la determinante influencia de Lacina Traoré en el juego del equipo, el caso es que los rojiblancos jugaron con descaro, con corazón y con una velocidad de balón desconocida hasta ahora. La pelota circuló de forma efectiva y el Atlético sufrió de lo lindo. Al Sporting le fallaron las áreas. En la visitante no supo materializar las buenas ocasiones que produjo y en la propia volvió a patinar (con la notable excepción de Jorge Meré) en los momentos decisivos del choque. Por ahí se le fueron los puntos a un gran Sporting, que consiguió maniatar a Griezmann, su peor pesadilla, pero que dobló las rodillas ante la amenaza de Gameiro, salido de refresco para decidir el encuentro.

No hubo justicia para el fútbol del Sporting, pero sí hay esperanza. El resultado final no debe hacer dudar al equipo, que acabó ovacionado por propios y extraños al final del encuentro. Otro sólido argumento para la esperanza es el rendimiento creciente de algunos futbolistas. Mención especial para Vesga, discutido en su llegada, más por el mensaje implícito que por el jugador en sí. El cachorro cuajó ayer un partido de cuerpo enteró, dominó el centro del campo, tocó mucho y con intención y se hizo fuerte en la batalla física. Progresa adecuadamente también Lacina Traoré, que ayer fue una pesadilla para la defensa colchonera y rondó el gol en varias acciones que merecieron mejor suerte. También a gran nivel estuvieron los guajes Sergio y Jorge Meré, los grandes símbolos, el corazón de este equipo.

La permanencia del Sporting es ahora una cuestión de tiempo. Habrá que ver si el equipo ha despertado con margen suficiente para escapar de la quema ahora, que rivales como el Granada también aprietan el paso. Otra cuestión determinante también es comprobar que el equipo conserve esta vis competitiva ante todos los rivales y no sólo ante un grande como el Atlético de Madrid. La gran noticia del día fue la capacidad de los rojiblancos para levantarse tras el golpe que supuso el primer gol colchonero, una reacción no vista hasta ahora.

El Sporting de ayer mereció un refuerzo a su trabajo en forma de puntos. No lo obtuvo, pero el esfuerzo no puede ser en balde. Este Sporting tiene que perdurar y si el rival consigue ganar que sufra tanto como lo hizo el Atlético. Como diría Sabina, qué manera de perder.

Consciente de la gravedad del asunto, el Sporting encaró el partido con la decisión del desesperado. Fue un equipo atrevido, pero no apresurado, que combinó mucho y bien y que maduró a su rival. Jugaba el Sporting, pero golpeaba el Atleti que tuvo un par de chispazos peligrosos de Griezmann, Torres y Correa antes de que Traoré le metiera el miedo en el cuerpo a Moyá. Griezmann, sí Griezmann, que también defiende, y Lucas Hernández abortaron los dos primeros intentos del gigante africano. El tercero, tras una buena acción de Moi Gómez por la izquierda, se estampó en el poste.

Para la ocasión, Rubi dio vuelo al equipo con las alas de Douglas y Burgui. También Moi se dejó caer con cierta frecuencia a los costados, mientras que Sergio se midió el traje de centrocampista llegador.

Con más sensación de peligro que fuego real se llegó al descanso. Y fue ahí, a la vuelta del vestidor, cuando el Sporting se quedó dormido. El Atlético hizo el saque de centro y apuntó directo a la portería del Piles, la de los goles. La defensa rojiblanca llegó tarde a todas las disputas, a Cuéllar se le doblaron las manos y Ferreira-Carrasco puso en ventaja a los colchoneros dieciséis segundos después de la reanudación.

El Sporting se mantuvo en pie, cargó la bayoneta y se fue directo a la trinchera enemiga. Los rojiblancos cargaron por la izquierda. Canella lanzó a Burgui, que ganó la linea de fondo y puso un centro de cara a los rematadores. No alcanzaron ni Traoré, ni Douglas, ni los centrales, pero en segunda línea Sergio bajó el balón y descargó su rabia en la pierna derecha para meter al Sporting en el partido. Tuvo el avilesino otras dos citas con la gloria. Primero Moyá sacó sobre la línea un cabezazo suyo al primer palo y luego se le fue por encima del larguero un remate forzado.

El partido abocaba al empate, hasta que el Cholo dijo basta. Con tres retoques revitalizó al Atlético. Aparecieron los "Hombres G". Griezmann flota sobre el vértice del área y filtra un pase a un Gameiro desatado que golpeó una, dos y tres veces en menos de cuatro minutos para mandar a la lona a un Sporting que se derrumbó cuando ya tenía en su mano el objetivo. Rubi reaccionó tarde y mal. Si en Leganés ganó el partido con los cambios, ayer no estuvo fino. La ovación final es el mensaje. El juego de ayer es el camino y éste tiene que ser el Sporting de la permanencia.