Lo agradeció Rubi y lo aplaudió Berizzo. La afición del Sporting se convirtió en una de las claves de que el conjunto rojiblanco lograra sumar un punto ayer en El Molinón ante el Celta. El sportinguismo se volcó en los momentos más difíciles, tras el la expulsión de Meré y el gol de Iago Aspas que igualó el encuentro, levantando a un conjunto gijonés herido para alcanzar un empate que supo a poco. Y es que la ovación con la que, al final del choque, se premió el buen juego del Sporting, no ocultó la rabia por las ocasiones falladas y la oportunidad de sumar una victoria importante para salir del descenso.

El celeste de las camisetas del Celta se mezcló entre el multicolor del Antroxu gijonés desde primera hora del día. Entre los 600 aficionados que acudieron a Gijón para animar a los del Toto Berizzo se encontraba Abel Caballero, alcalde de Vigo, presente en El Molinón y en el concierto de corales en el que tomó parte una de las agrupaciones de su ciudad. Él fue una de las personalidades invitadas a un palco de El Molinón que también recibió a Julen Lopetegui, seleccionador nacional, en Asturias, entre otros motivos, para presentar hoy el partido entre España e Israel que acogerá el municipal gijonés el 24 de marzo. Contó con anfitrión de lujo, Joaquín, el eterno capitán rojiblanco y seleccionador nacional de fútbol-playa.

"Es de Primera, Sporting es de Primera", cantó la afición del Celta antes y después de entrar al campo. Un apoyo hacia los rojiblancos que agradeció con aplausos el público de El Molinón. Mismas palmas que acompañaron el anuncio en el vídeomarcador de que el Athletic marcaba en su duelo ante el Granada, rival directo, este último, en la lucha por la permanencia. Idénticas a las que se multiplicaron al ver la caída de Carmona en el área nada más iniciar la segunda parte, mientras De Burgos Bengoetxea, el de las manos de Truyols, señalaba el punto de penalti. Moi Gómez pidió lanzar, lanzó y el campo estalló. El alicantino aprovechó para celebrar también su próxima paternidad, festejando el tanto con el balón colocado bajo la camiseta, simulando un embarazo.

La ventaja en el marcador metió mucho más en el partido al sportinguismo. Se notó en los silbidos que acompañaron cada posesión del Celta alargada en el tiempo. También en la manera de responder, a cada fallo de los rojiblancos, con ánimos. La más evidente, la cerrada ovación brindada a Traoré después de que el costamarfileño estrellara en el palo un cabezazo que se vio dentro. Algo parecido sucedió durante la sustitución Burgui, otro que tuvo varias ante la meta rival.

Todo esto sucedió antes del minuto 75, el de la roja a Meré y el gol de falta de Iago Aspas, que dejó helado a todo el campo. Sólo hubo tiempo a reaccionar cuando el defensa del Sporting abandonó el terreno de juego, visiblemente enfadado. Fue despedido entre palmas para quitarle hierro al asunto. Y es que si se da todo, la afición responde. Con uno menos y el partido en tablas, la necesidad de puntuar hizo que el sportinguismo fuera consciente de la importancia de mantener el aliento al equipo. Volvió a venirse arriba El Molinón para ayudar a mantener un resultado que empezaba a darse por bueno en vista al creciente dominio celeste.

El ambiente ganó en decibelios hasta el punto de impedir que Rubi pudiera comunicarse con sus jugadores. El técnico, preocupado por el estado físico de Cuéllar antes del último cambio, tuvo que echar mano de Xabi Gil, uno de sus ayudantes, para que él fuera hasta detrás de la portería y le preguntar al jugador. Algo parecido le pasó con Douglas. El griterío acabó siendo clave para sumar un punto que dejó rabia por las ocasiones perdidas, pero la misma sensación que la del lema del vídeo del club proyectado varias veces en el campo antes de que el balón echara a rodar: "nos queda mucho por vivir". Y como añadió el público en la ovación final al equipo: "Y pobre del que quiera, robarnos la ilusión".