Tres golazos y victoria para un imparable Sporting: Otero, Djuka y Gaspar compiten por el tanto de la jornada (3-0)

Los rojiblancos pasan por encima del Mirandés en una primera parte para frotarse los ojos

Fran Villalba, abroncado en su reaparición en el municipal gijonés

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Tres golazos en la primera parte de un imparable Sporting dieron la primera victoria de la temporada a los rojiblancos ante un Mirandés sin opción a respuesta. Otero, Djuka y Gaspar hicieron tres tantos imposibles para hacer volar la ilusión de El Molinón y decidir un partido sin historia al descanso. Más de 18.000 almas dieron la bienvenida al equipo en su regreso a casa en una tarde para la reconciliación tras lo visto la pasada campaña. Para todos, menos para Villalba, el único abroncado en un partido tan deseado como necesario para todos. 

A El Molinón le hacía mucha falta una tarde así. Se la merecía. Difícil hacerlo mejor en una primera parte para frotarse los ojos. Se veía venir, porque el Sporting saltó tan descarado como rabioso, pero era imposible imaginar que llegarían tres goles antes del descanso. Y qué tres golazos. No se había cumplido un minuto de juego cuando Nacho Méndez centraba raso desde el carril izquierdo y Juan Otero remataba a bocajarro en área pequeña. Fue la primera de muchas. A los seis minutos, otra más clara aún, con Djuka saliendo ganador de un forcejeo con el visitante Barbu para plantarse mano a mano con el portero del Mirandés. El internacional montenegrino cumplió su máxima, la que todos conocen: falló la fácil e hizo minutos después, la más difícil.

Con mismo dibujo y dos caras nuevas respecto a Valladolid, Pascanu y Hassan, el equipo iba a más. Pareció otro. Al cuarto de hora, un Gaspar en versión Burgos disparó con tremenda violencia para hacer estirarse al guardameta rival. El rojiblanco compartió carril con Pablo García, la banda de La Asunción, pero apareció a menudo por el centro e incluso por la derecha. Libertad, como a él le gusta, como acabó reventándola. Pero antes, el que la explotó fue Otero tras forzar Djuka una falta en la frontal por un agarrón por el que se pidió penalti. Perfilada a la izquierda, la derecha del cafetero superó la barrera para besar la escuadra y hacer el primer golazo de la tarde. Empeine interior, duro, tenso, como quien tiene la puntería fija, sin necesidad de movimiento para ajustar. Se puso a bailar para celebrar. La música sonaba como nunca desde la llegada de Ramírez a El Moinón. 

Porque siete minutos después llegó el segundo con los mismos protagonistas. La asfixiante presión arriba del Sporting dio para que Otero ganara un balón aéreo en un mal pase del portero rival para cederla a Djuka. Y lo que nadie esperaba, surgió. Control con el pecho y sin dejarla caer, empeine y parábola para dejar al meta haciendo la estatua. Locura. Y más. Porque Pascanu, convertido en lateral derecho, se animó a atacar y acabó en el pico del área rival sin más compañeros que creyeran en su avance que Gaspar. El rumano se sacó un taconazo mientras el gijonés le doblaba, y la magia volvió a aparecer. Escorado, con poco ángulo, Gaspi metió un derechazo para enviar la pelota al interior de la escuadra izquierda de un Luis López que ya no sabía ni por dónde le venían. El balón pegó lo justo en la madera para añadir belleza a otro espectacular tanto, para escenificar el cambio de Gaspar tras un año de Erasmus en El Plantío. Ramírez daba saltos en la banda como pocas veces. Y eso que el mercado puede traer aún un delantero. La valiente y ofensiva apuesta inicial, con Nacho Méndez y Nacho Martín como pivotes -el luanquín a un nivel excepcional- y el equipo viviendo en campo rival, salió redonda.

El Sporting bajó una marcha y altura de presión en la segunda parte en un intento de administrar la renta ante un Mirandés convertido en la sombra del equipo que hizo cuatro tantos en la primera jornada. El ambiente festivo continuó y dio para ver a Ramírez testear el regreso de Fran Villalba tras su espantada la temporada anterior. Ovación cerrada para el sustituido, Gaspar. Bronca para el valenciano como aviso de que le tocará ganarse el perdón. Al menos, el de la grada. En el costado contrario, la otra realidad. Hassan, poco efectivo en su primera tarde en El Molinón, decidido a encadenar fintas jaleado por un público encantado con coda uno de sus giros de tobillo en torno al balón.

Los minutos finales dieron para ver al Mirandés poner a trabajar a un seguro Yáñez y completar cambios con Esteban Lozano y Jeraldino, siguientes elegidos para saltar a escena. El chileno, el peor visto de los refuerzos de Orlegi, tuvo incluso opción de marcar, pero Tachi se la rebaño cuando sólo quedaba embocar tras un buen control en la frontal del área pequeña. Nada es perfecto. Yáñez protagonizó poco después su mayor estirada en un disparo de Ilyas Chaira a consecuencia de un mal pase del propio guardameta rojiblanco sobre Nacho Martín. Ni las concesiones favorecían a un rival frustrado. Christian Rivera y Diego Sánchez sustituyeron entonces a un Nacho Martín y Pablo García también ovacionados antes de otro apurón en meta propia. Yáñez, en otra gran mano tras disparo a Carlos Martín, volvió a ganarse el sueldo y el aplauso del público. El partido murió entre olés de la grada viendo a los rojiblancos encadenar pases y agrandando el idilio de Alejandro Irarragorri cada vez que ve en directo al equipo. Volvió el presidente y el Sporting continuó invicto.

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