Jaén, Europa Press

La sección primera de la Audiencia de Jaén ha condenado a un vecino de Baeza a 13 años y seis meses de prisión por violar a su hija adoptiva en numerosas ocasiones durante más de siete años. Además, le impone otros seis meses de cárcel por haber quebrantado la medida de alejamiento que tenía sobre la joven, mientras que absuelve a la madre, acusada como cooperadora necesaria de las agresiones, al entender que no queda suficientemente probado que conociese los hechos.

La sentencia recoge que Andrés M. P., de 42 años, «movido por un ánimo manifiestamente libidinoso, atentó contra la integridad sexual de su hija adoptiva en múltiples ocasiones». La niña pudo concretar ante el tribunal varias, que se produjeron en el domicilio familiar «y siempre bajo la amenaza de causar grave daño a su madre, hermana o abuelos paternos en caso de que se atreviese a denunciar lo que le hacía». Como consecuencia, la joven, que ahora tiene 19 años, presenta trastornos psicológicos.

El tribunal basó su fallo en la declaración de la víctima. En este sentido, destacó que durante el juicio fue posible «percibir la emoción y el gran sufrimiento producido por los hechos, que relataba con absoluta credibilidad y veracidad». A ello, según indicó, se suman las pruebas periciales «como elemento de corroboración».

Además de los 13 años y medio de prisión, la Audiencia impone al acusado la prohibición de comunicarse y acercarse durante 15 años a su hija adoptiva, a la que tendrá que indemnizar con 25.000 euros.

En el juicio, que se celebró el 20 de abril, el hombre negó en todo momento que hubiese violado y agredido sexualmente a su hijastra y argumentó que ella «mentía» para hacerle daño. Por ello, se mostró sorprendido al conocer la denuncia que la joven interpuso contra él en enero de 2006, seis meses después de que se fuera a vivir con su actual pareja, una relación a la que el padrastro se oponía «por la gran diferencia de edad», ya que el hombre es unos 30 años mayor que ella.

La versión de la joven, sin embargo, fue totalmente opuesta y contó que los abusos comenzaron unos meses después de que se fuera a vivir con los padres, cuando tenía 10 u 11 años, y se alargaron hasta que cumplió los 18, apenas un mes antes de abandonar la vivienda familiar, bajo la amenaza de «hacer lo mismo» con su hermana pequeña si se iba. En cuanto a su madre, la chica afirmó que «en alguna ocasión» le comentó lo que ocurría, si bien consideró que «no era consciente» debido a que sufre ataques epilépticos y está fuertemente medicada.