Oviedo, Marcos PALICIO

En hora y media no caben más de treinta años de esfuerzo, pero «Cenizas del cielo» sí es la lucha de Ernesto. Por lo menos la sirve al gusto del protagonista real. La pantalla le vale como espejo al ganadero jubilado cuya pelea contra los daños colaterales del progreso inspiró la película del asturiano José Antonio Quirós. Ernesto Fernández asistió al preestreno del miércoles en Gijón -la cinta llega hoy a las salas- y se ve «bien» en el cine, se gusta en su versión ficticia «molestando» a la central térmica que manchaba su tierra. Se le adapta el retrato de celuloide, afirma, aunque antes haya tenido que entender cómo sintetiza el cine y asimilar que en el metraje final de su película «no se hayan incluido muchas de las secuencias que se rodaron. Es una pena que no entrara todo, pero sé que todo no se puede contar, que hay que ajustar el tiempo para equilibrar la película». Asiente porque le agrada lo fundamental. Su «otro yo» cinematográfico, el actor gallego Celso Bugallo, «hace un papel tremendo», y el mensaje de fondo permanece intacto al salir del cine: «Se trata de que la gente saque la moraleja, porque reírse, se va a reír mucho», vaticina.

La sagacidad de sus 77 años le hace saber que la comedia «vale también» para la denuncia. El ganadero retirado de La Llorera (Morcín) ha verificado que protestar haciendo reír es más útil que «salir diciendo burradas» y celebra que los «pequeños triunfos» que relata la tragicomedia medioambiental de Quirós hayan conseguido al menos que «la gente sepa ya que la lluvia ácida quema las plantas, pudre les fabes y las patatas?».

Y Ernesto sigue luchando. Da igual la pregunta, su respuesta deriva invariablemente hacia el relato de aquel informe que certificó que «la tierra estaba ácida», de las visitas acarreando plantas y hortalizas a la Consejería de Agricultura, de su carta al gobernador civil, de la puerta en las narices como única respuesta del delegado de Industria? Historias de cuando el rival era mucho más poderoso y pelear, comprobar que «todo el mundo escurría el bulto». En la película se le ve viajando a pie a Oviedo, tratando de salvar sus árboles y hasta protestando encaramado a la torre de refrigeración de la térmica de Soto de Ribera («milagros» de la posproducción), pero hubo mucho más. Más «luchar y luchar» desde que el 4 de agosto de 1977 denunció por primera vez que sus plantas se morían en una carta al director publicada en LA NUEVA ESPAÑA y que se reproduce bajo estas líneas. Después vendrían otras protestas, muchos reportajes. Hasta en «El Caso» salió uno, recuerda, firmado por Margarita Landi, «la dama del crimen», titulado «La chimenea maldita».