De hacer caso a la partida de nacimiento, el ciudadano Maurillo Manara cumplirá setenta años el próximo 12 de septiembre. Nadie diría, sin embargo, que el historietista Milo Manara, que es como firma sus obras y es conocido en todo el mundo este artista italiano, considerado como el gran maestro del cómic erótico, ha alcanzado esa edad senatorial en la que uno ya sólo aspira a la jubilación. Al contrario, fiel a su flequillo sesentero y al espíritu de aquella década que hizo la revolución de las conciencias sin fusilamientos al amanecer, sigue en plena forma, con trabajos en marcha y una perspectiva aguda del medio siglo que lleva cultivando lo que más le gusta y divierte, de paso, a millones de lectores en todo el mundo: dibujar.

Ante las sucesivas oleadas de corrección política que llegan a las arenas occidentales, al artista le gusta citar a John le Carré, el espía que surgió del frío. "Soy un maniaco sexual, como todos", suele decir el novelista de las hostilidades de la Guerra Fría, y repetir Milo Manara, el dibujante de la piel de las mujeres más guapas y sensuales. "Yo no digo que el erotismo sea importante, pero sí que ocupa el sesenta por ciento de nuestras vidas; lo que yo he hecho es trasladar ese porcentaje a mis historias", afirma.

Milo Manara recibió ayer el homenaje de la "Semana negra". El director de contenidos del festival, Ángel de la Calle, hizo el perfil rápido del historietista: "Es una de las grandes estrellas del cómic mundial". Títulos como "Jolanda de Almaviva", "El rey mono", "HP y Giuseppe Bergman", "El Clic" o "Verano Indio" (hasta ha hecho una de las historias de "X-Men") le han convertido en una referencia del historietismo universal. Ha trabajado con algunos de los más grandes guionistas, de Hugo Pratt a Alejandro Jodorowsky, y hasta ha colaborado con otro italiano universal, Federico Fellini. Ahora labora en la segunda entrega de su "Caravaggio", un singular acercamiento al gran pintor del Barroco.

El artista contó ayer que tuvo un inicio tardío con el cómic porque su madre, "maestra a la vieja usanza", opinaba que estas historias eran poco educativas. Milo Manara, que estudió Arquitectura, vivió la contestación social que cuajó en el Mayo de 1968, las protestas contra el "arte burgués" y el cuestionamiento de la Bienal de Venecia. "Tenía la sensación de que el arte figurativo se iba alejando de la gente y de la vida", explica, antes de subrayar que su enamoramiento del cómic surgió en el taller del escultor español Miguel Ortiz Berrocal, para quien trabajaba. "Allí descubrí 'Barbarella' (historieta de Forest), que fue mi caída del caballo", añade, para encadenar: "Ocurrió en un momento de crisis personal y entendí que ése era mi camino; de ahí surgió 'Jolanda de Almaviva'".

Milo Manara está convencido de que las transformaciones de los años sesenta, prolongadas durante la década de los setenta -hasta la llegada de Reagan, Thatcher y los programas neoliberales de la entonces nueva derecha-, supusieron "objetivos fundamentales". "Hoy es difícil imaginarlo, pero fue una época de cambio de valores y el uso del erotismo en el cómic se reveló como algo importante, también en el cine, como demuestra 'El último tango en París', de Bertolucci", relata.

El historietista traza las coordenadas de su trayectoria también desde la política. Recuerda la "estrategia de la tensión" que la extrema derecha italiana puso en marcha en aquellos años para frenar los muy buenos resultados que lograba el PCI: "Nadie fue a la cárcel, pero se culpó a Giuseppe Pinelli; una matanza de Estado". Se ha dicho que el caso de este ferroviario y partisano inspiró "Muerte accidental de un anarquista", del Nobel Darío Fo. "Y, después, vinieron las Brigadas Rojas", hace resaltar.

A Milo Manara se le ha reprochado en ocasiones que dibuja mujeres ideales, de hermosas largas piernas y culos como flores. "Es un reproche viejo, no porque me lo hagan a mí: ya se hacía en el Renacimiento". El artista tira de Platón y su teoría de la belleza, la verdad y la justicia para justificar su muy imitado estilo como dibujante: "La belleza incluye muchas virtudes, incluso la inocencia, y viene de los dioses, que son quienes la conceden". Y más: "¿Por qué me centré en esas características de la mujer? Pues, por esas razones expuestas". Y cuenta cómo Friné, la bella modelo de Praxíteles, fue desimputada en un proceso por prostitución, en el siglo IV antes de Cristo, cuando su abogado optó, sin más alegato, por desnudar a su defendida. Belleza, verdad, inocencia.

A Milo Manara le gusta hablar de su maestro y amigo Hugo Pratt, el creador de ese inolvidado personaje que es Corto Maltés: "Era un universo entero". Deja claro que "odiaba el cómic político" porque pensaba que donde mejor se veían las relaciones sociales y económicas era a través de la historieta de aventuras, allí donde hay posibilidad de "autodeterminación humana". "Me transmitió esa creencia y por eso yo dejé de hacer cómic político evidente", dice el autor de "El Clic". ¿Y qué opinión le merece que otros autores vuelvan a dibujar a Corto Maltés? "Hugo Pratt me dijo en una ocasión que yo iba a ser su continuador; le respondí: 'cuidado, maestro', que lo está diciendo con gente delante. Lo cierto es que pasó el tiempo y yo le hablaba de sus libros, pero nunca volvió a mencionar a Corto Maltés. Era muy discreto, pero creo que si hubiera querido la continuidad de su personaje, lo hubiera dicho, aunque no estoy seguro", explica. Para Milo Manara, hay un elemento "imposible de replicar: "La mirada de Corto Maltés, que hacía con dos o tres trazos; nadie más puede hacerlo".