Polesos viviendo sus fiestas. Eso es lo que pudo verse ayer en el desfile del Carmín. Muchos de ellos llevan toda la vida bailando al ritmo de las charangas que les dirigen al "prao" de la fiesta, a La Sobatiella. Esta vez tuvieron que superar el calor: nada que unos culinos de sidra no pudieran arreglar.

Ayer había muchos fieles a las fiestas polesas. Como muestra, Alejandro Pidal y Cicaela Teja, que llevaron a su sobrina Carmen, de tan sólo siete meses, a contemplar el desfile. Querían que viviese el Carmín desde pequeña, como ellos. "Tengo 46 años y llevo 46 carmines, desde que me trajo mi madre de recién nacido", señaló Pidal con orgullo.

La tónica de este año, como todos, fue el buen ambiente que transmitían los músicos de las charangas. Ante todo, iban a pasarlo bien. Carlos Canal lleva 37 años dirigiendo el grupo "Los Cascaos". "Este día manda mi bastón, que lleva desde 1973 viniendo conmigo a estas fiestas", subrayó el integrante de una de las charangas más esperadas. Y se notaba su experiencia: no permitía que nadie estuviera sentado o con mala cara.

Los Cascaos fueron los que más expectación suscitaron, privilegio reservado a unos clásicos del tradicional festejo. Esta charanga cierra el desfile, y a ella se suma todo el mundo en dirección al prao. A sus componentes los caracteriza su estilo de escanciar: vierten la sidra en madreñas para ofrecer culinos a todo el que lo necesite. Y más de uno necesitó un trago, porque este Carmín fue uno de los más calurosos de los últimos años. "Tanto calor es mortal. Hay que caminar más rápido que, si no, la sidra no da para todos", proclamaba Loreto García, otra integrante de Los Cascaos.

La temperatura rozaba los 30 grados en Pola de Siero. Aún así, los polesos no se desanimaban. Entre ellos, José Luis Noval llevó una vez más "su querido" sifón para mojar a la gente, aunque bromeaba con que "la ley mordaza no nos va a dejar echar ni agua". Bromas, risas, gritos y bailes, muchos bailes. Eso es lo que predominó en el desfile. Así es como se fue creando un ambiente festivo que atraía a todo el que pasara cerca. Un vez más, un gran triunfo de esta fiesta.

Y eso que parecía que no estaban todos. "Hay poca gente para subir al prao, muchos ya están arriba desde bien temprano", indicó Marta Pérez, una polesa que "nunca falla" al Carmín. Pocos jóvenes se acercaban a la música de las peñas: sólo los rezagados que subían al prao de la merienda cargados con botellas de alcohol que preludiaban excesos hasta altas horas. Y que daban por bueno perderse el desfile, un ingrediente del festejo sierense que merece mucho la pena.